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Valparaíso y el mall: memoria de un patrimonio sumergido

Salvador Donghi
Por : Salvador Donghi Biólogo de la PUCV
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¿Seguirá la arrogancia del autodemoninado “jaguar latinoamericano” mirando como simples recomendaciones lo establecido por la UNESCO? ¿Seguirá la arrogancia del retail creyendo que sus imperios del consumo son la solución para una ciudad que le pertenece a la humanidad?


Según consigna el reciente Informe de la Misión de Asesoramiento para el Sitio de Patrimonio Mundial, Área Histórica de Cuidad-Puerto de Valparaíso, elaborado por Silvio Mendes Zanchetti y Luis María Calvo de ICOMOS (organismo técnico de UNESCO), el Valor Universal excepcional de Valparaíso está expresado en su condición de ciudad-puerto que ofrece un testimonio valioso sobre las fases tempranas de la globalización a fines del siglo XIX, siendo la simbiosis e interacción entre la ciudad y el puerto la característica que define este perfil único.

Uno de los atributos que expresa este Valor Universal Excepcional es el carácter de anfiteatro natural que tiene la ciudad y cómo ésta y su arquitectura se han adaptado a esta condición, siendo reflejo de lo anterior el trazado urbano, los espacios públicos y las edificaciones, los terrenos de la Armada y el puerto, y la infraestructura de transporte dada por el uso de ascensores y trolebuses.

El volver la mirada hacia este Valor Universal Excepcional, tanto para el porteño como el visitante, hace que florezca este Valparaíso de antaño que fue capaz de desafiar al mar, ganarle terrenos a esfuerzo de mula y carretilla, y desarrollar infraestructura portuaria de alta complejidad para la época; construir palacios de sofisticada arquitectura y colocar tranvías a la altura de sus cerros –Barón y Avenida Alemania–. Lo anterior, indudablemente constituye identidad para sus habitantes, y esta identidad se mantiene viva no sólo en la conservación de sus edificios patrimoniales, sino también en el uso de los ascensores y trolebuses, en el entramado laberíntico de las escalinatas, el comercio de dispersión, etc.

Entonces, no se entiende cómo ni por qué, ante tan rica evidencia, sumada a los múltiples estudios y planes, las iniciativas de desarrollo inmobiliario e infraestructura portuaria tengan que correr en sentido diametralmente opuesto. Sobre esto contamos con un ejemplo muy claro: el mall que se pretende emplazar en sitios portuarios del sector Barón. Si bien este controvertido proyecto cuenta con el uso de suelo que permite su emplazamiento, cabe destacar que lo anterior se consiguió a través de una evaluación ambiental, cuya Resolución de Calificación Ambiental (RCA) normó muchos aspectos que rescatan la memoria marítimo-portuaria del sector.

Entre ellos, la protección de la vista, bajo el principio de “copropiedad del ojo”; la denominación de la Bodega Simón Bolívar como Inmueble de Conservación Histórica, donde se establece la distancia para construcciones aledañas; la categoría de bienes de uso público para plazas o sitios de esparcimiento público; y la protección del patrimonio arqueológico del subsuelo de Barón. Todo lo anterior, aspectos que de alguna forma permitirían mantener este singular paisaje urbano.

Sin embargo, en una sucesión de ilícitos, enmiendas al Plan Regulador Comunal de Valparaíso, permiso de edificación mal extendido, y la negativa de entregar información a través de Transparencia, han hecho que este proyecto atente gravemente contra el Valor Universal Excepcional de la ciudad puerto y que, por ende, peligre su permanencia en la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad.

El informe de los expertos de ICOMOS plantea que es posible vislumbrar efectos adversos sobre el Valor Universal Excepcional, ya que tanto los habitantes porteños como los visitantes perderán –producto de una caracterización errónea– la oportunidad de apreciar uno de los vestigios históricos más importantes de Valparaíso: la Bodega Simón Bolívar, cuya particularidad es expresar la memoria de actividades humanas del pasado, las tecnologías del puerto y sus vínculos con el tejido social de la ciudad, su utilización y su entorno geográfico. Es posible apreciar su estructura desde muchos puntos de la ciudad, junto con su alineación con el borde costero y la línea del tren, dibujando una curva que permite recrear la conformación de anfiteatro de la ciudad. Tan sólo con esto, la construcción del Mall Barón provocaría inevitablemente la ruptura del paisaje urbano de Valparaíso.

El citado informe plantea que el proyecto Mall Barón carece de un estudio oficial que permita evaluar sus impactos sobre el sitio patrimonial, poniendo en riesgo los vestigios arqueológicos del subsuelo de Barón y aquellos que están sumergidos, y advierte sobre la necesidad de evaluar seriamente todo aquello que tenga importancia para comprender los períodos históricos de evolución tecnológica en relación al puerto con la ciudad.

Nos encontramos ante una situación grave. Las autoridades locales encargadas de la protección del Valor Universal Excepcional de Valparaíso no han evaluado de manera responsable la forma en que el proyecto del Mall Barón atenta contra la memoria histórica de la ciudad y la alteración irreversible de su condición de patrimonio. El argumento de que la zona de Barón está fuera del área patrimonial y que por lo tanto no afecta su declaratoria, desatiende gravemente lo planteado en las recomendaciones del informe de la nominación de París 2003, que reconoce que la memoria de la ciudad reside en el puerto y hace énfasis en que deberán “proseguir los esfuerzos para realizar un inventario y proteger la infraestructura relativa a las funciones históricas de la zona puerto y de los sistemas de transporte; y elaborar planes de gestión de conservación en toda el área del puerto marítimo”.

Es cierto, el proyecto Mall Barón se encuentra fuera del área histórica, no obstante, tanto la bodega Simón Bolívar como la arqueología Patrimonial son objetos materiales ligados a valores intangibles que fortalecen la memoria de Valparaíso como la ciudad puerto que ciudadanos locales y extranjeros reconocen.

¿Seguirá la arrogancia del autodenominado “jaguar latinoamericano”, mirando como simples recomendaciones lo establecido por la UNESCO? ¿Seguirá la arrogancia del retail, creyendo que sus imperios del consumo son la solución para una ciudad que le pertenece a la humanidad? La arrogancia carece de autocrítica, no vaya a ser cosa que cuando Valparaíso quede en la lista de peligro sea culpa del –también– patrimonial quiltro porteño, cuyos desechos parecen ser más molestos que los que dejaría el megaproyecto inmobiliario.

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