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Frei Montalva: más actual que nunca Opinión

Frei Montalva: más actual que nunca

Frei Montalva recordó esa tradición democrática en su memorable discurso en el teatro Caupolicán, el 26 de agosto de 1980, cuando llamó a votar No en el plebiscito convocado por Pinochet para imponer la Constitución y hacerse elegir como presidente por ocho años. Inició sus palabras así: “Después de tantos años, de nuevo nos encontramos aquí reunidos. Esta es una ocasión solemne. Representamos hoy la continuidad histórica de Chile y la voluntad de una inmensa mayoría de chilenas y chilenos”.


Uno de los hitos que nos trae el año 2014 tendrá lugar el próximo 4 de septiembre, cuando se cumplirán cincuenta años de la elección de Eduardo Frei Montalva a la Presidencia de Chile, quien lideró uno de los gobiernos más realizadores del siglo XX, implementando un programa que se conoció como la “Revolución en Libertad”, proceso que marcó un profundo cambio en el desarrollo político, social y económico del país, y cuyo impacto no fue detenido por la historia posterior de Chile.

Frei Montalva fue elegido con un amplio apoyo popular, obteniendo el 55.6% de los votos, un respaldo sin precedentes desde el restablecimiento de la democracia (en 1932). Fue un claro contraste con la elección presidencial de 1958, en que se impuso Jorge Alessandri, apoyado por liberales y conservadores, con sólo el 31.2% de los votos, el más bajo de todos los presidentes elegidos entre 1932 y 1970

El alto respaldo obtenido por Frei se dio en una elección caracterizada por la expansión del electorado: mientras en la elección de Alessandri había un millón y medio de chilenos inscritos (votando el 84.5% de ellos), seis años después había casi tres millones de ciudadanos (2.915.120), con 86.8% concurriendo a las urnas. Como se puede advertir, en 1964 la democracia no sólo dejó de ser una de participación limitada, en que las élites tradicionales tenían un enorme poder, sino que avanzó decididamente hacia una de participación amplia, que Frei apoyaría desde su gobierno, con políticas que abarcaban desde la organización popular y la sindicalización campesina, hasta el derecho a voto a los analfabetos (en 1970).

[cita]Su obra ha sido menospreciada hasta nuestros días, relegándosela a una “planificación global” (Mario Góngora), que habría estado caracterizada por “visiones ideológicas totalizantes y excluyentes que, a la postre, conducen a tres revoluciones: la de Frei Montalva, Allende y Pinochet”, como afirmó el presidente del PDC, el senador Ignacio Walker, en la presentación del libro El otro modelo, a mediados del año pasado. De acuerdo a esta interpretación, el gobierno de Frei habría sido una suerte de “laboratorio social”, en el cual los chilenos “llegamos a ser verdaderos conejillos de indias en una sucesión de experimentos sociales y políticos de desenlace trágico para el conjunto de la nación”. A nuestro juicio, esta es una visión profundamente equivocada, que desconoce la magnitud de la obra del gobierno de Frei Montalva.[/cita]

En su gobierno,  logró reunir a un equipo muy destacado de profesionales, académicos y políticos que prepararon con dos años de anticipación un minucioso programa, que abarcó las principales áreas de las políticas públicas, para enfrentar “la crisis integral de Chile“, como describió Jorge Ahumada el estado del país en 1958, con gobiernos que no tenían el respaldo amplio de la población y mandatarios que no tuvieron la voluntad política de enfrentar los obstáculos estructurales que impedían tener una democracia de calidad y salir del subdesarrollo. En efecto, hacia fines de la década de los cincuenta, la economía crecía menos que el aumento de la población, ya que entre 1950 y 1960 el PIB por habitante creció 1,18%, levemente por encima de Argentina, que exhibía un 1,10%, pero casi un  tercio por debajo del crecimiento de Brasil y menos de la mitad del que tuvo México en ese período.

Confrontado con este pobre desempeño económico, así como con las consecuencias sociales y políticas del mismo, Frei Montalva y sus asesores elaboraron un programa de gobierno innovador. En primer lugar, impulsó la reforma agraria, para terminar con el latifundio y las deplorables condiciones sociales en el campo, típicas de una sociedad tradicional que parecía anclada en el siglo XIX. Complementando la reforma agraria, Frei llevó adelante un inédito programa de sindicalización campesina que, aun cuando había sido contemplada por el Código del Trabajo de 1924, no fue llevada a la práctica por ninguno de los gobiernos anteriores al de la Democracia Cristiana, ni siquiera por el del Frente Popular (1938-1941), producto  del veto de la derecha y de algunos sectores del centro político de la época.

Tan importante como la reforma agraria y la sindicalización campesina fue la llamada “promoción popular”, iniciativa que la administración Frei impulsó para que el pueblo tuviera otros mecanismos de participación, más allá de las elecciones. Adicionalmente, inició la recuperación del cobre, explotado hasta entonces por compañías norteamericanas, a través de la denominada “chilenización del cobre”, proceso que eventualmente llevaría a su nacionalización (en 1971) por decisión unánime del Congreso Nacional.

Por otra parte, cabe destacar su política educacional, que tuvo alcances notables, especialmente si se toma en consideración el muy atrasado estado en que se encontraba al asumir Frei el gobierno. Para dar una idea del contexto en este ámbito, cabe señalar que en 1950 la cobertura de la educación secundaria era inferior al 10% del grupo de edad, mientras que, por ejemplo, en EE.UU. alcanzaba al 66% de los jóvenes entre 14 y 17 años. La reforma educacional del gobierno de Frei Montalva provocó una impresionante expansión de la cobertura escolar, modificando sus ciclos, con el acortamiento de la Educación Media a cuatro años y la equivalencia formal de los diplomas de los liceos generales y vocacionales. En efecto, entre 1965 y 1970, la cobertura pasó de aproximadamente un 18% a un 33%, un cambio espectacular, pues, como anotan Bellei y Pérez Vera: “En sólo cinco años el país expandió la educación secundaria en 15 puntos porcentuales, lo cual equivale a todo lo hecho en los primeros 150 años de vida independiente”.

Frei pudo llevar adelante su ambicioso programa porque contó con un sólido apoyo parlamentario y porque reunió a un grupo muy amplio de destacadas personalidades que participaron en la preparación del programa y que le acompañarían desde el gobierno, muchos de los cuales eran independientes (como Sergio Molina, ministro de Hacienda, que fue director de Presupuestos desde 1954, y Juan Gómez Millas, ministro de Educación, ex rector de la Universidad de Chile).

Dicho esto, el gobierno de Frei llevó adelante su programa con la oposición de poderosos intereses y de sectores de derecha que lo cuestionan hasta ahora por supuestamente haber llevado al país a “la decadencia”. Esta aproximación desconoce la responsabilidad de las administraciones anteriores en los graves problemas que tenía el país, incluso el de Jorge Alessandri, cuya mediocre gestión llevaría al desplome electoral de los partidos que lo llevaron a La Moneda y que él no integró a su gabinete, los que más tarde abandonaron la candidatura presidencial con el Partido Radical y llamaron a votar por Frei, temiendo un triunfo de Salvador Allende. Dichos sectores de derecha repudian el que Frei no haya cambiado su programa por un apoyo electoral que no pidió, para imponerse sobre el abanderado de la izquierda. Dichos sectores citan mañosamente una frase de su campaña –“no cambiaré una coma de mi programa ni por un millón de votos”– como si fuese expresión de una voluntad sectaria, cuando sólo indicaba su decisión de cumplir con un programa extremadamente progresista para su época, y que había preparado con la participación de miles de chilenos.

Promediando la segunda mitad de su gobierno, Frei Montalva enfrentó una dura oposición al interior de su propio partido, lo que limitó severamente los alcances de su gestión. Quizá producto de esto último su obra ha sido menospreciada hasta nuestros días, relegándosela a una “planificación global” (Mario Góngora), que habría estado caracterizada por “visiones ideológicas totalizantes y excluyentes que, a la postre, conducen a tres revoluciones: las de Frei Montalva, Allende y Pinochet”, como afirmó el presidente del PDC, el senador Ignacio Walker, en la presentación del libro El otro modelo, a mediados del año pasado. De acuerdo a esta interpretación, el gobierno de Frei habría sido una suerte de “laboratorio social”, en el cual los chilenos “llegamos a ser verdaderos conejillos de indias en una sucesión de experimentos sociales y políticos de desenlace trágico para el conjunto de la nación”. A nuestro juicio, esta es una visión profundamente equivocada, que desconoce la magnitud de la obra del gobierno de Frei Montalva.

Cuando se inicia un nuevo gobierno que se ha propuesto enfrentar graves fracturas institucionales y sociales, el gobierno de Frei Montalva mantiene una interesante vigencia, más allá de las diferencias impuestas por el distinto contexto, tanto nacional como internacional. La historia de Chile no comienza en 1973, como parecen sugerirlo  intelectuales y políticos de derecha, ni en 1990, como lo insinúan algunas personalidades de la Concertación. Por supuesto, tampoco comenzó en 1964, sino que mucho antes. En esa larga historia, los chilenos buscaron perfeccionar la democracia y establecer un Estado de bienestar en torno al principio de la solidaridad, que sería desmantelado por el régimen de Pinochet, imponiendo otro basado en el individualismo, que inspiró la acción del régimen militar y la revolución económica neoliberal impulsada por los “Chicago Boys”. Esa continuidad democrática es más fuerte que el consenso conservador que impuso el régimen militar, basado en el individualismo y una economía de mercado sin adjetivos, y que no fue mayormente interpelado desde 1990, pero que, desde las movilizaciones estudiantiles de 2011, sí lo está siendo

Frei Montalva recordó esa tradición democrática en su memorable discurso en el teatro Caupolicán, el 26 de agosto de 1980, cuando llamó a votar No en el plebiscito convocado por Pinochet para imponer la Constitución y hacerse elegir como presidente por ocho años. Inició sus palabras así: “Después de tantos años, de nuevo nos encontramos aquí reunidos. Esta es una ocasión solemne. Representamos hoy la continuidad histórica de Chile y la voluntad de una inmensa mayoría de chilenas y chilenos”.

Esa tradición democrática y de justicia social mantiene su vigencia promediando la segunda década del siglo XXI, en que el país se encuentra, así como en 1964, ante la tangible oportunidad de dar un salto de proporciones en materia de igualdad, participación y progreso económico y social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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