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Plebiscito: el riesgo populista

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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De otro modo, el ideal democrático de la participación puede verse seriamente afectado por el procedimiento que se utilice para resolver un conflicto social. Un plebiscito conlleva un serio riesgo populista y aquello debe ser ponderado por quienes estimulan su implementación.


La idea de un plebiscito parece democrática y progresista. ¡Qué mejor que consultarle a la ciudadanía sobre los destinos de la nación! Sin embargo, sostengo que tal propuesta contiene un fuerte riesgo populista. Mi argumento no radica en el temor a las masas sino que, por el contrario, se basa en el temor respecto del comportamiento de las propias élites.

El plebiscito como mecanismo consagrado en la Constitución existe hoy sólo para efectos de resolver una controversia entre el Legislativo y el Ejecutivo. Pero supongamos que el actual Congreso establece la posibilidad de convocar a plebiscitos vinculantes. La primera interrogante es quién será el encargado de activar este mecanismo. La respuesta intuitiva es que sea la autoridad máxima a nivel nacional (el presidente) o a nivel local (el alcalde). En esta lógica, se le entregaría a los representantes la facultad de definir el tipo de interrogante que se realizará y el momento en que dicha consulta se efectuará.

[cita]De otro modo, el ideal democrático de la participación puede verse seriamente afectado por el procedimiento que se utilice para resolver un conflicto social. Un plebiscito conlleva un serio riesgo populista y aquello debe ser ponderado por quienes estimulan su implementación.[/cita]

Supongamos, entonces, que para evitar eventuales manipulaciones y sesgos por parte de la autoridad de turno, se establece un ente autónomo que vele por la imparcialidad del proceso, garantizando que las opciones en pugna tendrán igual acceso a los medios de comunicación. Allí la interrogante que surge de inmediato es quiénes integrarían este ente “autónomo” ¿El Congreso Nacional definirá por cuotas los integrantes de tal instancia? ¿O podrá el Presidente designar algunos integrantes? ¿O podrá participar la sociedad civil? ¿Quién o quiénes de la sociedad civil podrían participar? ¿Cómo definir esta importante cuestión?

Pero seamos optimistas y asumamos que se logra definir un ente neutral y finalmente se convoca un plebiscito de carácter vinculante. En la papeleta se le solicita a la ciudadanía pronunciarse sobre dos afirmaciones: “El Estado debe garantizar la educación pública en todos sus niveles”; y “La educación deberá ser sin fines de lucro”.  Supongamos que en ambos casos la ciudadanía apoya abrumadoramente tales afirmaciones. La pregunta siguiente es qué significa ese mandato: ¿significa que la educación debe ser gratuita y 100% estatal? ¿Cómo se define “lucro” en este caso? Como ambas afirmaciones contienen interpretaciones, se requerirían o nuevas consultas a la ciudadanía o una interpretación de cada una de ellas por parte de los representantes electos. El problema volverá irremediablemente hacia las élites.

No pongo en duda que la democracia se vincula con el gobierno de las mayorías. Aquello no debiese ser el tema. El problema se relaciona con el mecanismo para hacer efectiva la participación social. Y un mecanismo de plebiscito de arriba hacia abajo como el descrito deja importantes dudas sobre la efectiva materialización de la anhelada participación social. Importa mucho debatir quién definirá la pregunta, qué pregunta se colocará en la papeleta, en qué momento se realizará, qué condiciones se establecerán para que las opciones en disputa puedan plantear sus argumentos, y si el efecto de la consulta será vinculante o no.

De otro modo, el ideal democrático de la participación puede verse seriamente afectado por el procedimiento que se utilice para resolver un conflicto social. Un plebiscito conlleva un serio riesgo populista y aquello debe ser ponderado por quienes estimulan su implementación. Un mal diseño de este instrumento podría terminar perjudicando todavía más a las mayorías y beneficiando abrumadoramente a los pocos que detentan el poder. Mi consejo sería: ¡tengan mucho cuidado con los plebiscitos!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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