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El Evangelio de la Riqueza Opinión

El Evangelio de la Riqueza

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
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En el mundo civilizado, hoy es delito con pena corporal todo acto que se caracterice por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio, o sea, la tradicional definición de la estafa.


Las democracias capitalistas combinan dos sistemas con lógicas muy diferentes. «Una forma de gobierno en que el poder político es ejercido por los ciudadanos» y «un régimen económico fundado en el predominio del capital como factor de producción y creador de riqueza» (RAE). Esa conjunción tiene una larga historia, con varios caminos y avances, cuando prevalece la política democrática, pero también con retrocesos, al ocurrir lo contrario.

En el caso de los dos principales países anglohablantes, Gran Bretaña y Estados Unidos, el gran vínculo de unión entre esos sistemas ha sido la ética empresarial. Adam Smith, por ejemplo, quien es considerado el padre de sus economías modernas, durante su vida fue más conocido como filósofo moral y por su obra La Teoría de los Sentimientos Morales, y no como economista ni por su libro La Riqueza de la Naciones.

En los Estados Unidos, en un período de retroceso del poder político, llamado con ironía la Edad Dorada por Mark Twain al describir el capitalismo desenfrenado, corrupto y especulativo de las décadas de fines del siglo XIX, los grandes empresarios fueron motejados de «barones ladrones».

No todos, por cierto, lo fueron. Andrew Carnegie publicó entonces su famoso El Evangelio de la Riqueza, donde propone un pacto social entre ricos y pobres para superar las tensiones que genera una distribución del ingreso brutalmente desigual. Ese pacto, sin restringir la acumulación de capital, haría al rico un agente del pobre, como administrador temporal del aumento de la riqueza, para beneficio de la sociedad en su conjunto, mediante donaciones, debido a que «el hombre que muere rico lo hace en deshonra» y castigado por la condena social.

Delitos económicos e impuestos progresivos

Al iniciarse el siglo XX comenzaron a incrementarse los delitos económicos para quienes ignoraban el bien común que predicó Carnegie. Al repudio social se le sumó la cárcel. Martha Stewart, por ejemplo, una millonaria personalidad de la televisión, fue juzgada engrillada y estuvo en prisión un año por una operación bursátil con información privilegiada por un monto de solo 50 mil dólares. Y cientos de ejecutivos de Wall Street terminaron en la cárcel como consecuencia de sus acciones en relación a la gran recesión del 2008. Es decir, en el mundo civilizado, hoy es delito con pena corporal todo acto que se caracterice por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio, o sea, la tradicional definición de la estafa (RAE).

[cita] Recientemente, en La Segunda, Leonidas Montes, del Comité Ejecutivo del CEP, sostuvo que el viejo socialismo, partidario de la cultura del rebaño, renace en nuestro país intentado bajar las cabezas que sobresalen de la dócil manada con el uso del poder. Y lo hace, según Montes, al pedir que la justicia investigue el Pentagate. ¡Qué horror, a honestos millonarios que solo pretendían ayudar a la UDI eludiendo impuestos, o sea, a costa del estatismo![/cita]

También se establecieron los impuestos progresivos a la herencia y a la renta. Un antídoto al capitalismo patrimonial que condena al retardo económico, como lo demostró Piketty. En Corea el impuesto a la herencia de los grandes patrimonios llega al 50 %. Y afectará, por ejemplo, a los herederos del patriarca del Grupo Samsung, quienes deberán pagar alrededor de 6 mil millones de dólares al fisco coreano. Y todo resquicio fundado en el literalismo legal para evadirlo es imposible en ese país, en que el prestigio social fundado en la honradez es la norma de convivencia por excelencia. En parte por ello, Corea, que en 1960 tenía un ingreso per cápita inferior al de todos los países latinoamericanos, incluido Haití, hoy los supera sin excepción. Y es el país cuya economía más ha crecido en el mundo a contar de ese año.

Millonarios patriotas

No obstante, el espíritu de Carnegie perdura. En Suiza existe una oficina confederal encabezada por un alto funcionario, el Señor de los Precios, cuya función es denunciar, motu proprio o a petición de parte, todo precio que considere injusto, lo que conlleva al boicot social.

Se suma la campaña mundial de Warren Buffet y Bill Gates, dos de las más grandes fortunas del mundo, para un compromiso de donar (givingpledge.org), que ha logrado reunir la promesa de 127 familias extremadamente ricas para hacerlo con al menos la mitad de sus fortunas, entre quienes no se cuenta ningún chileno. A lo que se suman, en EE.UU., los millonarios patriotas (patrioticmillonaires.org) que han solicitado a las autoridades que les suban los impuestos a quienes, como ellos, tienen un ingreso de más de un millón de dólares al año. Y uno de cuyos lemas es «los ricos no somos la causa de una robusta economía, somos su consecuencia».

El Evangelio de la Riqueza y sus derivados, incluso coreanos, no han llegado a nuestro país, calificado por el Financial Times de «laissez-faire oligárquico». Los oligarcas insisten en una supuesta reaparición aterradora del socialismo por las reformas de Bachelet, a pesar de que cuentan con el apoyo hasta del Fondo Monetario Internacional.

Recordemos el alarmante artículo editorial de Sebastián Edwards en el influyente diario de negocios norteamericano The Wall Street Journal, en 1999, en que condenaba al candidato presidencial Ricardo Lagos porque «no podía negar su asociación con el gobierno de Allende». Recientemente, en La Segunda, Leonidas Montes, del Comité Ejecutivo del CEP, sostuvo que el viejo socialismo, partidario de la cultura del rebaño, renace en nuestro país intentado bajar las cabezas que sobresalen de la dócil manada con el uso del poder. Y lo hace, según Montes, al pedir que la justicia investigue el Pentagate. ¡Qué horror, a honestos millonarios que solo pretendían ayudar a la UDI eludiendo impuestos, o sea, a costa del estatismo!

Aunque la reciente aprobación de la reforma tributaria significa un avance respecto de la escandalosa desigualdad de nuestro país, hay que continuar la lucha; como en Corea, con El Evangelio de la Riqueza en la mano, ¡evitemos que los chilenos ricos sigan muriendo en deshonra!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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