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Y ahora lo discutimos


Subestimar al adversario es un error grave. En cierto sentido eso hicimos con Michelle Bachelet. Razones no faltaban, su ineptitud es evidente en ciertas áreas: le dio luz verde al Transantiago, uno de los mayores desastres urbanísticos y fiscales; no fue capaz de mantener el orden en los días posteriores al terremoto del 2010, y tampoco fue capaz de reconstruir Tocopilla el 2007; durante su gobierno aumentaron la pobreza, la desigualdad, el desempleo y otros males sociales, etc.

Pero a pesar de su ineptitud en el gobierno (por algo debían “blindarla” los ministros), tiene otras habilidades que no fueron consideradas: es hábil en el manejo de los afectos y de la imagen: un delantal blanco sigue siendo “grito y plata” electoralmente, accedió a ser entrevistada – cosa poco frecuente en ella – por la hermana de una de sus ministras, sabe usar el tono de voz correcto para conectar con la gente, etc. Parte de esa habilidad fue su silencio durante el tiempo previo a la campaña, y más durante la campaña misma. A pesar de que fue constantemente criticada por eso, sabía que callar le reportaría más beneficios que daños le haría la crítica.

Parte de su silencio fue la tardanza en presentar un programa, y el referirse a él en vez de hacer explícitas sus intenciones. Por supuesto que quienes, de un lado y otro, observan la política sabían bien lo que venía. Pero la mayoría, esa que ahora se supone está representada en el poder ejecutivo y legislativo, no lee los programas: se entera por lo que se habla, sobre todo en la televisión. Michelle Bachelet nunca se refirió de manera sincera, directa y clara a temas como el aborto y la ideología de género. No entregó información suficiente. No se pronunció, no tomó posiciones, y la campaña se mantuvo dentro de una segura vaguedad.

Ahora ya votaron por ella, ya está en el cargo. Ahora, ha dicho, es el momento de discutir sobre el aborto. Pero también ya ha dicho que el diálogo es para lograr lo que se propone, no para reconsiderarlo. Lo que antes estaba esbozado, ahora está explícito (y se pronuncian personalidades y se arma la polémica). Sin embargo este silencio, que ahora se rompe, respecto de lo importante, de lo que podría haber dañado su candidatura y la de su conglomerado es un tipo de engaño (¿publicidad engañosa?), un menosprecio a quienes se supone representa y gobierna, y eso no es democracia.

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