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Inclusión e integración en Salud Mental: la mala memoria de la solidaridad en Chile

Por: Cristián Mena Henríquez, psiquiatra.


Señor Director:

Nuestro país ha estado pendiente de la Teletón en las últimas semanas. En los días previos, con los cuestionamientos a la campaña, el show y las donaciones empresariales y durante la transmisión misma, con los llamados repetidos a la solidaridad y sus correspondientes aportes en dinero. De forma deliberada, el espectáculo televisivo habló repetidamente  de inclusión – exclusión, de integración, y de cómo cooperamos como sociedad para que nuestros compatriotas con una discapacidad física puedan construir vidas con sentido y ser, finalmente, más felices.

En nuestro país, todos los días – también – existen personas con otros tipos de discapacidades. Se  trata de nuestros compatriotas portadores de algún trastorno mental grave, que dificulta su inclusión e integración a la sociedad. Las dificultades que ellos experimentan son a todo nivel. Desde menos oportunidades académicas hasta menos oportunidades laborales. Desde dificultades en el acceso a cuidados en su salud física hasta dificultades en ser considerados sujetos de derecho. Ellos vivencian en el día a día la exclusión y el estigma que existe aún en Chile hacia lo que consideramos  las enfermedades mentales graves. Estigma que se ve reflejado desde el lenguaje: pocos hoy se atreverían a  hablar de un “sidoso” (portador del SIDA o VIH), pero si hablamos de un “esquizofrénico” (portador de esquizofrenia), con toda la carga de valor que eso implica.

Este grupo de personas portadoras de un trastorno mental grave, a su vez son acompañadas por otro gran grupo de personas. Me refiero a todos los compatriotas que trabajan en equipos de Salud Mental: técnicos paramédicos, asistentes, técnicos en rehabilitación, terapeutas ocupacionales, asistentes sociales, enfermeras/os psicóloga/os; médicos generales, de familia y psiquiatras; monitores, agentes comunitarios y muchos otros (mis excusas a quienes no menciono). La gran parte de ellos buscan con esfuerzo y gran dedicación la rehabilitación de los usuarios en los diversos dispositivos de salud mental, distribuidos principalmente en la Red Pública de salud. La rehabilitación parte a temprana edad, y se mantiene, en su gran mayoría, de por vida. Las intervenciones son prolongadas, y muchas veces limitadas por la escasez de recursos humanos y económicos. Si bien existen fondos estatales, estos son a todas luces insuficientes. Basta con citar el hecho de que tenemos un presupuesto en salud mental en torno al 3% del presupuesto total de salud, muy debajo del 5% mínimo requerido (ver referencia).

A pesar de lo que describo, no hay Teletón para nuestros compatriotas portadores de un trastorno mental grave y/o algún tipo de discapacidad mental. No tenemos ni show, ni luces, ni llamados anuales a la recolección de fondos. No hay espacios de discusión mediática en torno a que hacemos como Chile frente a esta realidad, en cómo articulamos la integración e inclusión en esta área. El peso del olvido es más fuerte, y la mala memoria hace que la tantas veces citada solidaridad de Chile, mire hacia el lado, en un gesto que es mezcla de desdén y de incomodidad.

Estamos, por lo tanto, en deuda. Una deuda que es vergonzosa y que urge actualizar. No descubro la rueda al afirmar lo anterior, son muchos los que compartimos el diagnóstico. Si bien hemos podido avanzar en mejorar coberturas y prestaciones (por ej con la incorporación de varios de los cuadros en el sistema AUGE), aún hay un gran camino que recorrer. Dicho camino incluye pasos legislativos (elaboración de una Ley de Salud Mental), presupuestarios (con el consiguiente aumento del presupuesto para Salud Mental), y, quizás, por sobre todo, sociales. Es en este último punto, en la sociedad chilena, donde se debe dar énfasis, buscando recordar a este grupo de compatriotas (el gran antídoto a la mala memoria de la solidaridad), atreviéndose a dialogar y co – construir nuevas claves, códigos y lenguajes de integración e inclusión. La Teletón, el Instituto de Rehabilitación, es, sin duda, una gran obra. Pero, por otra parte, el progreso es trunco si seguimos poniendo el énfasis sólo en las discapacidades físicas. Cuando consideremos, seriamente, todos los tipos de discapacidades al hablar del tema, entonces avanzaremos en una nación más inclusiva y con mejores oportunidades para todas y todos.


Cristián Mena Henríquez
Psiquiatra
Programa Intervención Temprana Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz B.

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