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Museo de la Memoria: hablemos del contexto

Carolina Aguilera
Por : Carolina Aguilera Ex-investigadora de FLACSO-Chile, socióloga.
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Es necesario, por tanto, hablar del complot que organizaron chilenos junto con agentes norteamericanos para derrotar al gobierno de Salvador Allende. Los archivos para informarse de estos asuntos si están en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Por ejemplo, aquel que relata la reunión entre el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards y el secretario de Estado, Henry Kissinger, realizada para desestabilizar la economía chilena. Gracias a estas gestiones Estados Unidos, como ha reconocido oficialmente, aportó cuantiosas sumas de dinero para este fin.


En las últimas semanas se ha revivido la polémica sobre el periodo histórico cubierto por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Desde distintas aceras se ha argumentado sobre la necesidad de que la institución exhiba también el contexto histórico previo a la dictadura, para poder explicar, de alguna manera, las violaciones a los derechos humanos.

Más allá que uno acepte o no la posibilidad lógica que antecedentes históricos expliquen los sucesos posteriores, el debate trasluce la dificultad que tenemos hoy de hablar sobre este período histórico. Pareciera que el consenso sobre el que se construyó dicho Museo, Nunca Más a las violaciones a los Derechos Humanos en Chile, también descansó sobre un segundo consenso: no hablar del periodo previo. ¿Será así? ¿Qué es eso que nos cuesta ver, decir o escuchar?

Hablar del contexto previo implica, en primer lugar, preguntarse por la crisis político-institucional de la Unidad Popular, y, en especial, por las responsabilidades políticas de los distintos sectores; de la izquierda dentro y fuera de la UP, de la derecha, y del centro. También habría que preguntarse por la responsabilidad política de los sectores sociales y de las Fuerzas Armadas; grupos de empresarios y latifundistas, así como de los sindicatos, entre otros. Ya ha habido quienes han comenzado. Baste recordar Democracia y Socialismo, de Tomás Moulián, publicado en 1983, y en dónde Moulián realiza una profunda crítica al rol del intelectual de izquierda en la Unidad Popular, así como a las concepciones políticas de dictadura del proletariado. Asimismo, quienes han dirigido a la Concertación, muchos de ellos cercanos a la Unidad Popular en aquella época, han cambiado de posición con respecto a los regímenes totalitarios, haciendo una suerte de mea culpa de la experiencia de los 1.043 días. También algunos personeros de derecha se han arrepentido de haber apoyado el Golpe. ¿Han contado ellos todo lo que saben? Es obvio que nos merecemos la oportunidad de hablar de esto, pero sobre todo de escuchar lo que muchos no han querido contar.

[cita]Es necesario, por tanto, hablar del complot que organizaron chilenos junto con agentes norteamericanos para derrotar al gobierno de Salvador Allende. Los archivos para informarse de estos asuntos si están en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Por ejemplo, aquel que relata la reunión entre el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards y el secretario de Estado, Henry Kissinger, realizada para desestabilizar la economía chilena. Gracias a estas gestiones Estados Unidos, como ha reconocido oficialmente, aportó cuantiosas sumas de dinero para este fin.[/cita]

Hablar del contexto también implica hablar de la Guerra Fría. ¿Fue nuestro país víctima de una guerra de titanes que se libraba en el gran territorio de América Latina, territorio conquistado hasta ese entonces por los Estados Unidos y disputado por las fuerzas comunistas y socialistas? ¿No hubo acaso un proceso político chileno propio? Hablar de las responsabilidades locales implica asumir que la Guerra Fría no actuó como una maquinita externa sin agencia local. Es necesario, por tanto, hablar del complot que organizaron chilenos junto con agentes norteamericanos para derrotar al gobierno de Salvador Allende. Los archivos para informarse de estos asuntos si están en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Por ejemplo, aquel que relata la reunión entre el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards y el secretario de Estado, Henry Kissinger, realizada para desestabilizar la economía chilena. Gracias a estas gestiones Estados Unidos, como ha reconocido oficialmente, aportó cuantiosas sumas de dinero para este fin.

Hablar del contexto de la Guerra Fría también implica hablar del acuerdo de larga data entre las Fuerzas Armadas estadounidenses y las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos para llevar adelante un programa de entrenamiento que tenía por fin enfrentar militarmente a los movimientos revolucionarios de izquierda, llamado Escuela de las Américas. La Doctrina de Seguridad Nacional inculcada en esta escuela explica en gran medida la práctica de Terrorismo de Estado, practicada oficialmente por el Estado en dictadura. Explicar el Golpe de Estado no basta para dar cuenta de 17 años de una dictadura que aplicó una política estatal de represión sistemática, con desaparición forzada de personas, centros especializados de tortura, y persecución, entre otros.

Hablar del contexto implica finalmente, también hablar de nosotros mismos, de aquella tradición autoritaria que no queremos ver en nosotros, y que no se ha terminado. De la exclusión y represión que han sufrido muchos durante la república independiente en manos de las fuerzas policiales y militares; hasta el día de hoy. En Chile se torturaba en las cárceles desde mucho antes. ¿A quiénes? A los que nuestra sociedad considera indeseables. Chile ha sido acusado ante la Corte Internacional de Derecho Humanos por violaciones a los derechos humanos hoy por la violencia cometida por las policías contra manifestantes. Quizás a algunos este argumento les parezca la búsqueda de un empate, o una relativización del problema. No lo sé de antemano, discutamos sobre esto primero y luego podremos responder a esta pregunta.

Pero sobre todo hablar del contexto nos obliga a volver a hablar, a abrir esa caja que contiene recuerdos que nos avergüenzan. Implica hablar de los modos de convivencia y de cómo abordamos el conflicto social, a nivel público y a nivel privado. Hablemos aquí, en los medios de comunicación, en el Museo de la Memoria de los Derechos Humanos, en el Museo Histórico Nacional, en los colegios, centros de estudios, universidades, casas, dónde sea, pero hagámoslo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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