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Los 100 días de la conducción gubernamental

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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En medio de este complejo proceso político llama la atención el carácter público que parece haber asumido el debate entre los partidos de la Nueva Mayoría. Pareciera que los temas polémicos antes de ser debatidos internamente son llevados a la prensa, la cual a veces destaca ciertas aristas y le atribuye una presunta virulencia al debate, que no necesariamente representa la intención de los personeros involucrados.


Emprender sendos cambios que la sociedad chilena venía reclamando de diversas maneras desde hace mucho tiempo ha sido la columna del vertebral del nuevo gobierno de Michelle Bachelet. Probablemente la urgencia de cumplir con los compromisos enunciados para los primeros 100 días ha determinado la conducción política gubernamental. Numerosos dirigentes políticos han señalado la conveniencia que tendría haber separado los componentes del proyecto de reforma tributaria. Varios comentaristas han señalado que la reforma educacional debió haber partido por las medidas que fortalecen la educación pública. Otros han aducido la eventual inconveniencia de impulsar simultáneamente tantas iniciativas de transformaciones.

Aunque las objeciones indicadas son atendibles, parece haber primado la necesidad de demostrar una férrea voluntad de emprender los cambios prometidos. Pero, además, desde el punto de vista político, la estrategia parece haber sido adecuada, pues ha dificultado a la oposición levantar una política articulada y con argumentos sólidos, y la ha obligado a refugiarse en temas procedimentales y en el ataque descalificador.

[cita]En medio de este complejo proceso político llama la atención el carácter público que parece haber asumido el debate entre los partidos de la Nueva Mayoría. Pareciera que los temas polémicos antes de ser debatidos internamente son llevados a la prensa, la cual a veces destaca ciertas aristas y le atribuye una presunta virulencia al debate, que no necesariamente representa la intención de los personeros involucrados.[/cita]

La conducción de las reformas ha tenido un claro sello sectorial. El ministro de Hacienda le imprimió un ritmo a la reforma tributaria que alcanzó un significativo éxito al ser aprobada por la Cámara de Diputados, y que definió el marco de referencia dentro del cual deberá dirimirse el segundo trámite legislativo en el Senado. Las dificultades de articulación de la oposición política y empresarial han quedado en evidencia. Aunque adujeron que en la Cámara de Diputados se había contado con poco tiempo para la discusión, los mayores espacios entregados en la Cámara Alta no parecen estar siendo aprovechados para argumentar seriamente contra la reforma y hacer propuestas; los improperios emitidos por el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio no sirven naturalmente para promover el diálogo solicitado. Por su parte, en el campo educacional, desde el principio ha existido la convicción de que se requiere un amplio debate y es razonable la determinación del Congreso de extender hasta enero el debate para poder tratar en su integridad la reforma.

En medio de este complejo proceso político llama la atención el carácter público que parece haber asumido el debate entre los partidos de la Nueva Mayoría. Pareciera que los temas polémicos antes de ser debatidos internamente son llevados a la prensa, la cual a veces destaca ciertas aristas y le atribuye una presunta virulencia al debate, que no necesariamente representa la intención de los personeros involucrados. ¿Corresponde esto a una faceta más deliberativa de la política chilena, o alude a diferencias existentes en la coalición respecto de reformas importantes y de significativos alcances? Ello está por verse. El llamado de atención al presidente de la Democracia Cristiana es, en este sentido, una primera respuesta a esta interrogante.

Por otra parte, pareciera a veces que el comité político del Gobierno no ha ejercido plenamente las tareas de conducción estratégica y diaria de las reformas, limitándose más bien a la conducción de las tareas corrientes del Gobierno; ello podría deducirse del sello quizás muy personal de la conducción de cada área de política pública y de la dificultad para discernir la estrategia global que orienta el proceso de reformas. Quizá tal conducción ha sido muy relevante en este primer período, en que lo prioritario era cumplir con los compromisos de los primeros 100 días. Sin embargo, hacia adelante parece indispensable que la acción gubernamental evidencie claramente la estrategia global de las reformas y ponga esfuerzos en generar las sinergias políticas entre las distintas reformas. Indispensable también es fortalecer el apoyo ciudadano, afiatar la operación del gabinete –particularmente del comité político– y la relación con los partidos de la coalición.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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