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Debate académico a la altura de Facebook

Por: Eduardo Sabrovsky, Profesor Titular Universidad Diego Portales


Señor Director:

En su réplica fechada el 6 del presente, el Sr. Flores Arancibia reitera y aumenta el ya confuso y abrumador “name dropping” académico de su “Carta abierta a Eduardo Sabrovsky” (en un par de textos destinados a un medio masivo, Flores Arancibia se las ha arreglado para mencionar –sólo mencionar– a Marx, Arendt, Negri, Agamben, Rancière, Lefort, Žižek, Heidegger, Kant, Lévinas, Derrida, Habermas, Marchant, Richard, Thayer, Oyarzún, Freud, Badiou, Lechner, Benjamin, Schmitt). Esta estrategia tiene su suelo natal en las relaciones públicas, en la “vida social”, en Facebook. En un debate a través de un diario electrónico sólo consigue confundir y, quizás, impresionar a algún lector desprevenido.

Aparte de esta estrategia de posicionamiento, sólo hay una idea que he podido discernir en esta réplica. Efectivamente, y con rara claridad, el Sr. Flores me atribuye lo siguiente:  “la neutralización del cuerpo mediante la tortura y el endeudamiento de los estudiantes habría contribuido a la hegemonía liberal al igual que la neutralización del cuerpo político mediante el recurso de la universalidad de los derechos humanos y la franja electoral del No.”

Al igual”. Estas palabras, que el mismo Sr. Flores se encarga de destacar, ponen de manifiesto el profundo malentendido del cual, no obstante sus, al parecer, profusas lecturas, no le es posible desprenderse. Sólo al pasar, anoto que la idea de la tortura como neutralización del cuerpo es, a lo menos, antojadiza (aquí sí habría sido oportuno que Sr. Flores hubiese precisado sus fuentes). Emmanuel Lévinas, por ejemplo, a quien el Sr. Flores incluye en su lista de contactos, entiende lo irreductiblemente humano de la vida humana como (la cita no pretende ser textual), “la indefinida postergación del momento de la traición”. La traición es, aquí, por decirlo brevemente, aquello que se alojaría en la debilidad, en el condicionamiento material de la carne: la tortura atentaría contra este núcleo de lo humano no neutralizando al cuerpo, sino por el contrario, tornándolo demasiado presente: haciendo del ser humano un mero trozo de carne doliente (por cierto, no me imagino a Lévinas poniendo al endeudamiento en ese mismo plano).

Pero vuelvo a la ecuación del Sr. Flores. Suya, no mía. Porque, si se me lee con un poco de cuidado, es evidente que lo que yo intento, Schmitt mediante –pero podría ser también Marx­– es poner en evidencia que lo sucedido en Chile no fue producto del aterrizaje de extraterrestres que hubiesen venido a perturbar esa “copia feliz del Edén” que algunos pretenden era el viejo orden de la nación chilena, sino el resultado de tendencias estructurales, tanto globales como locales (estas últimas, a menudo, como “resonancias” internas de fenómenos globales). Así sucede en el caso del llamado liberalismo mundializado e intensificado de nuestros días y que, algo equívocamente, se suele designar con la partícula “neo” (equívoco: lo “neo” suele aplicarse a la moda, que se toma y se deja). Pero del énfasis en tendencias estructurales no se sigue la legitimación de los horrores de los cuales, por lo demás, la historia humana, sin excluir la de la izquierda, está plagada. Un ejemplo, para que se me entienda: en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels hacen una apología de la expansión capitalista. Disciernen en ella la saludable posibilidad de que “todo lo sólido se disuelva en el aire”: de que, desaparecidos los viejos privilegios y estructuras, la humanidad tenga la posibilidad de un nuevo comienzo, desde cero. Ahora bien: ¿es posible por ello imputar a Marx y Engels los sufrimientos asociados a este proceso? ¿Es, por usar la palabra del Sr. Flores, “igual”?

Por otra parte, el Sr. Flores no entiende la relación entre fuerza, poder y justicia (le recomendaría agregar a Elías  Canetti, Masa y Poder, a su listado de contactos. Mejor: a sus lecturas. Lo mismo con Hobbes). En efecto, para que un poder se consolide como tal, ha de dejar atrás su impuro origen: ha de legitimarse como ley. Así, a diferencia de lo que los liberales ingenuos (¿el Sr. Flores?) creen, derecho y fuerza no se contraponen Más bien, el imperio del derecho es parte de de una economía de la fuerza: “fuerza de ley”. Pero de nuevo, con esto no se está diciendo que fuerza y derecho sean “al igual”. El derecho es fuerza sublimada, postergada (la postergación, quizás, de Lévinas). Es entonces la posibilidad, en la efímera vida humana, de vivir en paz, incluso aunque esta paz no sea más que una tregua.

Con esto, considero que esta polémica está agotada. Podrá el Sr. Flores fatigar los diccionarios de filosofía buscando nombres, le deseo suerte en la empresa.

 

Eduardo Sabrovsky
Profesor Titular Universidad Diego Portales

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