Publicidad

CHILE y PERU: Una reconciliación en sentido único

Cristian Leyton
Por : Cristian Leyton Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
Ver Más


La idea de inaugurar un proceso de reconciliación chileno-peruano, se inspira, claramente del modelo franco-alemán de finales de los años 50.

Responde, en este sentido, a una experiencia eminentemente europea, y por lo tanto, completamente ajena y extraña a la realidad histórica y política sudamericana, más aún a la chileno-peruana. Ciertas condiciones políticas, militares, sociales y culturales tuvieron lugar es el espacio franco-alemán que desaconsejan aplicarlo al caso binacional. Un requisito básico no está presente en este caso: a amplios sectores nacionalistas peruanos no les resulta políticamente provechoso terminar con la rivalidad con Chile, ya que ésta les alimenta ideológicamente.

A diferencia del caso franco-alemán, las elites alemanas federales asumieron su responsabilidad política en la destrucción de Europa, e identificaron a Francia como el “enemigo hereditario” que había alimentado una escalada de conflictos permanentes en ese espacio, por más de dos siglos. Luego del fin del conflicto mundial, nos encontramos con una tabula rasa estatal europea —los Estados dejaron de existir—, con una URSS ad portas de la Europa Occidental, con una crisis social sin precedentes asociada a la existencia de movimientos políticos de corte marxista y con unos EE.UU elevados al rango de superpotencia. La reconciliación franco-alemana era un paso natural y obligatorio a fin de contener al oso moscovita que rasguñaba la cortina de hierro. No era políticamente rentable para las elites alemanas seguir alimentando la odiosidad social hacia Francia, menos aun un revanchismo y reivindicacionismo territorial perpetuo. Si lo es hoy para las tradicionales elites políticas limeñas.

Ninguno de los factores antes mencionados está presente en este lado del hemisferio. Forzar, un proceso de “reconciliación” en sentido único no tiene razón de ser por cuanto implica, como ya lo había señalado, la existencia de una entidad “agresora”, que así lo asuma, y otra victima agredida. Para Chile, la firma del Pacto Secreto entre Lima y La Paz, en 1873, es percibido como una actitud hostil peruana, en momentos en que nada les oponía. Resulta incomprensible, en este lado de la frontera, constatar que su clase política versó toda su animadversión hacia Chile en momentos en que el Perú entra a la guerra por su propia voluntad, arrastrado por un aliado boliviano que lo deja solo un año después.

La teorización avanzada por Parodi a cerca de la reconciliación, solo posee un valor académico, pero no lo es desde el punto de vista práctico, real. Los “excesos” chilenos en la guerra misma si bien son reprochables, no fueron sistemáticos, ni institucionalizados: El Ejército chileno en su proceso de invasión no venía secundado por las SS, SA o la Gestapo. Otra diferencia en el caso franco-alemán. El Perú aún identifica en la imagen-Chile el responsable de una guerra que se produjo hace más de 133 años, cuando deben hacerlo en la Plaza Mayor de Lima.

Respuesta al artículo del académico peruano de la Universidad Católica del Perú, Daniel Parodi, Chile y la reconciliación (Diario 16)

Publicidad

Tendencias