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China en el sudeste de Asia: navegar por aguas turbulentas

Lo cierto es que hasta hoy, mientras Filipinas encabeza en la ASEAN una resistencia frontal a Beijing, sólo Camboya se alinea de manera abierta e incondicional con el punto de vista chino, que contempla negociaciones bilaterales para solucionar el diferendo en el Mar del Sur, sin interferencia de organismos o países ajenos al sudeste asiático.


El virtual default de la Administración federal norteamericana vino como anillo al dedo a una diplomacia china dispuesta a “golpear el hierro cuando está caliente” (dǎ tiě chèn rè). La crítica coyuntura en Washington incrementó el poder de seducción del presidente Xi Jinping en la Cumbre de la APEC, los pasados 7 y 8 de octubre en Bali, Indonesia; y del primer ministro Li Keqiang a continuación, durante la reunión de líderes del Este de Asia (EAS), en el sultanato de Brunei, así como en el viaje a Tailandia y Vietnam.

La atención prioritaria de Xi Jinping y Li Keqiang se concentró en aliados formales (Australia) o potenciales (Vietnam) de EE.UU. en la compleja pugna por el Mar del Sur de China. En Bali, por ejemplo, Xi Jinping consiguió que el nuevo primer ministro Tony Abbott, del Partido Liberal de centro-derecha, declarara que Australia puede ser, al mismo tiempo, “un estrecho aliado de Estados Unidos y un buen amigo de la República Popular China”. Y –lo que fue de mayor alcance e importancia para Beijing– Abbott agregó que el ascenso político y económico chino “beneficia al mundo y no es una amenaza para nadie”. En el relativo progreso ocasional de las posiciones chinas en el sudeste asiático y áreas aledañas registrado en octubre, incidió bastante la segunda ausencia consecutiva del presidente Barak Obama a la Cumbre anual de APEC.

[cita]Lo cierto es que hasta hoy, mientras Filipinas encabeza en la ASEAN una resistencia frontal a Beijing, sólo Camboya se alinea de manera abierta e incondicional con el punto de vista chino, que contempla negociaciones bilaterales para solucionar el diferendo en el Mar del Sur sin interferencia de organismos o países ajenos al sudeste asiático. [/cita]

Por imperativos de la campaña electoral en su país, Obama canceló la ida a Vladivostok para la Cumbre de septiembre de 2012 y fue reemplazado por Hillary Clinton, a la fecha jefa de la diplomacia estadounidense. Sin embargo, dos meses después, el ya reelecto mandatario concurrió a la reunión de EAS realizada en Camboya. En octubre último no ocurrió lo mismo y tanto la imagen pública como la capacidad de maniobra local de EE.UU. resultaron seriamente dañadas. A causa del grave bloqueo en Washington a la ley del presupuesto, Obama se vio impedido de asistir a las citas de la APEC y la de EAS que, de manera simultánea a la Conferencia de la ASEAN, se desarrolló en Brunei. En el Secretario de Estado John Kerry recayó entonces la difícil misión de defender la postura norteamericana a propósito del Mar del Sur de China, uno de los temas de fondo más relevantes.

Se calculan en US$ 3 billones los recursos pesqueros y petrolíferos que atesora el Mar del Sur. El diferendo allí atañe a pequeñas islas o reivindicaciones marítimas de China, Taiwán, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei e Indonesia. A ello, se suman interferencias de Estados Unidos, Australia y Japón, que reclaman libre acceso a una zona en la cual el tránsito naviero supera tres veces el correspondiente al Canal de Suez y cinco el de Panamá.

Una compañía estatal china planea invertir en un par de décadas el equivalente a $US 30 billones para explotar en el Mar del Sur yacimientos que producirían 25 toneladas métricas anuales de petróleo crudo y gas natural. En contraposición al proyecto de China, el gobierno vietnamita tiene vigente un acuerdo suscrito en 1978 con Japón para desarrollar los recursos petroleros del lugar y en 2012 rubricó con compañías extranjeras cerca de 60 compromisos adicionales de prospección. Beijing y las naciones del sudeste asiático establecieron en 2002 las bases para regular los conflictos en el Mar del Sur, a través de un futuro Código Conjunto de Conducta para las Partes, cuya elaboración ha sido obstaculizada por diferencias internas en la ASEAN que China atribuye a maniobras de EE.UU.

Lo cierto es que hasta hoy, mientras Filipinas encabeza en la ASEAN una resistencia frontal a Beijing, sólo Camboya se alinea de manera abierta e incondicional con el punto de vista chino, que contempla negociaciones bilaterales para solucionar el diferendo en el Mar del Sur, sin interferencia de organismos o países ajenos al sudeste asiático.

EE.UU. presiona a favor de llevar el asunto a foros multilaterales. El aspecto clave para el gobierno norteamericano es el de sus aviones y barcos de guerra desplegados en espacios y aguas del Mar del Sur de China. Aunque EE.UU. no adscribió a la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, por las siglas en inglés), considera que puede acogerse a una interpretación de UNCLOS que le otorgaría libre acceso en el Mar del Sur para “la vigilancia pacífica y otras actividades militares” en Zonas Económicas Exclusivas de otros Estados.

Dentro del perfil bajo que mantuvo en APEC y ELAS en octubre, el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, saludó en Brunei la decisión de dar vida a un Código Conjunto de Conducta para las Partes del Mar del Sur e insistió en que los países del sudeste asiático deben rehusar las negociaciones individuales con China. Poco después, ocurrió exactamente lo contrario en el caso de Vietnam. En el transcurso de la visita a Hanoi, el primer ministro chino Li Keqiang y su homólogo local, Nguyen Tan Dung, acordaron crear un grupo de trabajo para resolver todos los problemas marítimos pendientes.

Las autoridades chinas están lejos de confiar en el futuro del grupo de trabajo, pues saben que en la actualidad la región suele navegar en dos aguas. Hace menos de tres meses que el presidente de Vietnam, Truong Tan Sang, pidió en Washington a Obama profundizar vínculos comerciales y militares con EE.UU. Además, también el Secretario de Estado John Kerry tiene programado viaje a Hanoi antes de fin de año.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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