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Editorial: El liderazgo presidencial

No cabe ninguna duda que el llamado de Piñera al diálogo fue políticamente acertado, pues apunta a perfilar atributos de liderazgo y resolución del mandatario, frente a un problema social de la envergadura del que ha vivido el país en estos tres meses.


La invitación del Presidente a los dirigentes estudiantiles de concurrir a La Moneda para empezar a dialogar sobre una solución al conflicto, se transformó en una reunión sin fecha ni agenda precisa aunque según se asegura en el gobierno será esta semana y abierta a todos los temas.

La razón aparente del cambio es que el gobierno debe afinar los temas y los mecanismos de la mesa, a la cual además se invitará a otros participantes, en un abierto esfuerzo por disminuir la imagen de una bilateral estudiantes – gobierno.

No obstante ello, durante el fin de semana diversos analistas insistieron en la existencia de un malestar político en sectores del oficialismo que sería la real causa del cambio de perfil de la reunión. Ello porque la invitación sería una improvisación presidencial, que lo mostraba debilitado y fuera de los cauces institucionales normales en que deben solucionarse los problemas. Y lo fundamental, en sentido opuesto a la estrategia diseñada por el ministro de Educación, Felipe Bulnes, quien se había esforzado por no involucrar directamente a la Presidencia y se quedó sin piso político con lo actuado por el Presidente.

En cualquier circunstancia, la decisión de este lunes de postergar la reunión implicó un paso atrás, haciendo aparecer a Sebastián Piñera poco preciso y desmarcado de su equipo gubernamental.

Es posible, como ha ocurrido varias veces durante el período, que el oficialismo haya experimentado  una descoordinación, y en este caso haya habido poca comunicación entre el Presidente y su equipo. Pero no cabe ninguna duda que el llamado de Piñera al diálogo fue políticamente acertado, pues apunta a perfilar atributos de liderazgo y resolución del mandatario, frente a un problema social de la envergadura del que ha vivido el país en estos tres meses.

La tensión principal de este período ha estado concentrada en las movilizaciones estudiantiles. Por lo tanto, recomponer la relación estudiantes gobierno parece de la esencia de la solución del conflicto. Si el Presidente estima que ello se logra otorgándoles un  status dialogante, pareciera lógico que su aparato de gobierno haga los mayores esfuerzos por sostener su decisión y no abortarla.

[cita]Tampoco parece acertado planificar una mesa con interlocutores institucionales con los cuales existen mecanismos de trabajo permanentes. Ello porque en medio de los debates inevitablemente se manifestarán intereses que no están en el centro de la atención ciudadana.[/cita]

Hoy es evidente que ello no está ocurriendo. Al establishment oficialista le resulta más incómodo validar un diálogo bilateral con los estudiantes que dejar en posición incómoda al Presidente.

En términos prácticos, no parece eficiente en ningún gobierno del mundo que luego de tres meses de conflicto, con cambio de ministro de por medio, se piense que el primer impulso a la solución es técnico y sectorial. Menos aún si el sector respectivo ha sido incapaz de evitar que el conflicto se mantenga y amenace con escalar a crisis política. Parafraseando lo dicho por un ex –presidente de la República, Sebastián Piñera no está en condiciones de decir “reunión aquí y ahora” pues su equipo todavía debe planificar, como ha quedado en evidencia este lunes.

La señal es confusa y preocupante, pues induce a la percepción de que el Mineduc y el gobierno han estado improvisando frente al conflicto, no hay objetivos claros, o,  simplemente, vive en su interior una sorda lucha doctrinaria que le impide acompañar y sostener las decisiones del Primer Mandatario en esta materia, aún cuando se trata de un tema de bien común.

Desde el punto de vista comunicacional, la decisión presidencial también había cambiado el escenario  y el foco del problema, desde un conflicto a una mesa de diálogo.

Ello se ha diluido al menos parcialmente, con la decisión de no intentar seriamente recomponer la relación con los estudiantes, y no validar la representación de los actuales dirigentes. Al final ello puede resultar un error estratégico si se considera la fuerza y voluntad que ha mostrado el movimiento, que perfectamente puede cambiar hacia una orientación más radical.

Tampoco parece acertado planificar una mesa con interlocutores institucionales con los cuales existen mecanismos de trabajo permanentes. Ello porque en medio de los debates inevitablemente se manifestarán intereses que no están en el centro de la atención ciudadana.

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