El censo de los no censados
¿No te han censado? ¿Sabes de otros casos? A la editora de El Quinto Poder.cl la censaron fuera de plazo y por teléfono. Aquí cuenta su experiencia.
Debe ser porque el primer censo fue todo un acontecimiento para mí. O porque recuerdo exactamente qué hacía el censo pasado, dónde estaba y qué había hecho la noche anterior. O porque era la oportunidad de transparentarle datos al Estado y me tragué eso de que “todos contábamos”. Lo cierto es que el Censo me ha parecido siempre un proceso republicano del mayor interés. Imagino que lo debe ser aun más para quienes constantemente consultan datos del INE, para quienes trabajan en el INE, para quienes diseñan políticas públicas. O eso quisiera creer.
Por eso, toda esta historia de privatizar el levantamiento de datos del censo me pareció siempre un despropósito. Por un lado, porque se trata de un trabajo que llevarían a cabo, bajo presión, personas a las que se contrataría en condiciones desventajosas, por lo que muchas veces no es posible cumplir la tarea en óptimas condiciones y a tiempo (me encantaría conocer la experiencia de un encuestador de censo). Por otro lado, no me parecía eficiente tratar de contar en tres meses a una población en movimiento, cuando antes se hacía en un día, estuviera la gente donde estuviera. En este sentido, grande sería el aprecio mío y de muchos ciudadanos si se nos mostrara en qué sentido es mejor privatizar y tercerizar un proceso que antes llevaban a cabo los mismos ciudadanos. ¿Qué sigue? ¿Pagar por ser vocal de mesa?
Resquemores aparte, atengámonos al proceso. Durante los meses de censo nadie visitó mi casa, en la que vivo sola, ni me dejó notificación alguna. Constantemente cotejábamos este dato con mi vecino, que también vive solo y con otros vecinos, para asegurarnos de que verdaderamente el edificio no fue censado.
Sólo el pasado 19 de julio, es decir, 4 días después de que terminara formalmente el proceso – como me informaría hoy la encargada metropolitana del censo – un censista visitó mi hogar, dejándome no una notificación para la siguiente visita, que es lo que corresponde, sino un teléfono al que yo debía llamar. Esto de hacer que el censo de población y vivienda, es decir la ocasión de hacer una radiografía estadística de nuestra gente, quede a la buena voluntad de los ciudadanos, me parece polémico, por decir lo menos. Aun así, llamé. La encargada, muy amable, de nombre Oriana Villegas, se identificó como la responsable metropolitana del censo. Le extrañó que se me hubiese visitado por primera vez fuera de plazo y, sin mayores contratiempos, me pidió realizar el censo por teléfono, directamente con ella. Le expliqué que no tenía problemas en responderle, pero que la mayoría de la gente en mi edificio estaba sin censar. Dijo que iría ella misma, que se conseguiría gente para censar el lugar. Se despidió agradeciéndome la conciencia cívica.
Y es aquí donde yo hago un respiro y me pregunto ¿debería todo esto ser algo de conciencia cívica? ¿O debería ser el proceso mismo el que garantizara mínimos de eficiencia? Comprendo que en un proceso que involucra a cerca de 18 millones de personas, hay errores comprensibles. Sin embargo, ni vivo en el último rincón del país (mi casa está al pie del cerro Santa Lucía) ni soy tan reacia al proceso como para ser requerida tres veces y no dar respuesta. La prueba es que llamé a la primera. ¿Es razonable, entonces, que con mi dinero el Gobierno decida pagar a privados por algo que se hacía antes a punta de voluntarios y que, además, era más eficiente? Alguien me sopla que una de las razones por las que se quiso hacer de manera privada este censo es el miedo de que los estudiantes boicotearan los datos. No sé si eso será verdad, pero quisiera creer que no llega a tanto la paranoia de nuestras autoridades.
Especulaciones aparte, que levante la mano el que quedó las veces anteriores sin ser censado. Que levante la mano el que fue dejado fuera.
Esta fue, aproximadamente, la pregunta que hice en mi modesto timeline de Twitter, no con fines muestrales serios, sino simplemente, para saber si era un caso aislado o no. Trece personas de este microscópico universo (@veropinilla, @pmillalen, @julioreyeslazo, @pergenia , @ligiagreenjune, @inpolitic, @the_chileanway, @marielaypunto, @polako_r, @kenatel, @the-vecino, @halionkhargos, @patocelis) dicen que no fueron censadas de ninguna manera. Otras dos respondieron que, igual que yo, fueron censadas por teléfono. Entre las diversas experiencias de estas personas hay quien dice que le dejaron mal escrito el número al que tenía que llamar, quien asegura que le pegaron el autoadhesivo de casa censada, sin que se le censara, y quien incluso cuenta que esto sucedió en toda una cuadra de Coquimbo, donde el autoadhesivo se pegó incluso en casas deshabitadas.
Así las cosas, ni parece tan cívico ni parece tan confiable este proceso del que dependerán las políticas públicas de toda una década. Le digo a la encargada del censo que verdaderamente simpatizo con la tragedia que tendrá el INE durante los próximos once años. No dice nada.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl