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Las reformas laborales y el fortalecimiento del movimiento sindical

Lautaro Carmona
Por : Lautaro Carmona Primer vicepresidente de la Cámara de Diputados.
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Cuando empezamos a ver las implicancias de esta situación en el resto de la sociedad, nos damos cuenta de que si queremos cambiar el país debemos repensar el rol del movimiento sindical en nuestra democracia. Es evidente que solo en una situación tan excepcional como una dictadura fue posible marginar al movimiento sindical y que el movimiento sindical real es un aspecto esencial de cualquier sistema democrático.


El modelo neoliberal se agotó. No en el sentido de que no pueda seguir aplicándose, sino que en su promesa de desarrollo para nuestro país, en la nueva sociedad que queremos construir, en la noción de democracia y democratización que necesitamos, los preceptos del modelo ya no tienen sentido. Hoy en la composición de la Nueva Mayoría que se vive y sufre el modelo.

Vivimos la paradoja de un modelo que busca el desarrollo, pero que en su base necesita que sectores mayoritarios de nuestra sociedad estén abandonados, marginados. Llegó la hora de pensar en una nueva estrategia de desarrollo, pero para eso debemos soltar las amarras del antiguo modelo.

Una de las bases de este modelo agotado, es la flexibilización de los mercados, particularmente el mercado del trabajo, esto significa principalmente destruir cualquier traba que impida el libre ejercicio de las leyes de oferta y demanda, como si el trabajo constituyera una mercancía más, disociando a los trabajadores de sus múltiples roles ciudadanos.

[cita]Cuando empezamos a ver las implicancias de esta situación en el resto de la sociedad, nos damos cuenta de que si queremos cambiar el país debemos repensar el rol del movimiento sindical en nuestra democracia. Es evidente que solo en una situación tan excepcional como una dictadura fue posible marginar al movimiento sindical y que el movimiento sindical real es un aspecto esencial de cualquier sistema democrático.[/cita]

Esta deshumanización del trabajador y la trabajadora, implicó eliminar la mayoría de los derechos colectivos en el mundo del trabajo, se eliminó el derecho a huelga efectivo, se impidió la negociación ramal y supraempresa, se inutilizó el proceso de negociación colectiva, se disoció al sindicalismo de la política, suprimiendo el derecho para ser electo en cargos de representación popular, etc.

La principal consecuencia de este proceso es la inmoral diferencia de ingresos en nuestra sociedad, pues al desvirtuar los derechos colectivos se perdió el poder de negociación de los trabajadores para dar paso a casi 40 años donde la participación de los salarios en las ganancias ha ido consistentemente bajando y el índice Gini se ha consolidado como uno de los peores del mundo.

Cuando empezamos a ver las implicancias de esta situación en el resto de la sociedad, nos damos cuenta de que si queremos cambiar el país debemos repensar el rol del movimiento sindical en nuestra democracia. Es evidente que solo en una situación tan excepcional como una dictadura fue posible marginar al movimiento sindical y que el movimiento sindical real es un aspecto esencial de cualquier sistema democrático.

Avanzar en una reforma laboral se hace necesario no solo desde los principios fundantes de la democracia, es también un elemento ineludible de cualquier estrategia de desarrollo inclusivo, donde el país avance con todos su ciudadanos y no solo para el 10% más rico.

Los efectos de una libertad sindical plena y negociación colectiva en igualdad de condiciones han sido beneficiosos para las sociedades que han avanzado en su aplicación, pues fortalece a la principal riqueza de los países: los seres humanos que constituyen su comunidad. Esto ya no solo constituye un paquete de reformas laborales, sino que debe ser la viga maestra de cualquier sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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