Publicidad

FACH. Tírate un paso (al lado)…


Que el avión era inadecuado, que era muy sensible al viento lateral. Que no tenía rango suficiente, que estaba con sobrecarga. Que la piloto era muy joven, que le faltaba experiencia. Que se equivocó, que siendo mujer reaccionó con histeria. Que las normas se aplican a veces y otras “ni tanto”. Que el lucro hace toda la diferencia. Que fueron los pájaros, que fue una ventolera o una mezcla inusitada de todo lo anterior. Sin lugar a dudas daría para una canción de Los Prisioneros (“quiero saber quién fue, quiero saber por qué sucedió oh, oh!”). A todo esto… ¿Alguien sabe si existe aún ese conjunto?

Opinan Pedro, Juan y Diego. Periodistas, diletantes, pilotos civiles, uniformados y hasta “Luchito” y Gastón mi lustrabotas y cuidador de auto respectivamente. Sus tesis, coincidentemente, se basan en la avaricia. “Teniendo plata no pagaron un avión como cualquier hijo de vecino, prefirieron volar gratis y lo barato cuesta caro patrón” me dice uno de ellos mientras lustra con afán mis zapatos. “¿Y por qué viajaron en esa cag… patrón? ¿No les salía mejor volar en una línea aérea?”.

No creo necesario explicitar mi postura al respecto, ampliamente conocida por todos quienes me siguen en Twitter (@fiskalizator). El tiempo me ha ido dando razón –lamentablemente- en cada una las cosas que expresé desde el primer momento en que me enteré del accidente, y por más que se enojen algunos e intenten callarme “por respeto a las familias” (ningún familiar me ha reclamado) seguiré sosteniendo mi postura. Las cosas se dicen apenas se saben.

La intención de esta columna es otra. Básicamente, expresar lo que sí sabemos, lo que es irrefutable y puede servir de base para un análisis técnico y jurídico de la tragedia. Dejo a los sociólogos y expertos en la mente humana el analizar las súbitas y patéticas escenas de dolor de la gente. Una cosa es el respeto y pena genérica al conocer tan mala noticia y otra es señalar “peor que si hubiera perdido a mi hijo” (sic) como decía una “pobladora”. De un momento a otro, prácticamente la totalidad del país pasó a ser pariente o amigo de alguna o todas las víctimas.

Pero vayamos al grano y no nos perdamos en el maquillaje. El avión es un chanchito (por decirlo “tiernamente”). Lento, poco ágil, ruidoso, tiene como única gracia el poder aterrizar y despegar en pistas cortas y de mala calidad. Al mismo tiempo, la experiencia ha demostrado que es un avión propenso a los accidentes. No menos de 80 accidentes, de los cuales 4 en nuestro país, con resultado de destrucción total y casi siempre, con múltiples víctimas. Las tres ramas de nuestras fuerzas armadas han sido testigos de ello desde 1986 en adelante. Así, en 1986, un CASA C-212 de la Armada cerca de Cabildo, en 1995 uno del Ejército en Rancagua, en 2000 otro de la misma institución estrellado en el volcán Michinmahuida, y para no ser menos, la FACH se hace presente hace unos días con el reciente accidente en Robinson Crusoe. El balance no puede ser menos halagüeño, 48 muertos. En el siguiente link es posible conseguir un listado de todos los incidentes en los cuales ha estado involucrado “Babe, el cerdito volador”. Si consideramos que se han construido algo más de 550, la cifra es preocupante.
Memorable vuelta de carnero ha sido la protagonizada por el instructor de vuelo Rodrigo Molina, quien, incidentalmente, fuese profesor del mismo Camiroaga. En una entrevista realizada por Julio César Rodríguez, sostuvo derechamente que el avión no estaba en condiciones de asegurar un vuelo exitoso frente a la ocurrencia de algún fenómeno meteorológico que le impidiese aterrizar. Para sorpresa de muchos, al día siguiente, se mostró altamente dubitativo frente a idénticas preguntas lanzadas por Matías del Río en Última Mirada.

Mucho se ha debatido sobre la oportunidad para investigar. Se señala que un respeto mínimo a las víctimas y sus familias justificaría la indagación del accidente y búsqueda de responsabilidades en otro momento. Sinceramente, no veo mejor manera de recordar a las víctimas y hacer que algún sentido tenga el innecesario y evitable destino que tuvieron, que investigar a fondo, con minuciosidad, con imparcialidad, teniendo como norte solo la verdad (que como se sabe, nos hace libres) y la justa aplicación de sanciones cuando corresponda junto a las indemnizaciones correspondientes (que deberían ser pagadas por los responsables o sus familias y no por todos los contribuyentes).

Otro tema no menor consiste en la imparcialidad que debe tener toda investigación, principio elemental de cualquier proceso tendiente a averiguar una verdad y eventualmente, aplicar sanciones. Y digo esto porque no hay que ser muy lúcido para sospechar la falta del mismo cuando quien investiga es juez y parte. Se entiende que lo usual sea juzgar pilotos civiles pero cuando la investigación versa sobre la institución a la que pertenece el juez, perdónenme que les diga, la cosa huele mal. La mujer del César no solo debe ser honrada, debe parecerlo. Luego de múltiples alegaciones en este sentido, expresadas en redes sociales y medios de prensa, la Corte Marcial ha resuelto este punto, asignando la investigación al Ministro en Visita Juan Mera.

A nadie debe extrañar que los mayores éxitos conseguidos en las labores de rescate correspondan a los pescadores y no a los “altamente tecnologizados y calificados” militares. Los primeros trabajan por rescatar amigos y personas con los que sienten un profundo aprecio y agradecimiento. Los segundos, van porque es la pega. Los primeros siguen buscando contra viento y marea, los segundos, de acuerdo a protocolos de seguridad que extrañamente respetan hoy a pesar de haber sido pasados por alto hace una semana.

Sintomático resulta verificar la diferencia entre privados y Estado operando en Juan Fernández. Los primeros no solo realizan infinidad de viajes comparados con los exiguos que realizan las fuerzas armadas, además, en décadas de viaje, no han tenido accidente alguno en la Isla. Ellos utilizan aviones adecuados, que permiten, en caso de imposibilidad de aterrizar en Robinson Crusoe, volver al continente. El CASA C-212 no tuvo tal suerte, intentaba una y otra vez aterrizar hasta quedarse sin combustible, situación que presumiblemente habría ocurrido.

¿Pero qué está pasando en la FACH? Vuelos mal planeados, voluntarismo extremo como el querer aterrizar un C-130 en una pista que resiste 7.500kg (y luego tiene que volver por supuestos “problemas hidráulicos”), declaraciones contradictorias como que el C-212 siniestrado tenía combustible para 3 horas y algo y luego terminar diciendo que tenía para casi 5, o señalar que el accidente ocurrió a las 17:48 y luego rectificar a las 16:48. El nivel de improvisación es mayúsculo, por suerte no estamos en guerra.

Por otro lado, resulta inquietante tan mal desempeño para una rama de la Defensa que no solo representa una de las primeras líneas defensivas en una eventual conflagración, sino que cuenta con un presupuesto 2011 de $156.603.726.000 + US$69.967.000. Como se desprende del vínculo anterior, la mayor parte de ese monto se lo lleva el personal, incluyendo situaciones tan escandalosas como las casas en San Carlos de Apoquindo o la compra de aviones Mirage de segunda mano a Bélgica, negocio cuestionado por moros y cristianos. Lamentablemente, parece existir más prolijidad al transportar muebles que seres humanos.

El mutismo o “tacto” con que los medios y la población en general han tratado el accidente, nos hace pensar en la tesis de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neuman del Schweigespirale, definiendo la «Espiral del Silencio» como un fenómeno por el cual una persona se abstiene de expresar su opinión cuando es contraria a la opinión pública más fuerte. Por el contrario, no duda en expresarla cuando coincide con ella. Según la autora alemana, esta forma de comportarse tendría incluso bases biológicas, al basarse en un miedo a estar solo, localizable perfectamente en una zona concreta del cerebro.

El sistema funciona más o menos así: los políticos tienen claro que son los medios quienes crean opinión. No resulta extraño entonces el hecho que apenas zarparon buques al archipiélago, hayan ido periodistas, lo mismo que en los primeros vuelos con rescatistas. Para Noelle-Neuman, si se logra que la opinión pública esté optimista respecto a una determinada situación, es muy probable que las autoridades salgan bien paradas. Esto explicaría también, el impresentable fenómeno de las mentalistas y videntes.

Con no menos de 40.000 seguidores, terminó @_nayita, supuesta “mentalista índigo” que decía conocer el paradero de Felipe Camiroaga, quien, en sus palabras, se encontraba malherido en la cueva “hueso de ballena”. Al igual que la pitonisa referida, surgieron diversas cuentas con idénticas revelaciones. Tiene razón mi hermano cuando dice que en Chile, “los idiotas (hue….) se dan a racimos”.

Se ha dicho que siendo un vuelo militar (el avión pertenece a la FACH, la misión era completamente civil, aclaro), no se regía por las normas de la Dirección de Aeronáutica Civil respecto a autonomía y existencia de aeropuertos alternativos. El General Larraechea, Secretario General de la FACH, sostuvo que la diferencia venía dada porque este vuelo era “sin lucro”. Huelga decir que la justificación del alto jefe castrense solo puede hacer eco en las mentes más simples.

Por si fuera poco, resulta que ahora, la institución tendría fundadas sospechas sobre la identidad del piloto que comandaba la aeronave al momento de la tragedia. Ahora parece que no fue la teniente Fernández, sino el teniente Mallea. No tenía idea que este tipo de decisiones pasara por lanzar una moneda al aire o jugar al «cachipún». Un mínimo de planificación y profesionalismo exige saber de antemano quién realiza cada operación dentro de un avión, sea militar o civil.

Adicionalmente, me pregunto… ¿Cómo enmarca la FACH este tipo de actividades? ¿Basta que cualquier ONG o servicio público solicite un vuelo gratis? ¿Hasta dónde llega la arbitrariedad, o existen razones justificables para destinar medios humanos y físicos de alto valor para la obtención de fines privados? La pelota queda dando botes en la cancha de la FACH nuevamente y sería deseable, un pronunciamiento de Contraloría General de la República al respecto.

No menos controversial resulta el viaje de Galia Díaz, funcionaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (una agencia estatal que se dedica a regalar nuestro dinero a artistas fracasados, pero eso es materia de otra columna). En efecto, de acuerdo al dictamen de Contraloría General de la República 44862 de 2000, de acuerdo al Artículo 206 del Código del Trabajo, no es posible enviar en cometidos a una funcionaria con hijo menor de dos años, por cuanto el derecho a dar alimentos es irrenunciable. Es del caso señalar que la malograda funcionaria deja un bebé de 8 meses huérfana.

Existe un mar de dudas, tanto o más vasto que el que separa nuestras costas del archipiélago de Juan Fernández, pero está claro que una salvajada como la que acaba de suceder no puede pasar nunca más y si bien las críticas, eventuales responsabilidades y cabezas guillotinadas no traen de vuelta a la vida a las víctimas, bien pueden servir para cambiar las cosas, partiendo por la mentalidad de nuestras fuerzas armadas.

Publicidad

Tendencias