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Las resacas de la centroderecha: 1965 y 2013 Opinión

Las resacas de la centroderecha: 1965 y 2013

Al final, desde el punto de vista político, el gobierno de Alessandri fue un fracaso para la centroderecha como sector político: deslegitimó el modelo de mercado, no generó ningún fortalecimiento de sus partidos políticos y fue incapaz de ampliar su base electoral (¿le resulta familiar el relato?).


En nuestro país, la centroderecha ha llegado al gobierno sólo en dos oportunidades: Alessandri 1958-1964 y Piñera 2011-2014,  y en ambos casos, las consecuencias para la centroderecha están resultando mortalmente parecidas.

A diferencia de lo que se cree normalmente, la centroderecha no es un sector político fosilizado y meramente reaccionario a cualquier tipo de cambio. Si uno revisa su actuación política desde 1938 en adelante, se pueden distinguir claramente las diversas estrategias utilizadas por el sector y que, en el caso de los gobiernos de Alessandri y Piñera, tienen un rol relevante al momento de evaluar los frutos de dichos gobiernos para la centroderecha.

Hasta 1952 la centroderecha chilena fue especialista en la negociación y en el ceder siempre un poco menos de lo que se le pedía. Se refugió en el Congreso y desde allí cuidó sus intereses, nada más. Pero a mediados de los años 50, comienza a incubarse una estrategia distinta, por primera vez se asumía un discurso propositivo, un proyecto de país basado en una economía de mercado, de iniciativa privada, de retirada del Estado y de crítica a la demagogia política, en contraposición a la perfecta tecnocracia. Dicha etapa culminó de manera exitosa en 1958, con el primer gobierno de centroderecha, de la mano de Jorge Alessandri Rodríguez.

Sin embargo, lo que comenzó con soberbia y desprecio hacia lo político, con el llamado «Gabinete de los Gerentes» (¿le parece conocido el guión?), comenzó a tambalear en 1961 ante las movilizaciones sociales (¿le resulta conocido el libreto?) y, desde 1961, la centroderecha asume una nueva estrategia: «tratar de encauzar los cambios», y es así como el gobierno de Alessandri terminó no sólo renegando de la «revolución de los Gerentes», sino que, además, anunciando la necesidad de reformas estructurales profundas, de la mano de reformas constitucionales (¿le resulta conocida la historia?). Así llegamos a 1965, año en que la centroderecha sufrió su derrota más grande, quedando reducida al 12,5% del electorado y 9 parlamentarios en la Cámara de Diputados.

[cita]Lo que comenzó con soberbia y desprecio hacia lo político, con el llamado «Gabinete de los Gerentes» ( ¿le parece conocido el guión?), comenzó a tambalear en 1961 ante las movilizaciones sociales (¿le resulta conocido el libreto?) y, desde 1961, la centroderecha asume una nueva estrategia: «tratar de encauzar los cambios», y es así como el gobierno de Alessandri terminó no sólo renegando de la «revolución de los Gerentes», sino que, además, anunciando la necesidad de reformas estructurales profundas, de la mano de reformas constitucionales (¿le resulta conocida la historia?).[/cita]

Al final, desde el punto de vista político, el gobierno de Alessandri fue un fracaso para la centroderecha como sector político: deslegitimó el modelo de mercado, no generó ningún fortalecimiento de sus partidos políticos y fue incapaz de ampliar su base electoral (¿le resulta familiar el relato?).

Por más que nos alegremos de pasar a segunda vuelta, la verdad es que las elecciones 2013 han sido una derrota para la centroderecha, y sus causas y futuro desarrollo guardan una similitud casi mortal con el gobierno de Alessandri.

Un gobierno de centroderecha que asume el 2011 con convicciones e ideas propias (con soberbia y prepotencia incluidas) y que logra aumentar en cerca de 300 mil votos la base electoral del sector, se ve enfrentado a mitad de camino con los movimientos estudiantiles, tomas, conflictos sociales, la calle… y el gobierno comienza a perder la convicción. Surgen así las diversas tentaciones siempre latentes en el alma de la centroderecha: «moverse al centro», «ser más liberales en lo valórico», «ser más estatistas», etc., y que se pueden resumir, al igual que en 1961, en el intento por encauzar o simplemente ceder al rugir de la calle.

Sin embargo, hay que ser claros en señalar que el encauzar, transar o ceder, no es en sí mismo criticable, pero encauzar, transar o ceder, partiendo de las premisas de la izquierda y, por tanto, dejando que sean ellos los que determinen el marco de la discusión es, sin duda, un error imperdonable.

Como resultado, al final de este segundo gobierno de centroderecha (al igual que en el primero) terminamos con una nueva derrota, que si bien no es tan dramática como la del 65, sí nos hizo perder la mayoría en la Cámara y redujo nuestra base electoral en más de 650 mil votos (es decir, perdimos más del doble de lo ganado el 2009). ¿Y la Concertación?: no perdió ni un solo voto entre el 2009 y 2013.

Hay distintos tipos de fiesta, pero en el fondo todas tienen las mismas consecuencias si usted se deja llevar por el ambiente y bebe en exceso. Al día siguiente tendrá resaca y las resacas en la centroderecha son más duras. Somos el niño ordenado y perfumado que llega a la fiesta tecno…

Queda, sin embargo, ver cómo actuará la centroderecha en los próximos cuatro años, porque si bien las recientes elecciones no fueron el terremoto del 65, sí fueron el símil del año 1961 de Alessandri, y el 2017 sí puede ser un nuevo 1965.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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