Es interesante como la prensa chilena, más que la boliviana, ha dado una importancia excesiva al hecho de que Chile objetaría o no la competencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso que Bolivia ha presentado ante este tribunal. Porque cualquier persona, cualquiera, contra la cual se ha presentado una demanda en un tribunal puede objetar la competencia de esa corte (usando los mecanismos previstos por la ley en los casos en que la ley lo permite). ¿Qué es lo extraordinario que un Estado objete la de la Corte Internacional si en el mismo Estatuto de la Corte así lo permite? Todos los países lo hacen, incluso en los casos en que es evidente que la Corte tiene competencia. En todos los tribunales, internacionales e internos, está previsto que se objete su competencia. Es una prerrogativa del demandado. Lo raro es que no se haga uso de ese privilegio.
¿Por qué? No es por miedo a ir a juicio. Ni tampoco realmente es por dilatar. Tampoco es menospreciar la demanda ni porque no se crea que tenga razón. Es porque ningún tribunal tiene automáticamente competencia para conocer un asunto simplemente porque se interpone una demanda. Y menos un tribunal internacional, sobre todo uno tan complejo como es la Corte Internacional.
Objetar la competencia implica que la Corte, antes de acoger una demanda, explique si efectivamente puede conocer un asunto en ratione personae, ratione materiae, ratione temporis y ratione loci (persona, materia, tiempo y lugar). La Corte tiene que cumplir los cuatro requisitos, los cuatro, no puede ser solo tres o solo uno. Y el demandado tiene todo el derecho a exigir que la Corte diga expresamente que cumple con esos requisitos. Porque la Corte no puede conocer casos que no sea de Estados, y ojo, tampoco es que pueda conocer los asuntos de todos los Estados. Dependerá de si los Estados adhirieron al Estatuto (y luego hay que revisar si hay o no reservas, o sea, limites o exclusiones de temas que no puede ver la Corte), o si en el documento que se discute se establece que ante una controversia se someterán ante la Corte, o en virtud de una cláusula jurisdiccional. Y luego está el asunto del tiempo: la Corte no está facultada para conocer casos de asuntos que hayan ocurrido antes de 1948 (irretroactividad de la ley). Y tampoco de asuntos ya zanjados por tratados. Y un largo etc. de situaciones.
¿Qué tenemos en el caso de Bolivia? Que ha presentado una demanda. Sólo eso. La Corte no la ha aceptado todavía, los jueces no han mirado nada de la demanda, no saben nada de ella. Si Chile hubiera respondido la demanda (que es aceptar tácitamente la competencia de la Corte), entonces recién la Corte la acepta y puede entrar al fondo de la misma y, finalmente, acabar resolviendo. Como Chile no aceptará la competencia, la Corte tendrá que explicar si cumple o no con todas las condiciones para aceptar realmente la demanda. Chile no esta desafiando a la Corte y no está insultando a la Corte, está exigiendole que explique si realmente puede conocer este asunto y por qué, en que se basaría para hacerlo, en que acuerdos, tratados, jurisprudencia, costumbre. Si una vez analizadas todas las condiciones y de forma muy fundada la respuesta es que “Sí” la Corte tiene competencia, entonces recién ésta puede conocer el fondo del asunto. Si dice que “No” (también una respuesta bien fundada), la Corte da por terminada su participación y despide a las partes involucradas.
Así que no sacamos nada con discutir el fondo de un asunto que, por lo demás, no tiene fondo. Si pidiéramos a Evo Morales que explicara la demanda sin el show que ha montado, no podría. Si la Corte decide que tiene competencia y entra en el fondo, tendrá que aclarar primero que realmente puede conocer este asunto de “derechos expectaticios” que ni siquiera los mismos juristas bolivianos comprenden y que no está basado en nada porque no hay ningun acuerdo firmado que obligue a Chile a cumplirlos (sea lo que sea que sean), y luego explicar que realmente podría, eventualmente, obligar a Chile a negociar, lo cual sí será realmente entretenido de estudiar, porque la Corte no tiene imperio, no hay policías que arresten a los Estados que no cumplen las sentencias, no tiene forma de coaccionar a un Estado. ¿Cómo podría obligar a un Estado a negociar si ni siquiera puede obligarlo a cumplir una sentencia? Y menos hacerlo en las condiciones que quiere Bolivia, o sea, exigir que Chile se siente a negociar para que le de lo que quiere, o sea… bueno, lo que sea que quiera Bolivia.
Porque no es que Chile se siente a negociar el quid del asunto, es que lo haga para que le de a Bolivia lo que Bolivia quiere. ¿Y que quiere? Nadie lo sabe realmente. ¿Que se le regrese el “territorio usurpado”? Eso no está en la demanda. ¿Quiere que se le regrese en las mismas condiciones en que Chile lo ocupó o en las actuales? Eso no está en la demanda. ¿Devolverá Bolivia lo pagado por Chile por ese territorio “usurpado” con intereses y al cambio actual? Eso no está en la demanda. ¿Será inválido el tratado de 1904? Eso no está en la demanda. Lo que está es que Chile debe sentarse de buena fe a negociar. ¿Negociar qué? ¿Compensaciones económicas por los años de ocupación? Eso no está en la demanda.
Lo que sí está en la demanda es una mentira: que Chile no propuso soluciones al problema de Bolivia. Chile las ha propuesto, Bolivia no las ha aceptado y no puede ahora venir Morales o cualquier representante del Estado boliviano a decir que, tras más de 30 años reconsiderando, aceptarían la propuesta de Charaña de 1975. Y no pueden porque entonces tendrán que explicar por qué esperan que la Corte acoja la demanda de un Estado que rompió relaciones diplomáticas con el demandado precisamente en medio de las negociaciones que ahora esperan que se cumplan (actitud que anuló totalmente ese acuerdo), que se ha negado a reestablecer dichas relaciones y que ahora exige negociaciones “de buena fe” cuando fueron los mismos demandantes los que actuaron de mala fe retirándose de las negociaciones porque… ¿Saben qué? Será divertido ver cómo Bolivia justifica que no tenga relaciones diplomáticas con Chile, porque nunca explicó por qué las rompió ni por qué nunca las ha reanudado, aunque Chile se lo ha solicitado reiterada y públicamente.
A partir de ahora, Bolivia entrará en su ofensiva mediática con mayor dureza, porque a su presidente, políticos y grandes empresarios les interesa en sobremanera seguir con el cuento de “Chile el malvado agresor” para no enfrentar sus endémicos problemas socio-políticos, que lo están llevando a agriar sus relaciones con Brasil, China y Argentina, un gran problema ahora que Evo Morales va por la reelección. Nada de eso es problema de Chile, ni nada de eso se debe a que Bolivia sea un país mediterráneo. Lo malo es que vamos a tener que gastar dinero en un proceso judicial que no tiene sentido, sirviendo de comodín en disputas de poder que no nos interesa y que no se resolverán ni aunque le dieramos a Bolivia todo el Norte Grande.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl