En las últimas semanas se produjeron hechos que dan cuenta de la alta sensibilidad que existe en la ciudadanía de nuestro país en cuento al cuidado, respeto y promoción de los derechos humanos. En contraste, esos hechos también revelaron que siguen existiendo segmentos en nuestra sociedad que relativizan, desprecian o no valorizan esos derechos.
Es paradójico que quienes desean olvidar la vigencia actual y la violación pasada de derechos humanos, los hayan puesto sobre la mesa. Quizá porque no pueden escabullirse siempre y les asoma sus intenciones auténticas que apuntan a no respetarlos. En efecto, hubo hechos como el recordatorio al dictador Augusto Pinochet en el Teatro Caupolicán (usado para mejores causas); la campaña desatada por simpatizantes de la tiranía para desacreditar y golpear al Museo dela Memoria, usando las páginas de El Mercurio; y el “análisis” del Instituto Libertad y Desarrollo en contra del Instituto Nacional de Derechos Humanos; todos apuntando a cuestionar todo lo relacionado con el no respeto a los derechos humanos en nuestro país.
No es menor que varias de esas actividades y actitudes, tuvieran su origen en recintos policiales donde permanecen cumpliendo largas condenas ex oficiales de las Fuerzas Armadas y Carabineros, agentes del Estado, que son responsables de violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y delitos mayores que afectaron a miles de compatriotas.
Tampoco pasa desapercibido que en esos hechos y análisis participaran personeros ligados a los partidos de la derecha que, por lo demás, cobijan a ex funcionarios de la dictadura.
Hay una falacia -para empezar- en los dichos de quienes estuvieron al frente de esos hechos. Que los derechos humanos son cuestiones de la Izquierda. Claro, la Izquierda ha sido la primera en reivindicar los derechos humanos, pero éstos tienen que ver con convenios y tratados internacionales, con disposiciones constitucionales, con una ética y con la construcción de sociedades sanas.
Una legisladora de la derecha dijo que en Chile podíamos hacer como los europeos, que lograron llegar a una convivencia después de la Segunda Guerra Mundial. Sí, lo que ella olvidó o quiso olvidar, es que en los países europeos están prohibidas y objetadas las actividades de reivindicación de Hitler o del nazismo. No en vano varias agrupaciones de derechos humanos y representantes de la sociedad civil plantearon que en nuestro país deberían estar prohibidos los actos de apología al terrorismo de Estado y a quienes fueron responsables de violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. No hacerlo, podría contribuir a poner en riesgo principios de respeto a los derechos humanos.
Que un historiador ultraderechista pueda decir en las páginas de El Mercurio que el Museo de la Memoria -de reconocido respeto por sus contenidos, tanto a nivel nacional como internacional-, “representa el deseo de falsificar la historia” y que esa entidad “es parte de una propaganda de agrupaciones políticas”, es una amenaza a la consistencia de la reivindicación de los derechos humanos y a la política del Estado chileno de reparación a víctimas de crímenes como la ejecución, la desaparición, la tortura, la cárcel y el exilio.
Para no descuidarnos, en las mismas páginas pero en otro día, escribió el conocido amigo íntimo y asesor de Pinochet, el empresario Sergio Rillón, que el Museo de la Memoria “es símbolo de un mal muy profundo incrustado en nuestra convivencia política” porque “sólo muestra situaciones en detrimento del gobierno militar”. Si eso no es un ataque a la reparación y a la consolidación de los derechos humanos ante las atrocidades que se cometieron durante la tiranía, quién sabe de qué se trata.
La guinda de la torta la puso una funcionaria del gobierno de Sebastián Piñera, la señora Magdalena Krebs, directora de la DIBAM (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos) al señalar como un error que dicho museo sólo circunscribiera “su misión a las violaciones de los derechos humanos” sin hablar de lo que generó todo eso, en alusión al gobierno de la Unidad Popular. Dijimos en su momento que el gobierno debía precisar si ésa era la postura oficial ante este tema. Quizá ese y otros planteamientos incidieron en que la señora Krebs volviera a escribir a El Mercurio para esclarecer sus palabras.
En este listado de hechos surgidos en las últimas semanas hay que incluir un “análisis” del Instituto Libertad y Desarrollo, ligado a la UDI, que estableció que el Instituto Nacional de Derechos Humanas tiene “una agenda de izquierda”, que allí se postulan ideas “igualitaristas y no conservadoras ni libertarias” y que se “maximalizan” los derechos humanos.
Un par de meses antes, altos personeros del gobierno de derecha, declararon que eran sesgados e inclinados a la Izquierda los informes del INDH y le quitaron valía al organismo.
A estas alturas consideramos que el acto de recordatorio de Pinochet, las acciones de condenados por delitos de lesa humanidad desde recintos carcelarios, las arremetidas contra el Museo de la Memoria y los cuestionamientos al INDH, ponen en evidencia que hay amenazas de nuevo tipo contra la vigencia de los derechos humanos en nuestro país.