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Gramsci, la UDI y el fin de un ciclo Opinión

Gramsci, la UDI y el fin de un ciclo

Aquello paradójico del ciclo político caracterizado por la hegemonía de la UDI es que su propio declive se inició cuando junto con Sebastián Piñera accedieron al poder del Estado. Lo que debió ser la culminación de su proceso hegemónico, el punto más alto de su éxito político, terminó marcando el inicio de su decadencia.


A fines de marzo el jefe de bancada de diputados de la UDI repartió entre sus pares una selección de textos de Antonio Gramsci y causó revuelo en las redes sociales. Según el dirigente UDI, su partido está perdiendo terreno frente al “método Gramsci”, que apunta a lograr –según el parlamentario– la hegemonía cultural en la sociedad a fin de cursar la revolución socialista que se encuentra en marcha. El hecho es sin duda un avance, considerando que la literatura política de la que pareciera haberse nutrido preferentemente la UDI desde su fundación son las obras de Augusto Pinochet y Jaime Guzmán. Por otra parte, revela inquietud intelectual y la capacidad de algunos miembros de la UDI para reconocer el retroceso que ha registrado.

Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre las ideas políticas y filosóficas de Gramsci y su influencia en la izquierda mundial. Nadie hasta ahora ha sido tan penetrante como él para revisar la noción de Estado y complejizarla y para definir el amplio espacio de la cultura como el gran terreno de la batalla política. Hoy es indudable que su estudio es fundamental para entender las sociedades actuales y para emprender caminos que busquen transformarlas.

Las ideas de Gramsci tienen vigencia para interpretar la realidad política chilena. Y, paradójicamente, uno de los actores a los que más se ha analizado utilizando conceptos gramscianos ha sido la UDI. Para parte de la izquierda chilena, el Chile de la postdictadura fue un momento en que se fue estructurando la hegemonía política y cultural de la UDI. El bloque histórico que ha conducido dicho período es compuesto por quienes han procurado mantener el legado institucional, político, económico, social y cultural de la dictadura. La UDI ha sido la máxima expresión concreta de ese bloque al conformar un apretado nudo entre las hebras del gran poder económico, el poder comunicacional e ideológico y las organizaciones e instituciones políticas. A las ideas que lideraron esta exitosa estrategia de desarrollo hegemónico, Joaquín Lavín las llamó «revolución silenciosa», aunque en aquel entonces los dirigentes UDI difícilmente sabían quién era Gramsci.

[cita]La UDI tiene razón en leer a Gramsci. La disputa actual se centra en el predominio de las ideas en el ámbito amplio de la cultura y no sólo en el control de las instituciones, que podrá ejercer en mejores condiciones quien lleve la delantera en la construcción de hegemonía. Y la UDI ha perdido terreno en esa batalla, por primera vez en más de tres décadas.[/cita]

Durante la mayor parte de la transición, la UDI (o si se prefiere el «pinochetismo neoliberal») no necesitó controlar el poder del Estado para cumplir con su propósito de salvaguardar el legado de la dictadura. Gracias a la operación de las trampas institucionales de la Constitución de 1980, al control de parte importante de los medios de comunicación, a su creciente ascendencia en las distintas iglesias (principalmente la Católica), a un rol protagónico en el sistema educativo y al apoyo de grandes grupos económicos identificados con congregaciones religiosas que elevaron el afán de ganar dinero a una suerte de misión sacrosanta, la UDI pudo prescindir sin mayores problemas del aparato estatal Ejecutivo. Sobre las bases asentadas por la dictadura, avanzó decisivamente en la batalla del llamado «sentido común».

Aquello paradójico del ciclo político caracterizado por la hegemonía de la UDI es que su propio declive se inició cuando junto con Sebastián Piñera accedieron al poder del Estado. Lo que debió ser la culminación de su proceso hegemónico, el punto más alto de su éxito político, terminó marcando el inicio de su decadencia.

La UDI tiene razón en leer a Gramsci. La disputa actual se centra en el predominio de las ideas en el ámbito amplio de la cultura y no sólo en el control de las instituciones, que podrá ejercer en mejores condiciones quien lleve la delantera en la construcción de hegemonía. Y la UDI ha perdido terreno en esa batalla, por primera vez en más de tres décadas.

Una de las principales características del ciclo hegemónico de la UDI fue la despolitización de la sociedad. Donde debía haber política hubo tecnocracia y donde debía haber democracia se impuso el mercado. El nuevo ciclo se iniciará verdaderamente cuando los términos se reviertan, la política someta a la tecnocracia y la democracia subordine al mercado.

La ausencia de Guzmán ha significado para la UDI un vacío enorme en el campo del pensamiento. Pareciera que la conclusión de una primera lectura de Gramsci hecha por ellos es que no deben ceder en la “guerra de posiciones”. Por eso se aprestan –antes de retomar la conquista del poder estatal como tarea– a establecer nuevamente el vínculo ideológico orgánico con las «masas», aquel que la dictadura le facilitó establecer.

Habrá que esperar para ver cómo sortea la UDI incorporar nuevos ángulos teóricos a la perspectiva geométrica supuestamente perfecta, primero que nada por su origen sobrehumano, que sostuvo Jaime Guzmán. Gramsci fue un revolucionario y uno de los grandes teóricos del marxismo, pero no pretendió la perfección ni fue iluminado por la fe, se comportó como un habitante más del mundo de los humanos.

La estrategia de la UDI frente a la discusión de la reforma tributaria muestra cómo quieren enfrentar al adversario: construyendo trincheras, reviviendo dogmas, polarizando la discusión para perfilar las bases de relanzamiento de su lucha hegemónica. No tienen complejos en aislarse en el Parlamento y reeditan un discurso conservador a ultranza que para las últimas elecciones se pensó superado. Las declaraciones del recién electo nuevo presidente de la colectividad son una muestra elocuente de esta estrategia definida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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