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El maltrato

Elizabeth Subercaseaux
Por : Elizabeth Subercaseaux Periodista y escritora
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Luego asaltaron a mi consuegra en su tienda de cortinas, a plena luz del día. Llegaron dos malandrines de unos veinte años, pistola en mano, obligaron al asistente de la tienda a tirarse al suelo, lo cubrieron con un paño de género y le pusieron la pistola en la cabeza. A mi consuegra le robaron el collar y los aros que llevaba puestos, a mi consuegro su computador. Mi consuegro salió corriendo tras los ladrones y alcanzó a tomar la patente de una Subarú nueva que según dijeron los carabineros habían robado hacía veinte minutos.


Patricio Fernández iba cruzando la avenida Vicuña Mackena cuando de pronto sintió un golpe en la espalda. Una mujer le había lanzado una hamburguesa llena de mayonesa y Ketchup a la vez que le gritaba !concha de tu madre! y se le tiraba encima propinándole puñetazos y patadas. (Varias personas que miraban la demencial escena no movieron un dedo, como si estuvieran viendo una película). Al día siguiente apareció uno de los “críticos de literatura” diciendo que su libro (que es excelente, bien escrito y hasta inolvidable) valía muy poco, no era un diario de vida sino otra cosa (como si eso fuera tan importante), tenía muchos lugares comunes (como si fuera pecado escribir como habla la gente, sobre todo cuando se trata de crónicas sociales) y otra serie de opiniones de mala fe, tan comunes en estos “expertos” en literatura que ganan un sueldo denostando a los escritores chilenos. Basta que sea bueno para que lo destruyan. Maltrato.

Luego asaltaron a mi consuegra en su tienda de cortinas, a plena luz del día. Llegaron dos malandrines de unos veinte años, pistola en mano, obligaron al asistente de la tienda a tirarse al suelo, lo cubrieron con un paño de género y le pusieron la pistola en la cabeza. A mi consuegra le robaron el collar y los aros que llevaba puestos, a mi consuegro su computador. Mi consuegro salió corriendo tras los ladrones y alcanzó a tomar la patente de una Subarú nueva que según dijeron los carabineros habían robado hacía veinte minutos.

[cita]Luego asaltaron a mi consuegra en su tienda de cortinas, a plena luz del día. Llegaron dos malandrines de unos veinte años, pistola en mano, obligaron al asistente de la tienda a tirarse al suelo, lo cubrieron con un paño de género y le pusieron la pistola en la cabeza. A mi consuegra le robaron el collar y los aros que llevaba puestos, a mi consuegro su computador. Mi consuegro salió corriendo tras los ladrones y alcanzó a tomar la patente de una Subarú nueva que según dijeron los carabineros habían robado hacía veinte minutos.[/cita]

Robos, asaltos, palizas. La conversación de la calle gira en torno al maltrato, al abuso, al descontrol, que el dueño del edificio fálico que hay en la Costanera les paga a sus proveedores una vez cada tres meses, que en las grandes tiendas (Falabella, Almacenes París, Ripley, etc) están cobrando comisiones usureras, que los cajeros automáticos cobran lo que se les da la gana, unos cobran 3 mil pesos por cada operación, más otros 4 mil que los bancos cobran comisiones por esto y por lo otro, y nadie regula nada. La gente anda con la sensación de que cada vez que adquiere algo la están estafando, si compra un llamado “yogurt” ya sabe que no es yogurt sino leche batida, un postrecito (malsano además); si compra un pollo ya sabe que el pollo pesa más porque lo han inflado con agua, además está lleno de hormonas y tiene gusto a harina de pescado. Pero nadie hace nada porque los empresarios se cubren las espaldas.

Del tema salud, Isapre y demás mejor ni hablar. Basta decir que las Isapres suben los planes en la medida en que la persona se hace más vieja o sea tiene más riesgo de enfermar… y nadie regula ese increíble abuso.

En estos mismos momentos se está discutiendo si el salario mínimo debe ser alrededor de 200 mil pesos o 250 mil pesos. ¿250 mil pesos al mes? Una familia (padre, madre, un hijo) que vive en la comuna de Lo Prado gasta al mes 80 mil pesos en almacén, 50 mil en verdura y fruta, 18 mil en pan (a 600 pesos el kilo), 15 mil en electricidad, 12 mil en agua, 24 mil en dos balones de gas para cocinar, 10 mil en locomoción para un adulto, 20 mil en carne (si le alcanza para carne) 10 mil en remedios, 150 mil en la cuota mensual para la Universidad del hijo y 30 mil en Internet (si tiene computador). Esto suma 419 mil pesos mensuales. Esa familia aún no se ha comprado ropa, no le ha echado bencina a su auto (si lo tiene), no se ha dado ni el más mínimo lujo, no ha comprado los materiales de estudio de su hijo… y está en discusión si el salario mínimo legal debe ser alrededor de 200 mil o 250 mil pesos. Mientras se emplee la palabreja “legal” y no la palabra “ético” junto al salario los pagadores chilenos no pueden seguir llamándose católicos apostólicos romanos, ni siquiera cristianos. Si hay algo poco cristiano es pagar estos sueldos “legales”, en lugar de un salario digno y justo que permita a una familia de la comuna de Lo Prado pagar sus cuentas básicas y mandar a su chiquillo a la Universidad.

Me pregunto por dónde, cuándo y cómo estallará la caldera social que, de no cambiar las cosas, obviamente estallará.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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