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El PS y la crisis de la que nadie quiere hacerse cargo

Por: Edison Ortiz G., concejal de Rancagua


Señor Director:

Para el XXIX Congreso del PS escribí un pequeño artículo (“Cinco dilemas actuales del socialismo chileno”), como aporte a la discusión que intentaba resumir, luego de la diáspora de 2008-2009 de la que muchos fuimos protagonistas, los desafíos o dificultades que enfrentábamos los socialistas como oposición y luego de veinte años de gobierno. Considero significativo rescatar este texto pues tanto Fulvio Rossi como Marcelo Díaz, con sus respectivos argumentos, han vuelto a poner de manifiesto estas debilidades.

En aquella ocasión, y con mucha tranquilidad, hablé de la falta de sinceramiento de nuestros órganos institucionales que no son, ni representan lo que dicen ser y que en definitiva, desde hace tiempo, las decisiones más importantes se han venido tomando al margen de la institucionalidad formal del PS. Ambos parlamentarios en su dimisión del martes reiteran este inconveniente.

Hablé, también, de nuestro excesivo centralismo y autoritarismo, pues resultaba incomprensible que mientras el país camina, y nuestro discurso también, hacia mayores potestades para las regiones, en el caso del PS, sucede todo lo contrario. Se ahogan y castigan los intentos autonómicos, las directivas regionales son verdaderos apéndices de la nacional con los efectos ya sabidos. Los candidatos casi a todo, los nombra la capital, y en regiones se debilita a la organización transformándola en un mero referente de adhesión a la metrópolis. Es por eso que el socialismo se ahoga en provincias: sin identidad propia, sin personalidad y con un complejo hacia el centro  tremendo. En el lamento de ambos congresistas también se reiteró esta dificultad.

Señalé en su oportunidad nuestra incongruencia entre lo que decimos en el discurso y lo que hacemos en la práctica. Si uno se guía por las arengas que elabora el PS a través de sus órganos regulares —Congresos, Conferencias, Plenos, etc.— se puede observar una organización bastante radical e inconformista con el orden existente; en cambio si se la mira desde su práctica política, es una colectividad suficientemente conservadora y defensora del orden y del statu quo. Por cierto, antes Allende, Rodríguez y otros daban por sentado que una cosa eran las declaraciones de la organización —estoy pensando en Chillán, 1967— y otra sus prácticas —alcanzar el gobierno por las vías tradicionales en 1970—. El propio Altamirano lo ha señalado en sus diversos escritos sobre aquel periodo intentando defender esa doble alma de la colectividad. Aún recuerdo que en el Pleno de febrero de 2010, había una pancarta que decía «Por una AFP estatal». Delante de ella, el flamante nuevo presidente del PS, Fulvio Rossi, y el aspirante que ganaría la elección interna de julio, Osvaldo Andrade, apelando por este objetivo y por más protección social, cuando ambos, uno parlamentario y el otro ministro sectorial  habían sido protagonistas de un gobierno que, se negó a avanzar más en ese derrotero. Otra gran contradicción del PS: la distancia abismal que existe entre lo que dice la colectividad y lo que hacen sus dirigentes. Tema no menor, cuando no pocos problemas (y quiebres) en su historia se han producido precisamente por ello. Ambos personeros, reclamaron en su dimisión “el cumplimiento de un programa”, y no sólo el acceso a cargos en un eventual segundo gobierno de Bachelet.

Indiqué, además, el carácter original y contradictorio de nuestros liderazgos aluvionales que no logran ser canalizados orgánicamente por la colectividad y que, en varias oportunidades, se han transformado en dolores de cabeza para la organización. He ahí sus ejemplos más emblemáticos: Grove, Allende y Bachelet. Varios estudiosos del PS han profundizado en este dilema: una colectividad que genera tremendos actores públicos, pero cuya orgánica —a diferencia del PSOE, del Laborismo y del Partido Demócrata—, es incapaz de integrarlos positivamente. Ocurre entonces que pasado el liderazgo, el PS continúa estancado en el 10% y, a veces, aquello culmina transformándose en caudillismo y quebrando a la agrupación. Nuestro caso es patético: el tremendo apoyo de la ex Presidenta Bachelet, por nombrar el caso más reciente no logró en las primarias hacer crecer sustantivamente al PS y más bien aparece hoy sumergido en su crisis más profunda desde la diáspora de 1979.

Por último, reiteré nuestra dificultad para resolver nuestras crisis de convivencia. Estuve con Marco en la última presidencial por las razones que todos conocen, decisión que, entre otras cosas, fue  consecuencia del rompimiento de la legalidad partidaria proceso que se desarrolló a lo largo de los años de la transición, pero que cobró mayor fuerza desde el Golpe de Estado a la directiva que encabezó Gonzalo Martner en enero de 2005. La brutal destitución de ese elenco directivo y su posterior ostracismo es, a mi juicio, el comienzo de la actual crisis del PS que se amplificó con la fallida Convención Presidencial de enero de 2009 y cuya última arista visible es la renuncia de Rossi y Díaz. Este es nuestro primer gran problema a resolver y tiene relación con nuestras convicciones democráticas. Ambos parlamentarios renunciados han señalado que, después de todo lo ocurrido, esto no ha cambiado en nada. Es más, derechamente hablan en sus carta-renuncia de la existencia de “un partido, dentro del partido”, promovido por la corriente del actual presidente y cuya orgánica trabajó en las pasadas Primarias, derechamente, contra todos aquellos candidatos que no fueran de su sector. Así se perdió, entre otras, La Serena, Valparaíso, Rancagua y Talca. Algunos fueron ajustes de cuentas con aquellos que estuvimos con Marco el 2009 y otros, como el caso de Saldívar, son derechamente intentos por aplastar a las caras visibles de las minorías partidarias.

La renuncia con elástico de Díaz, no solo confirma que el PS sigue tropezando con la misma piedra, sino que, también, continúa envuelto en una crisis que lejos de acabarse, nadie puede asegurar cuándo puede concluir y que daños colaterales puede ocasionar. No hay quiebre formal como en el pasado pero, se dice, que el ruido de los cuchillos se puede escuchar nítidamente por los pasillos de la sede en calle Paris. Hay que estar atentos.

Edison Ortiz G.
Concejal de Rancagua

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