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El poder detrás del timerosal

Existen 159 estudios que vinculan el timerosal con enfermedades del neurodesarrollo o que señalan el peligro y riesgo de utilizar este compuesto. Todas las autoridades que defienden el timerosal hacen sólo referencia a cuatro estudios. La otra mirada, la otra evidencia, a pesar de la contundencia, no existe.


En la tramitación del proyecto de ley que prohíbe el timerosal (49,6% mercurio) de las vacunas, ocurrieron hechos curiosos, algunos insólitos, contradictorios, otros aberrantes. Mal que mal, el proceso duró cuatro años, y en ese transcurso, hay espacio para mucha ocurrencia.

Podemos sospechar de un Ejecutivo errático, que patrocinó el proyecto de ley en un comienzo otorgándole urgencia simple, y que, sin embargo, al poco andar, retiró su apoyo, aduciendo: falta de recursos; miedo a las demandas a las que se expondría el Ministerio de Salud si se reconociera que este compuesto es dañino para la salud; declaraciones de la OMS que avalan el uso del timerosal, olvidando siempre mencionar, casualmente, que esta recomendación viene del 2007 y que va dirigida sólo para los países en desarrollo (el Tercer Mundo), etc.

No obstante, quisiera destacar algo que me llama aún más profundamente la atención: al principio de la discusión, en el año 2010, al menos había consenso sobre una cosa: existía la controversia. El sólo hecho de nombrarla, hacía necesario admitir la existencia de evidencia en ambos sentidos, independientemente de adscribir a una determinada postura.

Pero admitir la controversia, aparentemente implicaba también aceptar el principio precautorio y, por lo tanto, se hizo necesario hacer desaparecer la controversia.

El problema es precisamente cuando la evidencia, en uno de los sentidos, desaparece.

Ahora, según nuestras autoridades, está definitivamente comprobado que el timerosal es inocuo, cien por ciento seguro. La duda que pudo haber existido, desapareció, como por arte de magia. Sólo existen pruebas en uno de los sentidos, y todo esto, sin aportar ningún nuevo antecedente.

El otro punto de vista es negado, borrado, no es que esté equivocado, simplemente no existe.

Edgar Morin señala que “la ciencia”, cuando se resiste a la información, cuando sólo selecciona los elementos y eventos que la confirman, deja de ser ciencia y se convierte en doctrina. La doctrina no sólo se resiste a la información, sino que la destruye, la elimina.

“La doctrina es dogmática por naturaleza: el dogmatismo es justamente, la unión de la rigidez, del blindaje, de la arrogancia doctrinaria. La doctrina es la única que posee la verdad, se arroga todos los derechos y es siempre ortodoxa. Los argumentos contrarios son transformados en argumentos contra los contradictores”, que pasan a ser ignorantes, inexpertos, oportunistas y otros tantos epítetos, que nunca se refieren a los argumentos contrarios, sino a las personas que los emiten.

No es de extrañar que no haya una sola referencia a los estudios que avalan la otra posición. Existen 159 estudios que vinculan el timerosal con enfermedades del neurodesarrollo o que señalan el peligro y riesgo de utilizar este compuesto. Todas las autoridades que defienden el timerosal hacen sólo referencia a cuatro estudios. La otra mirada, la otra evidencia, a pesar de la contundencia, no existe.

Para que haya una sola “verdad”, para que haya dogma, como bien dice Edgar Morin, se requiere del blindaje, y para que éste exista, se requiere del poder y el poder, en Chile, todos sabemos dónde su ubica y quién lo detenta.

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