Publicidad

Los «Hombres de Bien»

Publicidad

¿Y qué hacen los «hombres de bien»? NADA. La mayoría de ellos ni siquiera DICE nada. Algunos se me acercan y me aconsejan que «no siga pegado en el pasado». No les importa que los terroristas quemen viva a la gente, mientras siguen presos los uniformados (r) que nos libraron de que aquéllos se tomaran el poder.


En alguna película sobre el advenimiento del régimen nazi, uno de los protagonistas, que intentaba oponerse a aquél, decía una frase alusiva a la situación que se vivía en Alemania. No sé si era una frase propia suya o una cita: «Para que el mal triunfe, basta que los hombres de bien no hagan nada».

En Chile, los «hombres de bien», hoy día, no sólo no hacen nada, sino que la casi totalidad de ellos no DICE nada.

Anteayer leí en el diario que se estaba pidiendo la extradición de un oficial (r) de Ejército por la muerte de Víctor Jara, ocurrida en 1973, por fallo unánime de los ministros de la segunda sala de la Corte Suprema. Decía la información («El Mercurio», 31.01.13): «Los magistrados agregan que la acción penal, por tratarse de crímenes contra la Humanidad, es imprescriptible».

Supongo que «los hombres de bien» saben que esa afirmación de todos los ministros de una sala de la Corte Suprema encierra no sólo una falsedad, sino un atropello. Y no sólo al derecho chileno, sino a las nociones básicas del derecho penal universal ancestral. El «crimen contra la Humanidad» no estaba tipificado en el derecho chileno en 1973. ¿Puede una sala del máximo tribunal perseguir a alguien por un delito que no existía en la ley chilena cuando se cometió el hecho?

En seguida ¿por qué la muerte de Víctor Jara sería «un crimen contra la Humanidad» y no lo es, por ejemplo, la muerte del Intendente de Santiago en 1978, Carol Urzúa? Uno de sus asesinos a sangre fría, Jaime Yovanovic, fue condendo a cadena perpetua, se fugó durante 19 años y, cuando fue recapturado, se le aplicó «media prescripción» y quedó en libertad. ¿Carol Urzúa no pertenecía a la Humanidad y Víctor Jara sí?

Con el añadido de que Víctor Jara era un revolucionario, de la revolución violenta. Basta leer la letra de sus canciones para comprobarlo. Fue apresado en la Universidad Técnica, desde la cual en los días siguientes al 11 de septiembre de 1973 se disparaba a carabineros, tanto que murió uno de ellos, que estaba sobre el techo de una comisaría vecina a la Universidad. Jara debió haber sido apresado y sometido a proceso, y no ejecutado, es verdad. Pero la Ley de Amnistía, que benefició a TODOS los extremistas que se acogieron a ella, también extinguió la responsabilidad de quien dio muerte a Jara, si es que en Chile existe igualdad ante la ley.

Circula un documento, que se dice es obra de un ex oficial de inteligencia, titulado «Lección de Inteligencia», y que el general (r) Hernán Núñez, ha hecho llegar al Presidente de la República. Es muy impresionante. Analiza las declaraciones del diputado Marcelo Schilling, que estuvo a cargo de «la Oficina» de inteligencia bajo el gobierno de Aylwin. Él dice ahí con toda claridad que el Informe Rettig, las reparaciones económicas a que éste dio lugar, y el desconocimiento de la Ley de Amnistía para los uniformados, son los tres pilares en que se funda la paz social en Chile. Entre líneas, entonces, dice que habría mucha más violencia en el país si no se hubiera consagrado esta especie de «pago de un rescate» al terrorismo de extrema izquierda.

Es decir, somo rehenes del extremismo. En el documento se hace un recuento de las ingentes cantidades de dineros públicos que financian los pagos y prebendas al extremismo. Suman ya miles de millones de dólares. Se pormenorizan los privilegios de que el mismo goza. Sirva como muestra la contratación por Gendarmería de una extremista de izquierda belga (Emmanuelle Verhoeven) para entrenar en la Cárcel de Alta Seguridad a los reos por el asesinato de Jaime Guzmán, para que estuvieran en condiciones de fugarse cuando un helicóptero los fuera a recoger, gozando de la garantía de ausencia de fuego por parte de los gendarmes (ver detalles en mi libro «Terapia para Cerebros Lavados»). El entonces director de Gendarmería fue posteriormente «premiado» con una embajada.

Objetivamente vivimos, pues, en un clima escandaloso, en que los jueces se burlan de las leyes y la Constitución; en que las desigualdades flagrantes ante las unas y la otra prevalecen, pues tenemos a TODOS los extremistas del ’73-’90 gozando de libertad gracias a la amnistía y recibiendo pagos millonarios; y a decenas de uniformados encargados por la sociedad de combatirlos sufriendo prolongadas y a veces perpetuas condenas, porque se les deconoce esa amnistía.

El grado de injusticia es insultante. Y lo es mucho más desde que el Presidente de la República prometió, siendo candidato, que terminaría con esa discriminación, y durante todo su mandato no sólo NO HA HECHO NADA al respecto, sino que ha redoblado la persecución ilegal contra los uniformados y el financiamiento de entes extremistas (léase «Instituto de Derechos Humanos» y «Museo de la Memoria»)

¿Y qué hacen los «hombres de bien»? NADA. La mayoría de ellos ni siquiera DICE nada. Algunos se me acercan y me aconsejan que «no siga pegado en el pasado». No les importa que los terroristas quemen viva a la gente, mientras siguen presos los uniformados (r) que nos libraron de que aquéllos se tomaran el poder.

Francamente, no sé si siquiera merecen llamarse «hombres de bien».

Publicidad