La nueva realidad político-social del país, como son el triunfo presidencial de la derecha, el rol electoral del Partido Comunista y la protesta social, terminan por configurar un nuevo escenario, que lenta pero definitivamente va extinguiendo a la Concertación, más allá de los deseos de la DC y el PS.
Cada cierto tiempo en nuestro país se producen coyunturas electorales que originan análisis, observaciones y exploraciones, que a veces se confunden con los deseos de quienes emiten estas opiniones. Lo cierto es que la primaria del 30/J nos deja varios elementos de análisis que me gustaría proponer en estas líneas, no obstante existir una serie de variables ya consideradas en el debate o posibles de discurrir.
El fenómeno Bachelet
Una primera cuestión dice relación con el alto número de votantes, lejos de todos los cálculos de los “expertos”, lo que demuestra que cuando existe un hecho que importa a la ciudadanía esta se involucra. Pero esta alta votación no se debe sólo al mero deseo de participar en las primeras primarias legales producidas en nuestra historia democrática, sino que fundamentalmente se ha debido al denominado “fenómeno Bachelet”. Sin ella en la papeleta hubiera sido difícil que tantas y tantos chilenos concurrieran a votar; no hay que olvidar que con los 1.561.563 votos que recibió la candidata de la Nueva Mayoría, por si sola casi dobla a los dos candidatos de la alianza juntos. Este fenómeno, que no se pretende explicar en este artículo, fue sin lugar a dudas la principal variable que explica la alta votación del 30/J.
[cita]La nueva realidad político-social del país, como son el triunfo presidencial de la derecha, el rol electoral del Partido Comunista y la protesta social, terminan por configurar un nuevo escenario, que lenta pero definitivamente va extinguiendo a la Concertación, más allá de los deseos de la DC y el PS.[/cita]
Una segunda variable a analizar dice relación con la derrota, por lejos en las cifras, de los candidatos del gobierno, más allá de todos los argumentos espurios que se den, como que “la derecha no participa en este tipo de elecciones y que en este sector la gente es cómoda, pero que en noviembre se van a movilizar” u otras premisas por el estilo, que no alcanzan ni para medio silogismo. Lo cierto es, que los candidatos de la derecha llegan a 806.601 votos y los de la Nueva Mayoría alcanzan 2.137.423, cifras de por si demasiado elocuentes como para buscar alguna martingala que trate de empatar la situación. Aquí los números mandan y demuestran una cuestión muy clara, que es la derrota del Gobierno y en especial del Presidente de la República, dado que por lejos la oposición y su candidata Bachelet acaparan votos que el gobierno no tiene. Más aún, el derrotado por todos lados es el candidato del partido del Presidente, lo que demuestra que luego del 30/J se terminó el Gobierno de Piñera y su representatividad, ya no sólo en las encuestas –que casi en todo su periodo le han sido adversas-, sino que en los votos, profundizando los cuestionamientos a su gobierno; el Presidente manda pero no ordena y más que el fenómeno del “pato cojo”, lo que tenemos es un Presidente con el síndrome del rey desnudo. Los meses que quedan van a ser netamente administrativos y el Presidente tratará mediáticamente de inmortalizar su obra, sabiendo que se juega todo su prestigio e imagen para la posteridad, dependiendo como salga la resolución de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, sobre la controversia de límites marítimos con el Perú. De todo ello dependerá también una eventual “operación retorno” de Piñera para un próximo período presidencial.
Un tercer elemento que se desprenden del 30/J, es que las posibilidades de la Nueva Mayoría de ganar en una primera vuelta son absolutamente ciertas. De partida esta primaria se podría definir como una primera vuelta presidencial, teniendo presente que sus resultados son tan concluyentes respecto de una coalición con otra y dada la magnitud de la diferencia en votos entre ambos conglomerados políticos. De seguir este ritmo, la elección debe definirse en una primera vuelta con una gran ganadora, sin ninguna discusión y con un segundo lugar a mucha distancia en votos. Si a lo anterior se le suma lo dividida que quedó la derecha después de las votaciones del 30/J y lo crispado que están los ánimos, tendremos al parecer a la UDI enfrentando sola esta elección y a RN concentrado de recuperar su cuota parlamentaria. Otra arista a analizar respecto a este punto, dice relación con que el candidato de la derecha Pablo Longueira es uno de los personajes que periódicamente en las encuestas aparece con el mayor grado de rechazo, versus la candidata de la Nueva Mayoría Michelle Bachelet que inversamente alcanza las más altas cifras de aprobación en las mismas mediciones (véase última encuesta CEP).
Una cuarta cuestión que se observa es que este primer y abultado triunfo de la Nueva Mayoría -que en realidad fue de Michelle Bachelet-, significa definitivamente la muerte de la Concertación. A diferencia de su antecesora, la Nueva Mayoría es un acuerdo electoral que puede desembocar en un acuerdo de coalición de gobierno, considerando que los contextos de origen de ambas agrupaciones políticas son muy distintos. La Concertación nace como una necesidad de derrotar a Pinochet, por parte de las fuerzas democráticas de centro y de izquierda, lo que coincidió con que posteriormente y debido al sistema de gobierno (presidencialismo) y electoral (binominal) la centro izquierda se termina fusionando en lo que fueron cuatro gobiernos concertacionistas, que representaron una cultura política de centro izquierda con vocación de poder. Sin embargo, desde mediados del 2000 la Concertación comienza a manifestar diferencias programáticas e ideológicas, fisuras expresadas concretamente en las distintas listas a concejales que dentro de la misma colación llevaron los partidos. La nueva realidad político-social del país, como son el triunfo presidencial de la derecha, el rol electoral del Partido Comunista y la protesta social, terminan por configurar un nuevo escenario, que lenta pero definitivamente va extinguiendo a la Concertación, más allá de los deseos de la DC y el PS. En definitiva la Nueva Mayoría es fruto del éxito de Bachelet, de no ser así otro escenario se hubiera dado en el contexto de la oposición. La pregunta que cabe hacerse es; ¿cómo funcionará esta colación de gobierno donde estén en la misma mesa el PC y la DC, dos partidos tan disimiles ideológicamente? Esta pregunta se irá respondiendo una vez se comience a desarrollar el futuro gobierno de Bachelet, donde no se puede asegurar que todos los que comienzan terminen en el gobierno.
Una quinta variable a analizar, relativa a la anterior, dice relación con que si bien Michelle Bachelet es una socialista con una real impronta de izquierda, también es cierto que tanto ella como su partido han cohabitado políticamente desde hace más de 25 años con la DC. Esto, más allá de las ideas que les dividen o de aquellas que comparten, da cuenta de la construcción de una amistad cívica e incluso afectiva, que los ha unido en este periodo respaldándose con una alta cuota de responsabilidad política; las relaciones Escalona-Pizarro, Viera Gallo-Walker e incluso Cornejo-Bachelet, dan cuenta del surgimiento de una cultura política que Norberto Bobbio hubiera llamado el “tercero incluyente o socialismo-liberal”. Por otra parte la DC y el PS, no son competidores entre sí, se reafirman en sus diferencias. Sin embargo tanto el PPD como también el PC, compiten por la cuota de izquierda dentro del sistema de partidos que aspira el PS y, por su parte, para la DC el PPD también es un competidor en el espacio de la centro izquierda. Otro elemento a considerar es que para un gobierno futuro de centro izquierda, el centro debe estar representado y así mismo la cuota parlamentaria de la DC resulta fundamental para la aprobación de cualquier tipo de reformas.
Una sexta cuestión que se concluye de las primarias del 30/J, dice relación con la derrota de la DC y Orrego, en donde las cifras demuestran hoy que nadie hubiera podido ganarle a Bachelet (como algunos DC, en enero, creyeron forma ilusa que ésto podía darse. Ahora bien el problema principal no fue la derrota contra Bachelet, sino que el partido más grande la oposición pierde frente al independiente Velasco, por tanto más que perder la DC, es el candidato Orrego el que fracasa frente al candidato Velasco. Es una cuestión simple; Velasco en toda la campaña fue mejor candidato que Orrego y ni la mejor máquina del PDC hubiera logrado un resultado distinto, no porque Orrego fuera mal candidato, sino por la transversalidad que significa Bachelet y por la captación del acomodado voto del centro emergente liberal alcanzada por Velasco. Esto queda en evidencia al ver la votación del ex ministro de hacienda en las comunas del barrio alto de Santiago. A la DC le queda entonces la tarea de aportar al debate de ideas recuperando el centro, de lo contrario quedará subsumida a una izquierdización de la Nueva Mayoría y pondrá en peligro su rol de articulador de acuerdos con la derecha para hacer las grandes reformas que el país reclama.
Por último, las primarias del 30/J estuvieron marcadas por el debate de las transformaciones que el país solicita, fundamentalmente en Educación, Salud y Previsión. La derecha no enfrentó estos temas nítidamente ni en sus propuestas ni en los debates, siendo ese tal vez un factor más de la derrota de Allamand, al no entender que incluso en la centro derecha hay clamor por cambios en la educación y salud (es cosa de ver la aprobación de estos temas en las encuestas de opinión) y también todo lo relativo a las AFP, temas que tocan a la clase media, donde también se representa este sector político. Así, por no ahuyentar el voto de derecha, Allamand descuidó el centro, desde donde claramente Bachelet y por cierto Velasco le sacaron una buena mascada. Este es otro motivo por lo que Bachelet ganará el 17/N, porque mayoritariamente la ciudadanía demanda por cambios estructurales de mayor igualdad social, luego de que el país ha alcanzado un relativo progreso económico.
La década de los ‘1990 fue la de la superación de la pobreza y la consolidación de la democracia, los ‘2000 fue la década de la consolidación de Chile como el país más exitoso económicamente en América Latina. Fue este último el periodo el de la discusión de la distribución del ingreso, hoy ese tema ya no se discute, debido a que la síntesis de una mejor distribución del ingreso significa mayor grados de igualdad y eso lo representa de mejor forma la centro izquierda que la derecha. Al menos así lo sintieron más de dos millones de electores que se inclinaron por la Nueva Mayoría y que mayoritariamente expresaron por medio de su voto el apoyo a Bachelet como signo de esperanza por mayores condiciones de igualdad social, toda vez que la igualdad política ya está más o menos conseguida.
En suma, los resultados de las primarias son incontrarrestables. Se podrá concluir sobre otros análisis, pero lo cierto es que a partir del 30/J tenemos una nueva realidad política donde los nuevos tiempos están cruzados por la alta votación de Bachelet, el fin de la Concertación, las preguntas sobre la Nueva Mayoría y una Derecha herida, derrotada pero vigente en su vocación de poder político y económico.