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¡A votar en el extranjero, ya!

Sergio Pinto Briones
Por : Sergio Pinto Briones Periodista y poeta visual. Reside en España desde 2005.
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La derecha es recelosa con lo que pasa fuera de su escenario amurallado de cordillera y océano. Votar en el extranjero es un acto que no está en los diálogos de su teatro, sólo hay malabares para este tipo de acción democrática. Una deuda que Piñera, como actor social, debería cumplir –como parte de sus promesas de campaña- antes que termine su mandato. Todavía está en el inconsciente de la derecha, que afuera están los zurdos, los exiliados con sus ponchos de lana de alpaca que cubren resentidamente sus puños cerrados y contagian de ideas ingenuas a los desorientados, a los jóvenes que quieren depositar su pujanza en la venas de un Chile más solidario. De momento, Chile es la imagen de lo que más odia la derecha. Estamos en el club de los países que no pueden votar en el extranjero, entre ellos, Cuba, Pakistán, Uruguay y Corea del Norte. En el exterior, a simple vista, hay más chilenos concertacionistas y simpatizantes de izquierda. Es verdad. Ellos son más notorios, pero eso no quiere decir que sean una rotunda mayoría, ya que la población en el exterior se ha acrecentado por la llegada de más estudiantes, trabajadores y funcionarios. En ese sentido, la centro-izquierda no tiene la culpa de que la derecha sea menos organizada, arrastrada por la individualidad liberal que profesa y, por lo tanto, resulta invisible, como los poderes que representa de forma devota. Desde el “fin” de la dictadura, no ha existido una real voluntad política para llevar a cabo este ejercicio cívico. Se han presentado nueve proyectos de Ley: ocho, la Concertación; y uno, la derecha. Lo más notorio fue en mayo del 2009, con un proyecto de ley enviado al Congreso. Sin embargo, esta iniciativa fracasó por los partidos de derecha, ya que, según la Constitución del 80, se necesita una mayoría calificada para su aprobación. Situación que, como es obvio, no ocurrió. A eso habría que agregar, que en el 2010, Piñera presentó un Proyecto de Ley Orgánica Constitucional, que facilitaba el voto en el extranjero, pero a través de condiciones (“vínculo”). Un requisito que fue rechazado por las entidades de chilenos en el extranjero, la oposición y, sobre todo, por la Corte Suprema, que la consideró inconstitucional, por faltar al principio de igualdad ante ley. El argumento del vínculo no permite avanzar en esta cuestión. Un sector de la derecha exige un tiempo de visita y permanencia en Chile. ¿Qué mayor vinculación que ser chileno? Si la verdadera no vinculación viene muchas veces de esa derecha insensible que, a pesar que viva en el mismo país, mire con indiferencia los profundos cambios que Chile necesita. Un territorio mal acostumbrado a la pasiva idea de: “en la medida de lo posible”, una tuerta resignación instaurada en el primer gobierno de la Concertación. Que no se pueda votar en el exterior es una irresponsabilidad y un bramido de discriminación. Somos casi un millón de chilenos que vivimos en el extranjero. Si lo dice la misma Constitución: confiriendo el derecho a sufragio, sin condiciones, a todos los chilenos mayores de edad, que no hayan sido condenados a pena aflictiva. Por lo tanto, es irrelevante el lugar, el destino fortuito que la vida ha establecido. Piñera ha reiterado en su último discurso presidencial de contar prontamente con una ley que garantice el derecho de votar en el extranjero. Mal que mal, todo son aforismos, ya que todo apunta a que este tema será guardado en el cajón del escritorio presidencial hasta la llegada del próximo Mandatario(a), dejando -con ello- que muchos chilenos no puedan votar en las elecciones presidenciales y parlamentarias del 17 de noviembre de este año. Bajo estas premisas, la discusión no tiene que venir solamente de la clase política. No es tiempo de perezas y de falsas expectativas. Viene de los que no creen en las corbatas y sus ceremonias parsimoniosas. Viene de los muchos chilenos que también desde el exterior, se han tomado el foro de las ideas y las discusiones. De hecho, en varias ciudades del mundo se han realizado actividades con el objetivo de ejercer el derecho a votar en el extranjero. Muchas de esas acciones son espontáneas, sin un partido atrás, como “Haz tu Voto Volar” donde no caben los protocolos políticos de usanza autómata.


La derecha es recelosa con lo que pasa fuera de su escenario amurallado de cordillera y océano. Votar en el extranjero es un acto que no está en los diálogos de su teatro, sólo hay malabares para este tipo de acción democrática. Una deuda que Piñera, como actor social, debería cumplir –como parte de sus promesas de campaña- antes que termine su mandato.

Todavía está en el inconsciente de la derecha, que afuera están los zurdos, los exiliados con sus ponchos de lana de alpaca que cubren resentidamente sus puños cerrados y contagian de ideas ingenuas a los desorientados, a los jóvenes que quieren depositar su pujanza en la venas de un Chile más solidario.

De momento, Chile es la imagen de lo que más odia la derecha. Estamos en el club de los países que no pueden votar en el extranjero, entre ellos, Cuba, Pakistán, Uruguay y Corea del Norte.

[cita]La derecha es recelosa con lo que pasa fuera de su escenario amurallado de cordillera y océano. Votar en el extranjero es un acto que no está en los diálogos de su teatro, sólo hay malabares para este tipo de acción democrática. Una deuda que Piñera, como actor social, debería cumplir –como parte de sus promesas de campaña- antes que termine su mandato.[/cita]

En el exterior, a simple vista, hay más chilenos concertacionistas y simpatizantes de izquierda. Es verdad. Ellos son más notorios, pero eso no quiere decir que sean una rotunda mayoría, ya que la población en el exterior se ha acrecentado por la llegada de más estudiantes, trabajadores y funcionarios. En ese sentido, la centro-izquierda no tiene la culpa de que la derecha sea menos organizada, arrastrada por la individualidad liberal que profesa y, por lo tanto, resulta invisible, como los poderes que representa de forma devota.

Desde el “fin” de la dictadura, no ha existido una real voluntad política para llevar a cabo este ejercicio cívico. Se han presentado nueve proyectos de Ley: ocho, la Concertación; y uno, la derecha. Lo más notorio fue en mayo del 2009, con un proyecto de ley enviado al Congreso. Sin embargo, esta iniciativa fracasó por los partidos de derecha, ya que, según la Constitución del 80, se necesita una mayoría calificada para su aprobación. Situación que, como es obvio, no ocurrió.

A eso habría que agregar, que en el 2010, Piñera presentó un Proyecto de Ley Orgánica Constitucional, que facilitaba el voto en el extranjero, pero a través de condiciones (“vínculo”). Un requisito que fue rechazado por las entidades de chilenos en el extranjero, la oposición y, sobre todo, por la Corte Suprema, que la consideró inconstitucional, por faltar al principio de igualdad ante ley.

El argumento del vínculo no permite avanzar en esta cuestión. Un sector de la derecha exige un tiempo de visita y permanencia en Chile. ¿Qué mayor vinculación que ser chileno? Si la verdadera no vinculación viene muchas veces de esa derecha insensible que, a pesar que viva en el mismo país, mire con indiferencia los profundos cambios que Chile necesita. Un territorio mal acostumbrado a la pasiva idea de: “en la medida de lo posible”, una tuerta resignación instaurada en el primer gobierno de la Concertación.

Que no se pueda votar en el exterior es una irresponsabilidad y un bramido de discriminación. Somos casi un millón de chilenos que vivimos en el extranjero. Si lo dice la misma Constitución: confiriendo el derecho a sufragio, sin condiciones, a todos los chilenos mayores de edad, que no hayan sido condenados a pena aflictiva. Por lo tanto, es irrelevante el lugar, el destino fortuito que la vida ha establecido.

Piñera ha reiterado en su último discurso presidencial de contar prontamente con una ley que garantice el derecho de votar en el extranjero. Mal que mal, todo son aforismos, ya que todo apunta a que este tema será guardado en el cajón del escritorio presidencial hasta la llegada del próximo Mandatario(a), dejando -con ello- que muchos chilenos no puedan votar en las elecciones presidenciales y parlamentarias del 17 de noviembre de este año.

Bajo estas premisas, la discusión no tiene que venir solamente de la clase política. No es tiempo de perezas y de falsas expectativas. Viene de los que no creen en las corbatas y sus ceremonias parsimoniosas. Viene de los muchos chilenos que también desde el exterior, se han tomado el foro de las ideas y las discusiones. De hecho, en varias ciudades del mundo se han realizado actividades con el objetivo de ejercer el derecho a votar en el extranjero. Muchas de esas acciones son espontáneas, sin un partido atrás, como “Haz tu Voto Volar” donde no caben los protocolos políticos de usanza autómata.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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