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Sin dilema

Hernán Dinamarca
Por : Hernán Dinamarca Dr. en Comunicaciones y experto en sustentabilidad Director de Genau Green, Conservación.
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Mi ánimo está muy lejos de la socialdemocracia, sin brújula histórica, que hoy en la medida de lo posible administra la tardo-modernidad en su ocaso. Y escribo ocaso, porque más allá de la fanfarria consumista y los escaparates, cómo, si no así, nominar al hecho que el viernes 27 de septiembre la ONU nos ha informado concluyentemente sobre el estado en que la modernidad ha dejado al mundo: ad portas de un cambio climático, que causaría un seguro ecocidio si acaso no cambiamos el rumbo.


En la columna “El dilema de Revolución Democrática II”, John Charney responde a mi opinión motivada por su columna original. Con su respuesta, ya no hay dilema, sólo desconcierto.

Me atribuye algo que nunca dije: “Es por ello que resulta –al menos paradójico– que Dinamarca le pida a RD que deje de hacer lo que tan bien ha venido haciendo: ser consecuente con sus convicciones”.

No entiendo con quién polemiza el abogado. En mi columna manifesté con claridad mi entusiasmo ante la gestión basada en convicciones que ha desplegado RD. Y argumentaba que RD debía continuar habitando en la ética de la convicción para llevar adelante su proyecto transformador; ética que supone, no como excluyentes, también una ética de la responsabilidad.

Y decía esto precisamente para polemizar con la mirada excluyente de Charney. Pues, en su columna original, en son de antinomia, se preguntaba: “RD ¿pondrá por delante el desafío de la ‘ética de la convicción’, como lo ha hecho, hasta ahora, arriesgando hacer de su acción un gesto testimonial, o pondrá por delante su proyecto político transformador, relegando necesariamente la dimensión ética que tan bien ha sabido defender? Una solución excluye la otra y ambas suponen caminos radicalmente distintos”.

Todo esto es muy curioso. Más aún, cuando en la segunda columna, Charney argumenta que si RD quiere llevar adelante su proyecto transformador deberá continuar actuando desde la ética de la convicción.

[cita]Mi ánimo está muy lejos de la socialdemocracia, sin brújula histórica, que hoy, en la medida de lo posible, administra la tardo-modernidad en su ocaso. Y escribo ocaso, porque más allá de la fanfarria consumista y los escaparates, cómo, si no así, nominar al hecho que el viernes 27 de septiembre la ONU nos ha informado concluyentemente sobre el estado en que la modernidad ha dejado al mundo: ad portas de un cambio climático, que causaría un seguro ecocidio si acaso no cambiamos el rumbo.[/cita]

Cuesta entenderlo. Haciendo un esfuerzo, tras la lectura de su segunda columna, deduzco que el asunto de fondo que le ocupa es su intento de interpelar a RD a que siga en la pura movilización social, a que bajo ningún punto de vista vaya a entrar a la arena institucional, espacio de una política que conlleva necesariamente negociaciones y diálogos. Eso no, dice él, porque el entramado institucional de Chile es una trampa.

Pero ese es otro tema. Que nuestra institucionalidad tiene trampas, así es. Que los defensores del statu quo chilenos son cavernarios, por decirlo de manera elegante, lo sabemos. Con todo, ello no es argumento suficiente —sólo agrega complejidad— para sustentar la excluyente mirada de Charney. La política en serio, en tensión dialéctica, conlleva siempre el momento de la calle, de la movilización, y el momento electoral e institucional. No consecutivos, sino que implicados.

Las causas populares en la historia de Chile muestran esto en forma transparente. Contra la dictadura, hubo calle, y dolor, y hubo momento electoral, y alegría. Que no llegó, tal como queríamos, sí; pero ha sido sin duda mejor que la larga noche. La democracia es siempre un proyecto a construir y profundizar. Salvo que, la misma, no nos guste. Allende arribó a la Moneda luego de mucha calle y de momentos institucionales y electorales, y así hasta donde retrocedamos. Hay una articulación entre ambos dominios. Lo sabio y extraordinariamente difícil, igual que entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad, es saber articularlos. Me asiste la convicción, además, que RD y muchos otros jóvenes líderes lo están haciendo y lo sabrán sustentar, pese a la interpelación solo movilizadora que les hace Charney.

El abogado en su segunda columna supone otras cosas que tampoco dije. Pero hay un signo que me atribuye que es irrisorio: ser reformista. Tiempo ha que no escuchaba lo que antes en algunos círculos era una severa descalificación. Socialdemócrata a la europea, me dice, para marcar que no sería original.

Mi ánimo está muy lejos de la socialdemocracia, sin brújula histórica, que hoy, en la medida de lo posible, administra la tardo-modernidad en su ocaso. Y escribo ocaso, porque más allá de la fanfarria consumista y los escaparates, cómo, si no así, nominar al hecho que el viernes 27 de septiembre la ONU nos ha informado concluyentemente sobre el estado en que la modernidad ha dejado al mundo: ad portas de un cambio climático, que causaría un seguro ecocidio si acaso no cambiamos el rumbo.

En lo personal me inscribo en una sensibilidad de política ecológica o, si se quiere, conecto con el sentido original de la expresión izquierda: el deseo de cambiar el rumbo. Esa es la convicción, y para hacerlo hay que aplicar responsabilidad y una lógica integradora. Aquí, allá y acullá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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