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Festejos del Patrimonio: el día que vivimos en peligro

Mauricio Rojas Alcayaga
Por : Mauricio Rojas Alcayaga Antropólogo Universidad Alberto Hurtado
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El patrimonio del Chile profundo no se exhibe. Es demasiado riesgoso para nuestra forzada identidad nacional de ser los “británicos de Sudamérica”, ser tan educados como los “franceses” o tener un ejército como el “alemán”. Pero como la gente se empieza a organizar en torno a sus propias identidades y territorio, entonces mejor apurarse y crearles un Fondo Concursable para que se tranquilicen, así evitaremos vivir en peligro y el patrimonio de “todos” los chilenos estará resguardado.


El domingo 26 de mayo nuestro país vivió una nueva celebración de su patrimonio. Se abrieron puertas de imponentes palacios, zaguanes de casas patronales y museos humedecidos por el vacío recibieron a miles de visitantes en el único día que nuestras autoridades recuerdan el valor de nuestros bienes culturales, si es que logran acertar con el sentido profundo de éstos. En la mayoría de los casos la visibilización de nuestro patrimonio se redujo a  sacar a la calle una colección de anticuarios: trajes de época, automóviles antiguos y las infaltables espadas y pistolas, amenizados por atractivas rutas turísticas que nadie sabe a ciencia cierta por qué son patrimoniales.

El antropólogo mexicano Guillermo Bonfill Batalla ya nos advertía sobre la condición hegemónica de las clases dominantes en la construcción de la idea de patrimonios nacionales, es por este motivo que seguramente no vimos un gran despliegue de imágenes de pescadores artesanales en pequeñas caletas exhibiendo orgullosos el mar como patrimonio de todos los chilenos, porque fue entregado en concesión a perpetuidad a las grandes transnacionales pesqueras.  Tampoco asistimos a una ruta patrimonial del Pueblo Mapuche, porque para nuestras policías y autoridades son terroristas. Y mucho menos pudimos recorrer libremente el borde costero de Valparaíso, porque dejó de ser un paseo público para las familias porteñas, expropiado por una empresa portuaria privada.

[cita]El patrimonio del Chile profundo no se exhibe. Es demasiado riesgoso para nuestra forzada identidad nacional de ser los “británicos de Sudamérica”, ser tan educados como los “franceses” o tener un ejército como el “alemán”. Pero como la gente se empieza a organizar en torno a sus propias identidades y territorio, entonces mejor apurarse y crearles un Fondo Concursable para que se tranquilicen, así evitaremos vivir en peligro y el patrimonio de “todos” los chilenos estará resguardado.[/cita]

¿Qué nos quisieron mostrar nuestras clases dirigentes como patrimonio? Aquello que nos habla de pasado inerte, objetos y obras arquitectónicas que huelen a mausoleo y a naftalina. Nada que venga a problematizar nuestra innocua identidad nacional construida a partir de un férreo autoritarismo de élites autocomplacientes, que se sienten gratificadas cada vez que miran nuestro escudo nacional y descubren su esencia en el lema “Por la razón o la fuerza”.

Inclusive cuando se integran elementos del patrimonio más ligado a lo popular, se hace con una clásica operación esterilizada, ya sea festinando con él o vaciándolo de todo contenido problemático. Pienso en una ruta por el Barrio Yungay, símbolo inconfundible de la resistencia ciudadana respecto a una forma turística e inmobiliaria de entender el patrimonio. Sin embargo, nuestras creativas autoridades gubernamentales y empresariales insistieron en exhibir sus remozadas fachadas e incipientes inversiones privadas de falsos patrimoniales, escondiendo la miseria de las personas en situación de calle que pululan por allí, desconociendo el hacinamiento que se vive en muchos casos detrás de las fachadas, o sencillamente ignorando el aporte multicultural de las comunidades migrantes, prohibiéndoles vender su rica gastronomía en las calles porque atenta con la visión sanitaria que tienen nuestras clases dominantes de la ciudad.

Rememoro también el caso que me comentaron recientemente mis alumnos de antropología pensando en los habitantes de Chillepín en el Valle del Choapa, a quiénes se les prohíbe el paso a visitar lo que ellos llaman “Piedras Rayadas”, una importante zona de petroglifos que atestiguarían presencia Inca en nuestro territorio. ¿Y por qué esta comunidad no puede acceder a su propio patrimonio? Sencillamente porque con la total anuencia del Estado Chileno, la Minera Pelambres es dueña de esos terrenos con sector arqueológico incluido, lo que hace que cualquier oriundo  de la zona deba ir hasta  Salamanca a pedir un permiso de visita. Quizás a los dadivosos empresarios se les ocurrió en el día del patrimonio abrir sus puertas, y así de pasada encubrieron que el resto de los 364 días este sitio arqueológico es inaccesible para los ciudadanos dado que es  propiedad privada.

No quisiera arruinar esta fiesta, ya que más de alguien podría objetar que esto también se hace en Francia, con la diferencia que en esa nación europea la mayoría del patrimonio está en manos del Estado con financiamiento asegurado del erario público.  Que distinto al caso chileno. Me temo que esta celebración sólo ratifica que nos importa nuestro patrimonio una vez al año, por eso me parece un día peligroso que permite hacer un espectáculo con  nuestros bienes culturales, festejando el gran número de visitantes a un patrimonio que en la mayoría de los caso no les pertenece. Por el contrario, el patrimonio del Chile profundo no se exhibe. Es demasiado riesgoso para nuestra forzada identidad nacional de ser los “británicos de Sudamérica”, ser tan educados como los “franceses” o tener un ejército como el “alemán”. Pero como la gente se empieza a organizar en torno a sus propias identidades y territorio, entonces mejor apurarse y crearles un Fondo Concursable para que se tranquilicen, así evitaremos vivir en peligro y el patrimonio de “todos” los chilenos estará resguardado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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