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Javiera Parada y Mario Horton, ¿puro teatro?

Osvaldo Torres
Por : Osvaldo Torres Antropólogo, director Ejecutivo La Casa Común
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Pienso que estas dos cartas son simbólicamente expresivas del Chile emergente. Van un paso adelante, porque desde la cultura se percibe mejor el malestar y se formula sin dobleces la crítica que los funcionarios pasados o futuros no pueden ver o verbalizar. La cultura debe seguir cuestionando, jugando un rol crítico de aquella política que se siente segura de sí misma porque aún piensa que es una “ciencia” para especialistas. Mientras que todos sabemos que la relación entre los políticos y el saber no siempre se ha llevado bien, sobre todo cuando el conocimiento cuestiona al poder.


Llama la atención que dos destacados jóvenes profesionales de la cultura hayan enviado sendas cartas públicas explicando que apoyan a Bachelet, pero que no trabajarán en su Comando electoral.

Javiera Parada proviene de una destacada familia comunista golpeada brutalmente por la dictadura. Es de izquierda, militante de Revolución Democrática, formación emergente cuyo solo nombre indica una decisión de cambios radicales que operan a nivel de la política y no sólo de las reivindicaciones sectoriales. Apoya a Giorgio Jackson al Congreso. En su carta de renuncia al Comando, señaló: “Sigo convencida de que Michelle Bachelet debe ser la futura Presidenta de Chile”.

Mario Horton viene de una familia heterodoxa, vinculada a la tradición mirista. Simpatiza con la Izquierda Autónoma, cuyo nombre también se asocia a un esfuerzo por perfilar una izquierda en medio de su crisis programática y representacional. Horton ha expresado su apoyo a los candidatos al parlamento de esa agrupación. En su carta rechazando la invitación a ser “rostro de la campaña” ha afirmado: “Mi intención no es confrontarme con Bachelet, tampoco me pierdo, en esta vuelta hay que derrotar aplastantemente a la derecha y evidentemente ella es la única que lo puede lograr. Le deseo toda la suerte del mundo en esa empresa”.

Sin embargo, ambos, por caminos distintos, evidencian la crisis de confianza que está instalada en el país respecto de “los políticos”, pero en particular la que existe desde la juventud progresista y de izquierda hacia la dirigencia de los partidos de la Nueva Mayoría.  ¿Cómo se explica esta particular situación?

[cita]Pienso que estas dos cartas son simbólicamente expresivas del Chile emergente. Van un paso adelante, porque desde la cultura se percibe mejor el malestar y se formula sin dobleces la crítica que los funcionarios pasados o futuros no pueden ver o verbalizar.  La cultura debe seguir cuestionando, jugando un rol crítico de aquella política que se siente segura de sí misma porque aún piensa que es una “ciencia” para especialistas. Mientras que todos sabemos que la relación entre los políticos y el saber no siempre se ha llevado bien, sobre todo cuando el conocimiento cuestiona al poder.[/cita]

Una primera cuestión positiva es que se trata de una desconfianza desde la politización y no de la desesperanza. Es decir, hay una crítica política, una argumentación dotada de sentido y coherencia: Javiera renuncia ante la resistencia a realizar primarias por parte de aquellos que expresan “lo peor de las viejas prácticas políticas” y lo hizo porque «la práctica democrática es necesario asumirla, ejercerla y defenderla, en todos los espacios”. Por su parte, Horton dice que la Concertación ha sido “una coalición que históricamente se ha posicionado como un ‘mal menor’ en el escenario político y que en nombre de eso permanentemente se ha moderado en los momentos históricos en los que ha tenido la oportunidad de modificar algo”.  O sea, una crítica a quienes realizan un tipo de política condescendiente con el estado de cosas que, como es sabido, conviene a unos pocos.

Otro elemento interesante es que ambos critican la incoherencia entre el decir y el hacer. En otras palabras, van al rescate de un sello que tuvo la izquierda chilena desde sus orígenes, cual es que sus militantes y sobre todo sus dirigentes ponían su convicción en movimiento, sus ideas se reflejaban en sus prácticas. Esto implica un reclamo ético-político básico para toda recomposición de la legitimidad ante la sociedad y, a la vez, no es un llamado “moralizante”, pues también hacen explícito que se requieren alianzas y derrotar a la derecha.

Ambas cartas expresan una crítica, pero también una base para redefinir los términos sobre los cuales se puede constituir una convergencia de los dispersos sectores de izquierda que han tomado distancia de las conducciones tradicionales de los partidos. Javiera afirma que es necesario “crear alianzas que nos permitan avanzar en la profundización de la democracia, incluyendo la realización de una Asamblea Constituyente, que pueda dar paso a una Nueva Constitución, emanada de la voluntad soberana de todos y todas los ciudadanos y ciudadanas”; mientras que Horton señala su crítica al mantenimiento del modelo económico político y las prácticas contra los pueblos indígenas, las malas políticas medioambientales, el continuismo de la educación y la salud de mercado, etc.

Claro, no son cartas programáticas, ni destilan ideologías ni proyectos, pero tienen algo sustantivo: no se relacionan con la política por el ansia del poder institucional, recelan de él, pero participan del diálogo democrático. Es más, no están dispuestos a vender ideas y principios, prefieren la crítica y seguir acumulando para “profundizar la democracia” y no para “moderarse” renunciando a las cuestiones urgentes que el país demanda.  Esta postura, en vez de haber sido valorada por los “de siempre”, ha sido objeto del sarcasmo o la banalización por el que todo lo sabe.

Pienso que estas dos cartas son simbólicamente expresivas del Chile emergente. Van un paso adelante, porque desde la cultura se percibe mejor el malestar y se formula sin dobleces la crítica que los funcionarios pasados o futuros no pueden ver o verbalizar.  La cultura debe seguir cuestionando, jugando un rol crítico de aquella política que se siente segura de sí misma porque aún piensa que es una “ciencia” para especialistas. Mientras que todos sabemos que la relación entre los políticos y el saber no siempre se ha llevado bien, sobre todo cuando el conocimiento cuestiona al poder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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