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Presidente Piñera, hágame caso

Pedro Cayuqueo
Por : Pedro Cayuqueo Periodista, director de los periódicos Azkintuwe y MapucheTimes.
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Nunca es tarde para recomenzar. Podría partir por Aysén, dialogando con su bella gente, atendiendo sus legítimas demandas y ordenando el retorno de los gorilas de uniforme verde enviados desde la capital del Reino. Se sabe que no son muchos votantes, pero allí, en los fiordos australes, podría jugarse su coalición no sólo un nuevo periodo de gobierno; también varias páginas gloriosas en los libros de Historia. Imagine su nombre al lado de un Portales, un Balmaceda o un Pedro Aguirre Cerda, grandes reformadores de la Patria. Parta por Aysén, Presidente. No sea leso. Hágame caso.


En cada conflicto social de los últimos años el gobierno de Sebastián Piñera ha tenido una oportunidad de oro. Desperdiciada, lamentablemente. Cuesta creerlo. Las señales iniciales resultaban, paradójicamente para muchos, esperanzadoras. Punta de Choros, por poner un ejemplo. Desatado el conflicto por la famosa termoeléctrica, fue el propio primer mandatario quien rayó la cancha a los inversionistas nacionales y extranjeros, ganándose el aplauso cerrado de ambientalistas y la ciudadanía en general. Hubo quienes no lo podían creer. Quien escribe, uno de ellos. O quienes sospechaban oscuras maniobras tras su posición. Ni lo uno, ni lo otro. ¿Otro caso emblemático? La huelga de hambre mapuche. Jamás, pero jamás los gobiernos de la Concertación aceptaron dialogar con los presos políticos movilizados en las cárceles sureñas. Lo hizo Piñera y destrabó un escenario de conflicto que bien pudo terminar trágicamente, con consecuencias políticas insospechadas al sur del Bío Bío y un repudio de la comunidad internacional casi asegurado. El inteligente abordaje de la huelga (el dialogo siempre requiere más dedos de frente que la confrontación, ojo con eso) no solo implicó sentar por primera vez en una mesa de diálogo a la temida CAM; también fue un poderoso mensaje para el pueblo mapuche en su conjunto; “Este gobierno escucha. Y está dispuesto a corregir errores del pasado. En resumen, no más de lo mismo”.

¿Qué pasó en el camino? Ni idea. Que los sectores duros de la UDI se impusieron ante la “nueva derecha” —en teoría más ciudadana— que despuntaba en La Moneda; que el gran empresariado comenzó a sentirse incómodo con un gobierno de derecha gobernando como si fuera de izquierda; que los astros se desalinearon, Edmundo Varas desapareció de la televisión y todo volvió a su irremediable cauce natural… Vaya uno a saber. Lo cierto es que de la esperanza pasamos a la decepción. Y de la decepción pareciera avanzarse por un despeñadero hacia la indignación. Ese es al menos mi pesimista pronóstico mapuche-maya para este 2012. Una lata, a decir verdad. Y es que no se requiere ser militante de derecha para esperar que a este gobierno le vaya bien. Yo lo espero y de derecha precisamente no soy. Pero en política no hay atajos ni excusas; para ello deben gobernar y hacer las cosas bien. Bien para las mayorías, aclaro, que de eso trata —o debería tratar— el arte de ser gobierno en una democracia. Que lo digan los habitantes de la región de Aysén, votantes de la Alianza por Chile, quienes hoy ven con estupor como ante sus demandas —del todo justas y atendibles— “su” gobierno les responde con ninguneo, ultimátum y represión. No necesariamente en ese orden, lo más terrible de todo.

[cita]Luego de dos largas décadas de gobiernos concertacionistas, un agotamiento evidente del modelo económico (“su” modelo, dicho sea de paso) y una crisis en ciernes de la estructura de Estado (más propia del siglo XIX que de un miembro de la OCDE), la derecha tiene en bandeja la posibilidad de modelar un nuevo Chile. Obviamente hablamos de un Chile más democrático, igualitario, descentralizado.[/cita]

Magallanes, el movimiento estudiantil, el conflicto Estado chileno-Pueblo Mapuche, ahora el levantamiento ciudadano en Aysén, un largo etcétera de conflictos pésimamente gestionados en lo político y horriblemente manejados en lo comunicacional. Disparos en el pie, como diría mi abuelo, con un Mañalich hiperventilado cazando brujas en Patagonia Sin Represas y un Hinzpeter amenazando con “todo el rigor de la ley” a colonos australes que si de algo saben es precisamente de rigor. Mañalich y Hinzpeter, una verdadera competencia por quién mete más las patas dentro del gabinete. Convengamos que este último ya había estrenado este 2012 su particular tino político. Lo hizo al acusar torpemente a la CAM de estar tras el incendio en Carahue, el mismo que costó la vida a siete brigadistas y que más tarde la justicia determinó fue provocado por faenas ilegales de carbón. Si, leyeron bien, faenas ilegales de carbón, la hipotesis inicial de todos menos del ministro y su entorno. ¿Cómo se explica que, sin prueba alguna, Hinzpeter haya responsabilizado a la CAM del incendio? Ojo, hablamos de la misma organización que un año atrás el gobierno había logrado sentar en una inédita mesa de diálogo, robándose los aplausos mapuches y desmarcándose de la zanahoria y el garrote de la Concertación.

Hay quienes culpan al segundo piso, es decir, al batallón de asesores provenientes todos de la cota mil y tantos, cuál de todos menos conectado con el Chile real, su temperatura social y los ciudadanos de a pie. Desconectados por tanto de los pueblos originarios, de los créditos con aval del Estado y de las regiones que subsidian con sus recursos naturales y mano de obra barata el bienestar capitalino. Quién sabe. Es una de las posibilidades. Lo único claro es que la derecha se ha venido farreando en estos años una oportunidad política tras otra. Luego de dos largas décadas de gobiernos concertacionistas, un agotamiento evidente del modelo económico (“su” modelo, dicho sea de paso) y una crisis en ciernes de la estructura de Estado (más propia del siglo XIX que de un miembro de la OCDE), la derecha tiene en bandeja la posibilidad de modelar un nuevo Chile. Obviamente hablamos de un Chile más democrático, igualitario, descentralizado, por qué no federal, donde los mapuches gocen de reconocimiento y autonomía, donde la ciudadanía cuente con reales canales de participación y representación local, y donde una educación pública, gratuita y de calidad catapulte a todos, sin distinción, hacia el desarrollo. Es, a mi juicio, LA oportunidad que se está farreando la actual administración.

Presidente Piñera, nunca es tarde para recomenzar. Podría partir por Aysén, dialogando con su bella gente, atendiendo sus legítimas demandas y ordenando el retorno de los gorilas de uniforme verde enviados desde la capital del Reino. Se sabe que no son muchos votantes, pero allí, en los fiordos australes, podría jugarse su coalición no sólo un nuevo periodo de gobierno; también varias páginas gloriosas en los libros de Historia. Imagine su nombre al lado de un Portales, un Balmaceda o un Pedro Aguirre Cerda, grandes reformadores de la Patria. Parta por Aysén, Presidente. No sea leso. Hágame caso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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