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Los señoritos satisfechos

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Joaquín Arduengo
Por : Joaquín Arduengo Partido Humanista
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En nuestro caso, muchos de ellos, accedieron al poder mediante mecanismos desconocidos e inaccesibles para la gran mayoría y se hallaron de pronto instalados en medio de prerrogativas que fueron fundadas en los tristes años de la dictadura y reforzadas en nuestra aparente democracia.


Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas” que data de 1926 nos habla de la época de los “señoritos satisfechos”. No pude evitar cotejar su descripción con la situación actual de Chile. Estamos invadidos de estos curiosos especímenes, que nos aconsejan acerca de lo que debemos pensar y hacer para llevar a nuestro país “al desarrollo”.

Se trata de ministros, políticos, analistas, economistas, banqueros, accionistas, empresarios, sociólogos y tecnócratas de todo tipo que forman un conjunto de “formadores de opinión” cuya característica común, es que son “aceptables”, para los medios de prensa masivos, que en nuestro país son pocos y la mayoría controlados. Todos estos personajes, se pasean entre nosotros y se muestran en la TV, autosatisfechos, insípidamente mecánicos y definitivamente incompetentes.

Nuestros autóctonos señoritos satisfechos tienen la impresión propia —al dormir sobre el poder— que la vida es fácil, sobrada, sin limitaciones trágicas; por tanto encuentran en sí mismos una sensación de dominio y triunfo que les invita a afirmarse tal cual son y a dar por completo un reducido haber moral e intelectual. Este contentamiento les lleva a cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Así pues, actúan como si solo ellos existieran y por tanto, intervienen en todo imponiendo sus opiniones, sin miramientos, trámites ni reservas, es decir, según un régimen de acción directa, cuyos resultados caen una y otra vez, sobre nuestra maltratada gente.

[cita]En nuestro caso, muchos de ellos, accedieron al poder mediante mecanismos desconocidos e inaccesibles para la gran mayoría y se hallaron de pronto instalados en medio de prerrogativas que fueron fundadas en los tristes años de la dictadura y reforzadas en nuestra aparente democracia.[/cita]

Sin embargo y volviendo a lo que nos ocupa, el brillante ensayista también nos avisa de quienes “heredan” ciertas condiciones y usufructúan de ellas. En nuestro caso, muchos de ellos, accedieron al poder mediante mecanismos desconocidos e inaccesibles para la gran mayoría y se hallaron de pronto instalados en medio de prerrogativas que fueron fundadas en los tristes años de la dictadura y reforzadas en nuestra aparente democracia.

Por ello sus discursos de “justicia social” resultan repetidos y vacíos, porque en realidad están condenados a representar los grandes intereses. Desde esa posición no pueden llegar a ser ni los otros ni ellos mismos. Se convirtieron en pura representación o ficción de un “progreso” patético y ajeno. Por ello no están en condiciones de crear destino y han terminado convirtiéndose en administradores de un injusto pasado, sintiéndose en cada medida llamados a un examen corregido por encuestas hábilmente preparadas en los elegantes salones del “centro de estudios públicos”.

Por su parte la derecha económica, hoy en el poder, embriagada por el dinero que le quita a la mayoría, mediante un fantástico y oculto sistema de drenaje planificado y ejercitado por una horda de ingenieros del abuso, íntimamente se solaza de tener un gobierno que les administra el país cuidando sus propios beneficios y no les preocupa mayormente un cambio, porque no lo necesitan, al fin comparten el mismo exclusivo, gris y superficial club: el “Club de los Señoritos Satisfechos”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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