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La crisis intelectual de la derecha en sus libros III: ¿Qué es la derecha? Opinión

La crisis intelectual de la derecha en sus libros III: ¿Qué es la derecha?

Hugo Eduardo Herrera
Por : Hugo Eduardo Herrera Abogado (Universidad de Valparaíso), doctor en filosofía (Universidad de Würzburg) y profesor titular en la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales.
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Creo que para saber qué es la derecha, sirve especialmente su historia intelectual, bajo la vieja máxima de que no siempre se hace lo que se piensa y, además, porque en el acervo intelectual se guarda con un mayor nivel de lucidez reflexiva la consciencia política de un sector.


Luego de las dos últimas columnas en las que comenté críticamente dos de los siete libros de derecha que han aparecido recientemente, muchas personas me han preguntado qué entiendo por derecha y por una salida a la crisis intelectual en la que se encuentra. Antes de seguir con los comentarios de los libros de la derecha del último tiempo, entonces, me ha parecido adecuado exponer preliminarmente el resultado de mis reflexiones sobre estas importantes preguntas, para evitar desorientaciones innecesarias. Esta columna es algo así como un informe de avance de un trabajo más amplio cuyos resultados esperan ver la luz prontamente en la forma de un libro (cuyo título será: La derecha en la Crisis del Bicentenario. Cavilaciones sobre la crisis intelectual de la derecha chilena contemporánea y las condiciones preliminares para una salida de ella). Allí trataré de definir lo que entiendo por derecha en Chile, así como proponer las primeras orientaciones que debiera seguir el sector para salir de la crisis.

¿Qué es la derecha?

Cualquier caracterización de lo que es la derecha debe atender a la historia, si no se quiere caer en un constructivismo desarraigado. La historia de la derecha tiene dos aspectos, uno fáctico y otro al que llamaré teórico. La historia fáctica comprende lo que han hecho y dicho los partidos, dirigentes y miembros del sector. La historia intelectual se concentra en las producciones teóricas de los pensadores de la derecha. Ella sin duda tiene influencia en la historia fáctica y los hechos son, de su lado, el punto de partida de muchas reflexiones teóricas. También ha ocurrido que los intelectuales de la derecha han actuado en política, como es el caso de Mario Góngora, Francisco Antonio Encina y Alberto Edwards. Además hay políticos que llevan adelante reflexiones intelectuales de algún calado, como Jaime Guzmán. Ambos aspectos, así, están inescindiblemente atados, sin embargo, se los puede distinguir con meridiana claridad.

Creo que para saber qué es la derecha, sirve especialmente su historia intelectual, bajo la vieja máxima de que no siempre se hace lo que se piensa y, además, porque en el acervo intelectual se guarda con un mayor nivel de lucidez reflexiva la consciencia política de un sector.

Si se atiende lo que ha sido la historia intelectual de la derecha chilena, se dejan identificar cuatro tradiciones de pensamiento, las cuales hasta cierto punto coinciden con el derrotero de ese sector en otros países occidentales. Esas cuatro tradiciones han operado como aliadas y también se han distanciado en algunos momentos. No se trata de compartimentos estancos, sino que se comunican entre sí. Separarlas mentalmente significa, hasta cierto punto, entenderlas como categorías, que en la realidad nunca se hallan plenamente realizadas, sino en grados.

Las tradiciones pueden ser ordenadas en dos ejes, uno liberal/no-liberal, otro cristiano/laico. Luego vienen las combinaciones. Dentro del grupo cristiano, se distingue una tradición cristiana y liberal –moralmente conservadora, pero vinculada en lo económico a nociones como el librecambismo, el capitalismo y últimamente la subsidiariedad negativa– y otra socialcristiana o cristiana y no-liberal, conservadora moralmente (quizás no tanto como la anterior), pero más cercana al compromiso con las clases pobres y los sindicatos. Dentro del grupo laico, de su lado, hay liberales, similares en el campo económico a los cristianos liberales, pero distanciados de ellos en sus concepciones morales, y una tradición nacional-popular, que muestra una consciencia más despierta respecto a los límites de las nociones económicas y busca rehabilitar el significado político de las ideas de nación o pueblo, así como un concepto más orgánico o menos mecanicista del Estado.

[cita]A partir de este reconocimiento del pasado intelectual de la derecha cabría formular la propuesta de un primer paso para superar la crisis en la que se encuentra. Ocurre que el pasado intelectual de la derecha es más amplio y plural que lo que ella ha sido en el último tiempo, cuando ha predominado el neoliberalismo. Además, ese pasado intelectual es mucho más denso y complejo que el presente. Piénsese, por mantenernos en una breve lista, la potencia intelectual de Góngora, Encina, Edwards y Guzmán, los primeros tres –ya lo he dicho– preponderantemente pensadores que actuaron políticamente, el último un político con altas dotes intelectuales.[/cita]

Estas cuatro tradiciones de pensamiento han tenido importantes realizaciones histórico-fácticas. La tradición cristiana liberal se expresa en la Unión Demócrata Independiente y en parte de Renovación Nacional. La socialcristiana en el antiguo Partido Conservador, luego en la Falange Nacional y, contemporáneamente, en algunos de los nuevos movimientos como Solidaridad, Construye Sociedad o centros de pensamiento como el Instituto de Estudios de la Sociedad. La tradición laica liberal se halló realizada en el Partido Liberal, hoy en Amplitud y parcialmente en Renovación Nacional. La laica y nacional-popular o laica y no-liberal tuvo su arranque en el breve experimento del Partido Nacionalista de 1915, después en el “ibañismo” y el Partido Agrario Laborista, en el Partido Acción Nacional y el Partido Nacional, para desperdigarse en iniciativas que van desde los desvaríos de Avanzada Nacional hasta el PADENA y el Frente Nacional del Trabajo, que luego se incorpora a Renovación Nacional.

En otros casos es más difícil hacer una clasificación. La Democracia Cristiana es de raíz socialcristiana, su pensamiento económico es, sin embargo, no pocas veces más bien liberal (el particular destino de la DC en Chile, aliada hoy con la izquierda, no le quita a ese partido su raigambre conservadora, ni impide notar que en las democracias más avanzadas los socialcristianos forman, como conservadores, en alianzas de derecha). Los gremialistas fueron socialcristianos (corporativistas), en una época, y cristiano-liberales, en otra

Respecto a los pensadores de la derecha o políticos con un talante más intelectual, las categorías identificadas también logran aplicación. Barros Arana, por ejemplo, se deja incluir entre los liberales laicos, Encina y Edwards en los nacional-populares, Jaime Guzmán entre los socialcristianos, primero, los cristiano-liberales, después. Por los cristiano-liberales califica también Zorobabel Rodríguez. Mario Góngora, de joven un socialcristiano, pasa a combinar luego elementos socialcristianos y nacional-populares.

La clasificación sirve para ubicar a los pensadores y grupos de la derecha y, sobre todo en este momento histórico de crisis, para mostrar que el pensamiento de la derecha es mucho más complejo que como habitualmente se lo presenta.

¿Hay salida a la crisis intelectual de la derecha?

De esta clasificación se puede inferir que la derecha chilena posee un talante específicamente político y no meramente económico. Ella cuenta con tradiciones de pensamiento liberal en la economía, pero no se agota necesariamente allí, sino que incluye también corrientes nacional-populares y socialcristianas, antioligárquicas y más cercanas al mundo sindical y popular. Uno podría pensar entonces en abstraer, a partir de esta diversidad intelectual, ciertos principios que definirían el ser de derecha en nuestro país. No se tratará de un conjunto de principios necesariamente sistemático e incluso guardará en su interior importantes tensiones, pero permitirá deslindar a ese sector de la izquierda y sus también variadas tradiciones.

A partir de este reconocimiento del pasado intelectual de la derecha cabría formular la propuesta de un primer paso para superar la crisis en la que se encuentra.

Ocurre que el pasado intelectual de la derecha es más amplio y plural que lo que ella ha sido en el último tiempo, cuando ha predominado el neoliberalismo. Además, ese pasado intelectual es mucho más denso y complejo que el presente. Piénsese, por mantenernos en una breve lista, la potencia intelectual de Góngora, Encina, Edwards y Guzmán, los primeros tres –ya lo he dicho– preponderantemente pensadores que actuaron políticamente, el último un político con altas dotes intelectuales. Compárese a esa derecha de antaño, la pluralidad y profundidad de su pensamiento con lo que ella exhibe hoy. La derecha podría ganar en pluralidad y en densidad y complejidad de su discurso, a la vez que hallar una orientación en su difícil camino de superación de la crisis intelectual en la que se halla, si atendiera a sus autores, al pensamiento del pasado, y lograra, a partir de una reflexión sobre ese pasado, reactivar sus cuatro tradiciones ideológicas.

La propuesta consiste, entonces, en activar las cuatro tradiciones del pensamiento de derecha.

Tal vez la tradición liberal, en sus variantes cristiana y laica, se haya simplificado demasiado, haya caído en el exceso economicista. Precisamente, entonces, las variantes nacional-popular y la socialcristiana pueden enriquecerla. La operación conjunta de las cuatro tradiciones de la derecha permitiría una crítica razonada de todas ellas, de tal suerte que los extremos –el extremo economicista de los liberales, el extremo populista de los nacional-populares y socialcristianos; el extremo moralizante de los cristianos o laicista en los otros– fuesen atenuados.

Del juego de estas cuatro tradiciones activadas, la derecha podría alcanzar lo que la Nueva Mayoría exhibe como capital principal: diversidad discursiva, capaz de hacer que el ciudadano común reconozca más fácilmente allí un sentido con el cual identificarse.

Pero también, producto de la discusión entre las cuatro tradiciones, cabría esperar formulaciones teóricamente mejor justificadas de sus ideas, en definitiva, un discurso más denso y complejo, capaz de hacerle frente a la izquierda en los foros más exigentes. Si es sólo una tradición la que domina el campo, naturalmente los desafíos intelectuales a los que se encontrará directamente enfrentada serán de menor envergadura que si en ese campo se da entrada a toda la diversidad intelectual de la derecha. Entonces resulta previsible que las mayores exigencias puestas desde el propio sector a la deliberación terminen generando un pensamiento dotado de incrementada vitalidad y pertinencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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