Por eso no toda segregación es mala. Y su segunda premisa –»la educación debe corregir esa maldad»– es igualmente errónea: ya que no toda segregación es mala, la educación no tiene que eliminarlas todas y, aun más, todo indica que se debe potenciar la segregación natural.
En columna publicada recientemente, el fundador de Educación 2020, a partir del ya conocido «condoro» del estudiante y candidato a Centro de Alumnos de la UDD, realiza un análisis de la segregación y el clasismo brutal que existe en la educación chilena. Desde ya advierto que no voy a responder ni hacerme cargo de dos cosas que están muy presentes en la columna de Waissbluth: por una parte, los prejuicios hacia los estudiantes de universidades privadas, a quienes parece conocer más que cualquiera de nosotros por un don casi divino: Waissbluth sabe que «muchos de ellos no llegan a la universidad realmente interesados en estudiar, formarse y aprender sino a alimentar su red de pitutos (o sus posibilidades de matrimonio endogámicas)»; y, por otro lado,la ignorancia con la que usa textos decimonónicos, buscando «mostrar» que la élite «latinoamericana» siempre ha sido clasista y fomentado una sociedad «de castas», como la llama. (No es éste el lugar para decirle a Waissbluth que el deseo de igualdad de oportunidades así como lo conocemos hoy se amplifica con el advenimiento del democratismo de posguerra).
Entrando en nuestro tema, toda la columna de Waissbluth se sostiene sobre dos premisas: la segregación es siempre mala, y la educación es el mejor lugar para resolver la segregación. Luego, la escuela es el lugar para resolver los males sociales. Brillante conclusión. ¿Quién duda que en la educación escolar se debe enseñar el bien?
El problema, sin embargo, no está en la conclusión, sino en las premisas.
[cita]Por eso no toda segregación es mala. Y su segunda premisa –»la educación debe corregir esa maldad»– es igualmente errónea: ya que no toda segregación es mala, la educación no tiene que eliminarlas todas y, aun más, todo indica que se debe potenciar la segregación natural.[/cita]
En primer lugar, hay dos tipos de segregación: una natural, que podríamos llamar justa, y otra artificial, injusta. La primera consiste, por ejemplo, en una segregación local, como cuando prefiero hacer un regalo de Navidad a mis vecinos de la cuadra que a quienes viven a 10 kilómetros de mi casa.
Pero hay una segregación que es injusta porque es artificial, y se da cuando se segrega y deja afuera a personas que les corresponde por justicia entrar, como ocurre en los bienes necesarios (salud, educación, trabajo, seguridad, etc.). Por ejemplo, si un solo ciudadano se queda sin educación porque nadie lo quiere recibir o porque no encuentra ningún lugar que satisfaga su necesidad básica, entonces el Estado debe hacer algo. O fuerza a otro para que lo reciba y le dé lo que necesita, o lo crea él. Pero lo que no puede pasar es que uno solo se quede sin un bien necesario.
Esta segregación injusta ocurre en la educación. Pero para Waissbluth toda segregación es injusta porque –según él– la sociedad es solo un conjunto de individuos. Él no cree que la sociedad sea una mancomunidad de sociedades que todas juntas conforman la sociedad. El marxismo sostiene lo mismo, que la única relación verdaderamente justa es la de individuo-Estado, y toda otra relación es opresiva, injusta, violenta. Ciertos liberalismos piensan bastante parecido, sólo que reemplazan Estado por Mercado.
Sin embargo, la realidad se nos impone: formamos parte de una familia, de un lugar, de una religión, tenemos ciertos gustos e intereses etc. Y como cada individuo tiene esto mismo, llamamos sociedad a ese macro conjunto de sociedades reales, frecuentes, y libres. Por eso no toda segregación es mala. Y su segunda premisa –»la educación debe corregir esa maldad»– es igualmente errónea: ya que no toda segregación es mala, la educación no tiene que eliminarlas todas y, aun más, todo indica que se debe potenciar la segregación natural. ¿Qué significa esto? Significa que hay que promover el sentido de pertenencia, a una localidad, a una religión, a un equipo de futbol o a cuál sea su interés, etc. ¿Y la identidad económica-social, la «clase social»? No hay que educar el odio entre clases, pero una cosa es eso, y otra bien distinta eliminar la preferencia legítima, natural y buena que tienen los padres para elegir los colegios donde se sientan parte.