Publicidad

No sobran los motivos

Publicidad
Patricio Hidalgo.
Por : Patricio Hidalgo. Usuario de El Quinto Poder.cl
Ver Más


¿Qué argumentos pudieron haber tenido nuestros parlamentarios para no aprobar penas de cárcel en los casos de colusión de las grandes empresas? ¿A quién si no al puñado de accionistas mayoritarios de una de las empresas de telefonía le favoreció la cantidad de años en que no se pudo ejecutar la portabilidad numérica porque la ley no se dictaba nunca? ¿A quién si no a los propios parlamentarios en ejercicio favorece actualmente la persistencia del sistema binominal, más o menos maquillado?

Detrás de todas estas preguntas se esconden motivos inconfesables, demasiado antipáticos como para decirlos: “me financia la campaña”, “me asegura salir elegido”, “puede afectar a mis amigos”. Frente a una sociedad cada vez más alerta, frente al descampado de opinantes en las redes sociales, la extrema derecha maquilla sus razones para sostener lo mismo de siempre. Ahí donde se debe decir el motivo inconfesable, “no quiero cambiar el nombre de la calle 11 de septiembre porque el pronunciamiento militar nos salvó de ser una segunda Cuba”, aparece el eufemismo salvador, “quisiera preguntarle antes a la ciudadanía, no podemos tomar esta decisión entre cuatro paredes”. Escarbando un poco más, descubrimos que preguntarle “a la ciudadanía” no es igual que “a las personas”, porque la calle no es de todos. Preguntarle a la ciudadanía es recabar el alegato de un par de dueños de locales que dan a la calle en cuestión indignados porque tendrán que reimprimir sus boletas en Impuestos Internos. La calle no es un punto de encuentro entre iguales, es el patio de entrada de la propiedad privada. Pero no es que quiera mantener el nombre de la calle porque hace unos años canté “ingleses piratas devuélvannos al Tata”, sino porque una vez escuché a una comunista que decía que el nombre le gustaba como memorial.

Mientras más valorativa es la discusión, más descarado es el mecanismo. Se está en contra del matrimonio homosexual porque el matrimonio es entre un hombre y una mujer, y como es entre un hombre y una mujer no puede ser de otra manera. ¿No sería más honesto decir que no será tolerado porque, Kike Morandé dixit, “me da cosita ver a dos personas del mismo sexo dándose un beso”? En el caso de prohibir el aborto de una niña de 11 años reiteradamente violada por su padrastro, con tal de no decir, Issa Kort y Ena Von Baer dixit, “deberá llevar su cruz porque para eso tuvo una regla y la mujer presta el cuerpo” el argumento de nuestro Presidente es que la chiquilla mostró “profundidad y madurez” y por lo mismo será una fabulosa madre de su hija/hermanastra. Incluso ambas podrán coincidir en el colegio, le faltó decir.

Queremos que esa niña tenga ese hijo porque somos provida. ¿En qué minuto tu respetable opción provida, que nadie te prohíba ejerzas con tu propia hija, se transforma en una coacción contra la futura madre/hermanastra? ¿No sería más honesto decir que quieres que tu opción confesional sea ejecutada a la fuerza por todo el resto porque sí, porque esa pobre gente no tiene las herramientas como para pensar a conciencia en estos asuntos? Si el argumento fuera que la vida es un bien intangible no justificarían, esas mismas personas, el transformar en un colador a balazos al delincuente que asome la nariz a nuestra casa, por no recordar a los que a renglón seguido rezongan porque se derogó la pena de muerte.

Frente a la torpe utilización de lo políticamente correcto como método sistemático de huir de la discusión democrática, es preferible que la cámara se quede fija con el par de señoras gritando en contra de los marxistas en el Concejo de Providencia, con un diputado hablando de la primera menstruación de las mujeres y otro hablando de los colipatos, con el empresario diciendo que hace falta una crisis para que estos chilenos con apetito insaciable se ubiquen en el tiesto. Al menos permite terminar con la farsa, y que podamos ver realmente quiénes somos y qué es lo que pensamos. Cuando se mira de frente el espanto, se obtiene una mueca. Cuando el espanto se esconde detrás de un montón de frases maniqueas, pasa de contrabando y entonces es tarde para denunciarlo.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

Publicidad

Tendencias