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Política exterior, debates y la señora Juanita

Francisco Cruz y Jaime Baeza
Por : Francisco Cruz y Jaime Baeza Francisco Cruz F, Política Exterior en Red. Jaime Baeza, Instituto de Asuntos Públicos U. de Chile y Política Exterior en Red. Miembros del comando de campaña de Claudio Orrego
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Chile enfrenta como nunca antes una tarea programática de magnitudes para nuestra política exterior que movilizará convicciones y ofertas que deberán estar a la altura del desafío de un país enclavado en el Océano Pacífico, eje estratégico del mundo.


Han concluido dos rondas de debates en televisión abierta,  previas a las Primarias, y llama la atención que en ninguna hubo mención a la política exterior de Chile. Tema sensible si tomamos en consideración que una serie de noticias, desde el extranjero, han incidido últimamente en la agenda nacional, tales como la resolución que emitirá la Corte Internacional de Justicia de la Haya sobre la demanda del Perú, la presentación boliviana ante esa instancia, la posible eliminación de visas para entrar a Estados Unidos o el desarrollo del TPP (Trans-Pacific Partnership ) y la Alianza del Pacífico.

Efectivamente, y más allá de las crónicas destacadas, la agenda interna está cada vez conectada a aquello que pasa fuera de nuestras fronteras (globalización). Vivimos una época plena de cambios en materia de relaciones internacionales (incluyendo la contingencia regional) y en la medida que los países alcanzan ciertos grados de desarrollo, la política exterior es un tema obligado de consulta. Baste mirar —guardando todas las proporciones— el ejemplo de Estados Unidos, en donde se dedica sólo un debate al tema internacional, en temporada electoral.

Chile enfrenta como nunca antes una tarea programática de magnitudes para nuestra política exterior que movilizará convicciones y ofertas que deberán estar a la altura del desafío de un país enclavado en el Océano Pacífico, eje estratégico del mundo. Algunos ejemplos de aquello:

[cita]Chile enfrenta como nunca antes una tarea programática de magnitudes para nuestra política exterior que movilizará convicciones y ofertas que deberán estar a la altura del desafío de un país enclavado en el Océano Pacífico, eje estratégico del mundo.[/cita]

– La Alianza del Pacífico y el TTP son una oportunidad, pero que no debe descuidar nuestra profunda relación con los demás países sudamericanos, especialmente Brasil. Debemos leer de manera cuidadosa no sólo sus conveniencias comerciales, sino también su impacto en los equilibrios geopolíticos.

– En materia vecinal, la amistad con Argentina está cimentada en el constante diálogo de nuestras regiones, además de un lazo bilateral incremental nunca antes visto, más allá de las vicisitudes en los tiempos políticos internos de cada gobierno. Chilenos y argentinos han hecho que la fluidez del turismo y del comercio se incrementen sustantivamente en ambas direcciones. En este contexto, debemos seguir desarrollando una política propositiva, especialmente en el mejoramiento de los pasos fronterizos.

– Con Perú y Bolivia, naciones hermanas por esencia en donde sólo puede movilizarnos una vocación a construir destino común, se debe abordar y solucionar nuestros temas limítrofes sin dilaciones. La judicialización podrá ser un obstáculo para el diálogo pero, en ningún caso, debe significar la clausura de la vía bilateral en temas que estén fuera de la controversia.

Perú y Bolivia

Con Perú, una vez que se pronuncie la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre su reclamo, se habrá derribado la última barrera a que pueden haber dado origen temas del pasado “receteando” una completa y nueva relación para los próximos años. Acontecido aquello, el amplio entendimiento que se ha ido creando entre los dos países no debiera tener obstáculo alguno por delante y las políticas de integración podrán ganar en agilidad y densidad.

Esta nueva realidad humana y económica en la relación bilateral ha creado en el norte de Chile una verdadera integración económica-social entre el sur del Perú y el norte de Chile, tema que hoy es de vital importancia para el desarrollo futuro de ciudades como Arica, Iquique y Antofagasta.

Con Bolivia, desafortunadamente la relación bilateral ha descendido a un nivel que no beneficia a ninguno de los dos países ni tampoco al Hemisferio. Chile ha estado en el pasado y debiera estar, en los próximos años, dispuesto a negociar un acuerdo que responda a las necesidades bolivianas en el marco de un canal amplio de conversaciones que respeten la integridad nacional y los términos del Tratado de 1904. El estado actual de las vinculaciones con Bolivia da la espalda a una realidad social y económica que hoy es innegable. Miles de bolivianos trabajan en la zona norte de Chile —similar a los ciudadanos peruanos— y ciudades como Arica, Iquique y Antofagasta son sedes de un movimiento humano y económico que va en beneficio directo de los dos países. Mantener disputas en el futuro sin atreverse a soluciones innovadoras e integradoras sólo consigue negar esa realidad y reproducirla en el tiempo.

La globalización debe ser asumida como una apuesta para el desarrollo de Chile, en donde no todos los temas son siempre abordados, como es el caso de nuestra precaria regulación migratoria. Hoy es una evidencia la residencia en Chile de amplias comunidades extranjeras, como las de Perú y Argentina. Se hace urgente mejorar la integración de esas personas en materias previsionales, educacionales y otras que requieren niveles de convalidación.

Consumidores globales y articuladores regionales

Nuestra política exterior debe estar también al servicio de la protección de nuestros ciudadanos ante los abusos transnacionales que se cometen en el ámbito financiero, comercial, ambiental y cultural. La protección de los consumidores no debiera terminar en el ámbito interno. Para ello deben propiciarse medidas muy concretas como la promoción de un comercio internacional abierto a las Pymes y emprendedores (equitativo en las transacciones), la regulación de los flujos financieros para inversiones de calidad social y ambiental y la transparencia informativa en los mercados mundiales.

Si bien nuestro país dialoga con grandes actores a través de su presencia en la OCDE, alcanzando objetivos de desarrollo, nuestra prioridad estratégica está en nuestra ventaja comparativa más relevante: somos un país que mira en toda su extensión hacia el Océano Pacífico. No somos asiáticos ni anglosajones, somos el componente latino en la agrupación de economías. Debemos profundizar nuestra propia identidad, para marcar contrapuntos pero, a la vez, hacernos atractivos al interior de la Organización en términos de ser un puente para ellos en el resto de América Latina.

Sin embargo esta relación es dual, ya que también debemos ser un puente para el resto del continente. Una nueva política hacia Brasil debe estar basada en transformarnos en sus representantes en el Océano Pacífico. Lo anterior significa recuperar una vocación por América Latina, algo diluida en los últimos años. Dada nuestras “geometrías variables” en acuerdos, debemos ser capaces de ser un eje articulador entre el Sistema Interamericano (OEA), la Organización de Naciones Sudamericanas (Unasur) y el Pacífico. Debemos ser la capital de atracción de inversiones, centros de investigación, servicios globales y toma de decisión en la Región en estas materias. El norte de Chile puede aportar en ese rol siendo entonces un motor de desarrollo y de integración.

Un sistema nacional para la Política Exterior y una Cancillería 2.0

No basta una Cancillería moderna si es que no va acompañada con un diseño estratégico nacional que involucre a todo el Estado en su visión hacia el exterior: formular política exterior con el mismo estándar con que se construyen las políticas públicas en otros sectores, apelando al conocimiento y la innovación en el marco de un sistema de política exterior que coordine acciones desde otros órganos e instituciones.

Una función diplomática estructurada en base a la formulación de políticas públicas significa también prescindir de una cultura que exacerbe el valor del precedente o la jerarquía. En las últimas décadas el Estado ha vivido un importante proceso de modernización en sus marcos regulatorios y especialización de sus políticas, transformando institucionalidades como la judicial, medioambiental y de libre competencia. Las relaciones internacionales han quedado en un cierto rezago de ese proceso de “profesionalización”.

La antigüedad no puede constituirse en indicador exclusivo para la asignación de responsabilidades o grado. Deben considerarse externalidades profesionales que aporten valor a la diplomacia y sus distintas dimensiones, desde la promoción de sinergias en el conocimiento, la experiencia y la diversidad generacional. Un Estado moderno no puede tener una Cancillería que prescinda de un recurso humano que se adapte a estos cambios y plantee nuevos desafíos.

En síntesis la reforma a la Cancillería es mucho más que un proceso de cambios orgánicos y funcionales de sofisticado alcance público: debe ser abordado como una tarea de Estado colectiva, necesaria para que Chile complete su ciclo de desarrollo considerando, entre otras medidas concretas, las siguientes:

– Una Academia Diplomática que acompañe al funcionario durante toda la carrera, a través de una especialización permanente y diversa.

– Flexibilización de la estructura organizativa del Ministerio para hacerse cargo de los desafíos evolutivos que debe enfrentar la política exterior, dinamismo inherente a las relaciones internacionales.

– Instalación de una cultura de promoción por competencias que permita valorar las capacidades de los funcionarios en atención a los desafíos de las plazas diplomáticas más propicias para desplegar sus talentos (v.gr idiomas o habilidades negociadoras) y conocimiento (v.gr grados académicos o profesiones). Esto debería incluir además de las funciones tradicionales de la diplomacia, las labores de coordinación interministerial, promoción cultural y económica, relaciones públicas y diplomacia digital.

– Un sistema de incentivos al retiro coherente con las necesidades institucionales de una carrera meritocrática. Se requiere una movilidad ascendente que retribuya con dignidad el esfuerzo familiar de toda una vida dedicada a la promoción de los intereses de Chile en el exterior, en un sistema de jubilaciones cierto, predecible y solvente.

– Reformulación de la institucionalidad encargada del área de relaciones económicas internacionales y una concepción estratégica de la política exterior que conjugue armónicamente la proyección de la política comercial con los intereses de carácter político y regional.

A días de las Primarias esperemos que haya algún espacio en que los candidatos tengan la oportunidad de expresar su visión en estos temas. Que las personas entiendan cuál es el impacto en sus vidas de lo que ocurre fuera de Chile es también una expresión de desarrollo que da cuenta que hace rato no sólo somos consumidores digitales sino también ciudadanos globales. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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