La prisión en la que terminó su aventura “golpista” no mitigó su encendida vocación patriótica, por el contrario, se empapó de las ideas bolivarianas y en ellas encontró su misión y cristalizó la vocación a la que consagraría su vida.
Sustrato de la irreducible noción independentista, asociada a la sólida vocación integracionista latinoamericana; del compromiso con los sectores populares y de la reivindicación de los intereses, valores y símbolos nacionales, y del rol activo de las fuerzas armadas en estos procesos, es la formación militar del Comandante Chávez, impronta que marcó todos los actos de su vida.
Cuando a mediados de los años 80 numerosos oficiales de las Fuerzas Armadas de la región —muchos de ellos víctimas de sus propias instituciones, devenidas en golpistas— formamos la Organización de Militares Democráticos de América Latina y El Caribe, Omidelac, nos unían e identificaban los sentimientos heredados de los próceres independentistas, sentimientos que constatábamos latentes en los cuerpos militares de nuestros países y que pretendíamos rescatar de la enajenación de la que muchos eran víctimas. Estos mismos sentimientos son los que con tanta pasión y entrega ha personificado el comandante Chávez.
El advenimiento de la democracia en la región determinó que a comienzo de los 90, después de un lustro de múltiples actividades y participación en diversos foros regionales, Omidelac se desmovilizara, sin perjuicio de que muchos de sus miembros nos mantuviéramos contacto.
[cita]Nuestro primer encuentro fue en el hotel donde se hospedaba. Conocía perfectamente la trayectoria y principios que nos habían movilizado y con un entusiasmo avallasador me mostraba la absoluta coincidencia que nos identificaba y transmitía sus ideas que entonces para mí —coincidiendo con ellas— parecían mesiánicas e inalcanzables.[/cita]
Destacados generales venezolanos participaron en Omidelac, quienes transmitieron en su medio los valores que informaban a la organización, razón por la que el entonces joven oficial Hugo Chávez conociera de su existencia y objetivos.
Conocemos de las motivaciones que lo llevaron el año 1992 intentar derrocar por medios militares al impopular y desprestigiado gobierno de la época, aguijoneado por la frustración generalizada, blandiendo su ya prematuro liderazgo y pasión.
La prisión en la que terminó su aventura “golpista” no mitigó su encendida vocación patriótica, por el contrario, se empapó de las ideas bolivarianas y en ellas encontró su misión y cristalizó la vocación a la que consagraría su vida.
Liberado en 1994, se dedicó a difundir sus ideas no sólo en su Venezuela sino en la región, misma que ya había definido como su ámbito natural de acción. Así es como ese año llega por primera vez a Chile, con la intención de tomar contactos políticos.
Pretendiendo revivir Omidelac, toma contacto con ex colegas de la organización en Uruguay, quienes me anuncian su próxima llegada a Chile, con el encargo de recibirlo y concertarle reuniones con dirigentes locales.
Nuestro primer encuentro fue en el hotel donde se hospedaba. Conocía perfectamente la trayectoria y principios que nos habían movilizado y con un entusiasmo avallasador me mostraba la absoluta coincidencia que nos identificaba y transmitía sus ideas que entonces para mí —coincidiendo con ellas— parecían mesiánicas e inalcanzables.
No logré —a pesar de mis esfuerzos— concertar cita alguna con dirigentes de la Concertación. Todos veían en mí un desvarío pretendiendo conseguir audiencia para un “militar golpista”. Sin incomodarse, el comandante concurrió con igual entusiasmo a reuniones con algunas organizaciones de base, donde expuso su ambicioso ideario.
Mis esfuerzos frustrados, sin embargo, no empañaron la relación que nació en esos días de largas e interesantísimas conversaciones “entre militares”. Por algún tiempo intercambiamos información, conociendo de primera mano sus sorprendentes avances en el medio venezolano, los que culminaron con su ascenso a la Presidencia en 1999.
Con esa lealtad propia de camaradas, tuve el honor de recibir de su parte una invitación especial para participar en la ceremonia de Toma de Posición de su alto cargo, participando en el evento como parte de la delegación chilena, encabezada por el entonces Canciller José Miguel Insulza.
Su trayectoria, desde entonces, ha sido patrimonio del colectivo popular de la región.
Notable trayectoria la de este oficial que, movido por trascendentes afanes, conmovió no solo a su país sino a todo un continente, encaminando con su esfuerzo la integración e independencia latinoamericana, sueño que ilumina el horizonte de todo militar fiel a sus raíces.
Comandante Hugo Chávez, descansa en la paz de los próceres.