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Política, verdad y autoridad


Es extraordinario que se diga del Gobierno que tiene un déficit político, con todo el tiempo que las más altas autoridades dedican a reflexionar sobre la política.

En «El Mercurio» del viernes se detalla la sucesión de reuniones semanales de los gobernantes para hablar, analizar, coordinar y comunicar sus políticas y, se supone, llegar a conclusiones útiles: los lunes a las 9 de la mañana hay Comité Político, encabezado por el Presidente, con cuatro ministros y la jefa de asesores del «segundo piso»; terminada esa reunión, a las diez y media, los mismos cuatro ministros se reúnen con los presidentes de los partidos de gobierno, los jefes de comités de senadores y de bancadas de diputados, también para coordinarse políticamente; los jueves a las dos de la tarde, en el comedor presidencial, el Presidente almuerza con los mismos cuatro ministros de las reuniones anteriores y, además, con otros seis secretarios de estado, esta vez para un «análisis político»; terminado ese almuerzo, a las cuatro de la tarde, de nuevo se reúne el Presidente con los mismos cuatro ministros del lunes y de la hora de almuerzo, además de la jefa de asesores del «segundo piso», en un comité «político-comunicacional». ¿Cómo puede haber tal superávit de reuniones políticas junto a un déficit político?

En lo que no hay déficit es en la continuidad del lavado cerebral colectivo acerca de la verdad histórica reciente, que se practicó metódicamente durante los veinte años de la Concertación y continúa incólume. La serie «Los Archivos del Cardenal» (que no son del Cardenal, sino que fueron administrados y reunidos por un alto jefe comunista, quien era, a la vez, archivero de la Vicaría de la Solidaridad), hemos sabido, se preparó y transmitió por expresa decisión y voluntad de un personero de este gobierno, lo que ha suscitado a lo menos inquietud entre sus partidarios más lúcidos (que, lamentablemente, parecen ser minoría).

Una melancólica conclusión editorial de «El Mercurio» de hoy, comentando este tema, parece decirlo todo: «…sería ingenuo pensar que una serie semejante vaya a mostrar, así sea con trama de ficción, ningún exceso en que haya incurrido la izquierda. Al menos, así ha ocurrido hasta ahora, durante más un par de décadas».

Si alguien creía que, terminados los gobiernos de izquierda y adviniendo uno que parecía no serlo, el lavado cerebral masivo de los chilenos iba a cesar, se equivocó medio a medio.

Y si el lavado sigue igual que bajo la Concertación, la violencia terrorista impune en el sur sigue peor. «Encapuchados balean a otro carabinero en menos de 24 horas», dice «El Mercurio» de anteayer. Y hoy añade: «Por cuarto día, encapuchados armados disparan contra efectivos policiales». Se denuncia el robo de animales y la destrucción de 400 metros de cercos de la familia Urban, que ha soportado ya el ataque terrorista número 110.

El abogado de la familia describe la situación: «Disparan a no más de 50 metros. Los carabineros sólo pueden responder con lacrimógenas y balines de goma».

¿Déficit político? No, déficit de autoridad… y de verdad.

¿Gobierno del cambio? ¿Qué cambio, pregunto yo?

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