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Demonizar la palabra Reforma

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Por: Carlos Alzamora


Señor Director

El lenguaje construye realidad. Desde nuestros primeros sonidos estamos queriendo significar, es decir, conseguir algo a cambio, desde una sonrisa que busca el infante hasta la obediencia que espera de su rango, el militar.

La palabra bien dicha, encanta. Los poetas y el cantor le asignan melodías para que lleguen más profundamente y se graben en nuestro cerebro, como un ejercicio nemotécnico que nos permite recordar cuando la experiencia es lejana. La palabra bien dicha es también un perfume, es un aroma que nos transporta, que nos envuelve una y otra vez en los mejores recuerdos. Porque hasta un verso triste es hermoso, bien dicho.

Y seguramente, con este preámbulo extenso podría desembocar en un ejercicio de enumeración de palabras que no vienen del amor, sino del odio, tal vez la palabra más fea.

Pero no vayamos tan lejos. ¿Es cambiar, reformar, una misión contra humana? ¿Se está más vivo que muerto cuando se busca dar un giro a la vida? ¿Por qué unos gritan viva el cambio y al otro día lo rechazan?

Cuando las células comienzan a morir, el cambio es voluntad pura. Cuando la voluntad no está, la muerte es segura.

En este mundo, respirar no es vivir. Estamos entre vivos y muertos. Los que sienten que ya está todo dicho y hecho, los que el cielo se les presenta monocolor, los que robotizaron su entorno y cambiarlo no está en los planes antes de morir. Los que fueron por el ser y se quedaron en el tener.

Del otro lado está el buen perfume del maestro, la evocación del referente, la mujer recta, el hombre intachable, allá al frente. Por esa puerta recordamos que entraban los valores que íbamos a aprender y traspasar. Respiraban tiza, se marchaban con los hombros blancos y, algunos, con los lentes empavonados, culpa de esa vocación emocionante.

Nosotros íbamos al patio, a jugar, a crear el futuro. Y todos fuimos alguien, conjugamos el ser y nos fundimos en el tener. Pero nunca nos rendimos, sobrevivimos en la oscuridad y nunca sucumbimos. Nuestros sentidos se quedaron grabados de tiza, de vocación y de la palabra bien dicha, la palabra con maestría, por eso fuimos alguien, por eso estamos llenos de colores para dar vida, esperanza de que en cada rinconcito de esa sala volvamos a ser.

 

Carlos Alzamora

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