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¿TPP?….No, gracias

Carlos Parker
Por : Carlos Parker Instituto Igualdad
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Una mirada mínimamente informada nos dice que el TPP sirve efectivamente a los intereses de otros países. Pero no sirve a los intereses de Chile, más bien los expone gratuitamente.


En su última visita a EE.UU., el presidente Sebastián Piñera hizo saber a la administración norteamericana, notificando de paso y desde Washington a los propios y desprevenidos  ciudadanos chilenos,  que  “Chile  tiene un profundo y solido compromiso con el Acuerdo de Asociación Transpacífico”.  (TPP por sus siglas en inglés).

Dicho anuncio, tan aventurado como inconsulto, viene una vez más a poner de relieve la imparable  tendencia de la actual administración  para confundir, deliberadamente o no,  la política de Estado con la política del gobierno y el interés de Estado con el interés corporativo, coyuntural y hasta ideológico de determinados actores e intereses, al momento de adoptar determinaciones en la esfera de la política exterior.

Luego de conocida la noticia,  aparecía como de toda lógica que el gobierno hubiera salido a explicarle al país de que se trata exactamente el tratado multilateral  que sus funcionarios han estado negociando en nuestro nombre, aunque a nuestras espaldas y en completo sigilo en más de 15 rondas sucesivas. Pero en lugar de eso, y seguramente estimando  que las cuestiones de política exterior no conciernen a los ciudadanos de a pie, ha optado  por limitarse a convocar a una sesión informativa y  secreta del  parlamento para tratar el TPP.  Lo cual no hace otra cosa que extender las sospechas y hacernos pensar que lo que se quiere intentar es sacar adelante este compromiso con los EE.UU. sin explicarlo ni menos debatirlo. Una conducta grave y poco transparente en cualquier circunstancia y para cualquier gobierno,  pero todavía más,  cuando proviene de una administración que está a poco de finalizar su mandato.

[cita]Una  mirada mínimamente informada nos dice que el TPP sirve efectivamente a los intereses de otros países. Pero no  sirve a los intereses de Chile, más bien los expone gratuitamente.[/cita]

Las negociaciones del TPP vienen transcurriendo de modo sistemático, desde hace tiempo y en secreto. Sin embargo, aquello no ha podido impedir del todo que algunas de las gruesas y sensibles cuestiones en torno a las cuales se negocia hayan llegado a trascender y a alcanzar estado público.  Poniendo de relieve que el TPP se propone acordar, de modo vinculante e imperativo,  sobre cuestiones nada de banales. Todas las cuales tienen profundas consecuencias sobre las políticas económicas, las normativas medio ambientales, la atmósfera tecnológica y cultural, entre otras varias dimensiones de la existencia  de los países que abarca el TPP y, consecuentemente, sobre la existencia cotidiana de sus habitantes.

En estricto rigor el TPP es un tratado de libre comercio, cuyo origen se encuentra en un acuerdo suscrito en 2005 entre Chile, Brunei, Nueva Zelandia y Singapur. A dicho esquema de origen, hoy se suman los EE.UU., Canadá, México, Australia, Malasia, Vietnam y Perú, todos países que concurren a una negociación que en la práctica se sobrepone a los acuerdos bilaterales ya vigentes entre distintos miembros del nuevo referente. En nuestro caso, por ejemplo, con el  Tratado de Libre Comercio que Chile tiene con los EE.UU.

Pero el TPP, al mismo tiempo, se propone nuevos y más ambiciosos objetivos. Lo cual lógicamente implica renegociar lo anteriormente acordado y, por lo mismo, abrir a nuevos debates y resultados  cuestiones que ya estaban acordadas y cerradas en el marco de procesos negociadores anteriores.

Los expertos coinciden en que la negociación en torno al TPP implica uno de los más importantes y amplios acuerdos comerciales que se hayan negociado nunca antes. Tanto por la cantidad de países que concurren, por la importancia de las  economías agregadas, por su transcendencia incluso política,  que va mucho mas allá de los parámetros geográficos, por las realidades diversas que agrupa (latinas, anglosajonas y asiáticas),  y de modo  especial, por las sensibles cuestiones que se propone acordar.

Hasta donde se sabe, el TPP está abordando importantes cuestiones relativas a la biodiversidad y el medio ambiente en el contexto de las políticas económicas, cuestiones en extremo sensibles y controvertidas. El TPP se propone “flexibilizar” las políticas públicas de desarrollo, incluida la imposición de  serias restricciones para que los Estados suscriptores puedan  explotar y disponer en cuanto tales de  sus propios recursos naturales. Con lo cual, por ejemplo, entidades como CODELCO quedarían seriamente expuestas. Eso, aparte de las limitaciones que aquello implicaría en cuanto a una eventual  estrategia nacional de desarrollo de la industria del litio, entre varias otras.

En materia de los derechos de propiedad intelectual, el TPP está debatiendo sobre políticas restrictivas  de acceso a medicamentos (lo cual incrementaría sus costos) y sobre limitaciones y exigencias fundamentalistas, especialmente provenientes de los negociadores de los EE.UU.,  a la posibilidad que los ciudadanos puedan seguir accediendo de modo libre y gratuito a contenidos de internet. Incluidos  los materiales musicales, videos, libros y un largo etc. Más o menos como se lo quiso proponer la famosa ley SOPA, legislación talibana que a través del TPP tendría un segundo aire y una nueva posibilidad de llegar a imponerse en vastas regiones del planeta, incluido Chile.

No cabe duda que el TPP se corresponde fielmente al interés estratégico explicitado por los EE.UU.,  y no solo en cuanto a cuestiones comerciales, ni limitado exclusivamente a la Cuenca del Pacifico.

China, por razones muy atendibles,  estima al TPP como una iniciativa agresiva que va en contra de sus propias políticas de desarrollo e intenta contenerla con malas artes. Y Rusia observa el TPP con no menos sospecha, al igual que Japón que ha expresado sus dudas y actuado en consecuencia.

Solo a este respecto cabe preguntarse  ¿Por qué Chile debiera acompañar a los EE.UU. y a otros países que negocian el TPP en el logro  de sus propias agendas respecto de China, teniendo en cuenta que China es precisamente hoy,  y previsiblemente lo seguirá siendo,  uno de nuestros principales socios comerciales?

Por otra parte, Chile y los EE.UU., con ocasión de la negociación del Tratado de Libre Comercio, se trabaron en una dura disputa respecto a cuestiones de propiedad intelectual y licencias farmacéuticas, las cuales no pudieron ser resueltas, al menos no como los EE.UU. proponían.   Los EE.UU. han seguido insistiendo hasta hoy sobre estas cuestiones en defensa de sus propios intereses, perfectamente contrarios a los nuestros y entonces, ¿Por qué razón, a propósito del TPP, los chilenos  debiéramos estar dispuestos  a abrir estas cuestiones con EE.UU., con todos los riesgos que aquello conlleva?

Por demás, ni siquiera a propósito de cuestiones arancelarias Chile tiene algo que ganar con el TPP. Puesto que nuestro país ya tiene regulado su comercio con buena parte de los suscriptores del TPP a través de acuerdos bilaterales.

Una  mirada mínimamente informada nos dice que el TPP sirve efectivamente a los intereses de otros países. Pero no  sirve a los intereses de Chile, más bien los expone gratuitamente.

Hay que recordar que los tratados internacionales son instrumentos vinculantes,  los que una vez firmados y ratificados por el Congreso Nacional, pasan a formar parte de la legislación interna.

Ya está dicho que el TPP incluye asuntos que inciden de modo directo sobre el modelo de desarrollo imponiendo normas restrictivas a la capacidad para que los Estados decidan soberanamente sobre sus propias estrategias de desarrollo y dispongan libremente de sus recursos.

¿No será que los entusiastas del TPP nos quieren pasar de contrabando y por secretaria normas que impidan la reforma del modelo de desarrollo nacional,  hoy tan seriamente sometido a cuestionamiento ciudadano?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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