Sobre los “buenos” colegios que cerrarán con la reforma
Los mejores profesores no podrán conseguir los mejores resultados si tienen que trabajar en las peores condiciones: por ejemplo, en un sistema educacional tan, tan mal diseñado como el que tenemos. El SIMCE sí nos dice una cosa importante, pero no respecto de la calidad de este o aquel establecimiento, sino respecto de la calidad de nuestro sistema educacional en general: nos dice que en materia de equidad la educación chilena es una vergüenza.
A propósito de la interpelación al ministro Eyzaguirre, quisiera compartir una idea que hace rato ronda entre los investigadores en educación y que, por desgracia, no ha sido suficientemente difundida en la discusión pública. De vez en cuando se la ve en los medios, pero casi siempre representada como una especie de pensamiento marginal o débilmente justificado. Para introducirla, tomaré una de las “quejas” de la oposición: que la reforma, tal como está planteada, traerá consigo no solo el cierre de muchos colegios, sino que de “buenos” colegios. ¿Cómo saben los partidarios de esta queja que esos colegios efectivamente imparten una educación de calidad? ¿En qué se basan para establecer que son buenos? En sus puntajes Simce. Pues bien, esta es exactamente la forma en que NO debe determinarse la calidad de la enseñanza según un número cada vez más grande de expertos en el tema. Si hay algo que sabemos con relativa certeza hoy día en educación, algo que la mayoría de los investigadores acepta ya como un dato de la causa, es que los puntajes Simce de un establecimiento están correlacionados con el nivel socioeconómico de sus alumnos y, por ende, más que ser un indicador de calidad de la educación impartida por ese establecimiento, lo que indican es algo que, por lo demás, ya sabíamos: que los apoderados de esos establecimientos pueden, o no pueden, pagar por la educación de sus hijos.
El programa de investigación en el cual se sustenta el uso de instrumentos como el Simce ha sido abandonado por un número importante de investigadores. Se le conoce como el programa del “proceso-producto”. Desde esta perspectiva, que dominó por varios años el modo en que se hacía investigación en educación, la calidad de la enseñanza (el proceso) puede y debe medirse por sus resultados de aprendizaje en los alumnos (el resultado). Así expuesta, esta visión podría parecer casi de sentido común. Después de todo, hay una conexión lógica entre enseñanza y aprendizaje, y es precisamente para mejorar los aprendizajes de los estudiantes que necesitamos buenos educadores.
[cita]Los mejores profesores no podrán conseguir los mejores resultados si tienen que trabajar en las peores condiciones: por ejemplo, en un sistema educacional tan, tan mal diseñado como el que tenemos. El Simce sí nos dice una cosa importante, pero no respecto de la calidad de este o aquel establecimiento, sino respecto de la calidad de nuestro sistema educacional en general: nos dice que en materia de equidad la educación chilena es una vergüenza.[/cita]
El problema –bueno, uno de los problemas, porque el programa del “proceso-producto” tiene más de un problema– es que la enseñanza es solo uno de los factores que influyen en el aprendizaje de los alumnos. Otro factor crucial es el nivel de oportunidades que han tenido los estudiantes. Así, por ejemplo, si bien es cierto que los establecimientos más “vulnerables” tienden a tener los peores puntajes Simce, concluir a partir de esto que la educación que ofrecen es peor que la que ofrecen los establecimientos con Simce alto se parece a concluir que los médicos especializados en las enfermedades difíciles de curar son peores que los especializados en las más fáciles “porque obtienen peores resultados”. No. La calidad de un profesor (o de un médico, o de casi cualquier profesional del área social) no está dada directamente por los resultados que obtenga sino por el procedimiento que siga. Un profesional de calidad hace las cosas bien. Eso aumenta las probabilidades de obtener buenos resultados, sobre todo en los casos más fáciles, pero no asegura nada. Los mejores profesores no podrán conseguir los mejores resultados si tienen que trabajar en las peores condiciones: por ejemplo, en un sistema educacional tan, tan mal diseñado como el que tenemos. El Simce sí nos dice una cosa importante, pero no respecto de la calidad de este o aquel establecimiento, sino respecto de la calidad de nuestro sistema educacional en general: nos dice que en materia de equidad la educación chilena es una vergüenza. Y lo que muchos investigadores chilenos tienen que afrontar cuando asisten a congresos internacionales es la vergüenza de contar cómo en nuestro país la educación no disminuye sino que aumenta la brecha socioeconómica.
En total contraste con esto, nuestros políticos (de diferentes bancadas) siguen apelando a los puntajes Simce para distinguir a los “buenos” colegios de los “malos”. A mí no me queda claro si no saben nada de educación o si la equidad no está realmente entre sus prioridades o si simplemente no les interesa lo que los investigadores tengan que decir al respecto. En cualquier caso, quedo profundamente decepcionado.
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