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Tercera vía en el PS

Jaime Fuentealba
Por : Jaime Fuentealba Consejero Regional Metropolitano
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Un Chile donde nadie sobra, una patria inclusiva y participativa, necesita y exige un Partido Socialista como instrumento popular, fuertemente inserto en el territorio, en las demandas y en las luchas sociales, despojado del juego tendencial elitista y recuperado desde la base para los cambios profundos y amplios que Chile necesita, con memoria y sentido de futuro.


Se requiere encarar una Tercera Vía para generar una nueva dirección del Partido Socialista de Chile. Una que dé cuenta de su pluralidad y del debate político y doctrinario en que están empeñados diversos sectores y militantes del socialismo chileno.

Hoy es más necesario que nunca poner el acento en la definición de una línea política coherente, de acuerdo al escenario social y político del país, y no personalizar la elección interna, como pretenden aquellas tendencias partidarias que buscan ordenar bloques antes que construir ideas comunes de acción.

La próxima elección es para elegir un órgano colegiado del Partido, el Comité Central del Partido Socialista, compuesto por más de 100 militantes, quienes, entre otras tareas, deberán posteriormente designar a las autoridades unipersonales. Siendo el Partido Socialista de Chile un partido laico, diverso y plural, y esta una elección indirecta, es indispensable que ese cuerpo colegiado exprese de manera democrática todas las corrientes de pensamiento, lo que excede con creces el intento de polarización en torno a Isabel Allende o Camilo Escalona, quienes de manera inexplicable se disputan anticipadamente la presidencia del Partido como asunto de vida o muerte.

El Comité Central es un órgano de gobierno y no una asamblea de electores de uno u otro personaje, y que, luego de efectuada la elección, se disuelve para dar paso a una estructura autoritaria de gobierno partidario. El fuero gubernamental del Comité Central debe ser respetado, porque ahí se expresa la voluntad de las bases del socialismo chileno, en toda su diversidad. Eso lo deben entender los aspirantes a presidirlo. El Partido Socialista no es ni una monarquía ni una oligarquía. Es democracia y pueblo.

La Tercera Vía para las próximas elecciones del Partido Socialista de Chile representa una alternativa de izquierda socialista, caracterizada por una acción política socialista desde “abajo”, “en terreno”, desde las organizaciones del pueblo, de los trabajadores, desde los movimientos sociales; con vocación de poder político ejercido desde los gobiernos municipales y regionales, y con la perspectiva de un impulso transformador que profundice y extienda la democracia hacia todos los ámbitos de la vida social. Si hoy Chile necesita de cambios estructurales es porque se encuentra anclado también de manera estructural en la desigualdad, no solo por las condiciones objetivas de una economía de mercado sin vocación social alguna, sino también por la cultura del ultraliberalismo, impulsada desde la época de la dictadura, que nos ahoga en materia constitucional, de igualdad y bienestar social, y en materia de derechos civiles y libertades políticas. Y, por qué no decirlo, que ha cautivado a sectores importantes de la izquierda.

Estructuralmente el Partido Socialista nunca ha sido parte de eso y, cuando mejor lo ha hecho, es en los momentos en que juntando vocación social libertaria y democrática con responsabilidad política, ha sabido conjugar su voluntad de cambio y una visión certera del momento social y político que se vive, siempre intentando representar el interés de las mayorías. Lograrlo, nunca ha sido el simple resultado de una visión iluminada, sino la conclusión de debates razonados y fraternos, que no olvidan o eluden los matices y la diversidad de opiniones.

El sello de una nueva alternativa para la dirección del Partido Socialista es enraizar y basar su acción política en las organizaciones y movimientos del pueblo y los trabajadores. Consiste en recuperar la vida militante en función del trabajo y la lucha social, reencontrando al Partido con su pueblo y viceversa.

El PS debe volver a ser una fuerza dirigente de las transformaciones sociales, políticas, económicas y medioambientales a que aspiran las grandes mayorías nacionales, ello sin olvidar que el gran capital institucional de la izquierda chilena es el gobierno de la Presidenta Bachelet y su programa de reformas.

En el ciclo de cambios que vive el país, ellas son impensables sin fuerza social y, por lo tanto, la actividad política del Partido no se debe reducir sólo al Ejecutivo y el Parlamento. Además, se está frente a una reforma política que también lleva lo local y regional a un nuevo nivel de la representación política en el país, lo que requiere de una gran consciencia, participación y protagonismo de los ciudadanos. Sin empoderamiento ciudadano y redistribución del poder político, lo local es solo un eslogan. El ciclo de redistribución del poder político en los territorios del país, iniciado con la elección directa de los Cores y luego los Intendentes, no puede pasar desapercibido en las elecciones del Partido Socialista, o apenas implicar un mecanismo de ajuste de poder y cálculo entre las elites.

Los cambios estructurales que impulsa el Gobierno exigen la más amplia unidad del pueblo y de las fuerzas políticas democráticas. La Nueva Mayoría es una alianza que se puede y debe ampliar en lo político y social, sin exclusiones, con la incorporación de todas las corrientes democráticas y fuerzas y movimientos sociales partidarios de impulsar y profundizar las transformaciones sociales, económicas, políticas y ambientales.

El país aspira a una Constitución de Derechos Sociales garantizados, entre ellos salud y educación. De ahí que entre las reformas estructurales impulsadas por la Presidenta Bachelet tienen un eje fundamental: eliminar el carácter de bien de mercado que tiene la Educación y darle el carácter de derecho social garantizado, con educación pública de calidad, universal y gratuita, cuestiones esenciales para avanzar a una sociedad más equitativa, de oportunidades, y para mejorar las perspectivas de vida de la población.

No existe buena educación sin buenos docentes. Ello requiere un impulso serio y verdadero al fortalecimiento de la profesión y la gestión docentes. Para hacerlo se requiere no solo atención salarial sino medidas tales como la formación de pregrado de calidad, una distribución eficiente de las horas lectivas y no lectivas y, en general, una visión del tipo de establecimiento escolar del siglo XXI chileno, que piense en tipo y número de estudiantes por aula, en el tipo de servicios educacionales que se requiere y el tipo de cuerpos directivos que pueden llevar adelante la tarea.

Como partido de los trabajadores, manuales e intelectuales, como dijeran nuestros fundadores, el PS no puede obviar la reforma laboral, sobre todo en materia de derechos colectivos del trabajo y negociación colectiva. Ello implica erradicar el concepto, de inspiración neoliberal, de que el trabajo es un bien reemplazable o un costo de ajuste de los procesos productivos, y aceptar que la “flexibilización laboral” es un mecanismo para demoler los derechos sindicales. El Partido Socialista debe impulsar una nueva regulación de la negociación colectiva, que se base en un sistema de relaciones laborales modernas, justas y equilibradas, que signifique equiparar la posición de las partes en el proceso de negociación colectiva. Sin una sindicalización fortalecida ello no parece posible, porque la representación de los trabajadores en la negociación colectiva se verá disminuida al no existir sindicatos fuertes y poderosos.

En materia constitucional, a Chile le ha llegando la hora de elaborar una nueva Constitución, de una manera que resuelva un déficit de nuestra larga tradición republicana en materia de participación del soberano. Por ello esto debiera hacerse mediante una Asamblea Constituyente. Con todo, resulta fundamental la premisa de caracterizar constitucionalmente al Estado de Chile, de una manera que dé cuenta de los desarrollos democráticos, reemplazando el actual principio constitucional absoluto de la subsidiaridad del Estado por principios de un Estado solidario, fuerte y flexible ante la economía y el desarrollo, capaz de garantizar el bienestar y la paz social, consagrando políticas de equidad y garantizando derechos fundamentales, en especial derechos sociales. Ir a una concepción de Estado que reemplace el Estado mínimo por uno que asume un rol activo en el impulso de un régimen orientado al desarrollo integral del país, sin prejuicios doctrinarios o económicos, con bienestar y libertades civiles. Chile necesita una Nueva Constitución Política de la República, que emane de un sistema participativo y democrático, para lo cual se debe impulsar un gran movimiento nacional constituyente que logre abrir camino parlamentario y político a la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

La riqueza doctrinaria del partido Socialista es la que le ha permitido ser protagonista de la historia de Chile desde 1933 hasta nuestros días. Sus concepciones democráticas, antidogmáticas, su arraigo popular y su diversidad política, le han permitido reconocer los cambios de ciclos históricos y proponer ideas originales, inéditas, que responden a las soluciones que nuestro pueblo y nuestro espacio histórico, Latinoamérica, necesitan para el siglo XXI.

Un Chile donde nadie sobra, una patria inclusiva y participativa, necesita y exige un Partido Socialista como instrumento popular, fuertemente inserto en el territorio, en las demandas y en las luchas sociales, despojado del juego tendencial elitista y recuperado desde la base para los cambios profundos y amplios que Chile necesita, con memoria y sentido de futuro.

Una Tercera Vía de recuperación de la identidad democrática del Partido Socialista de Chile es lo que hoy corresponde. El Partido en su historia ha tenido la confianza de las grandes mayorías nacionales, lo que le ha permitido forjar alianzas, y sin ser una organización gigante, haber elegido de entre sus filas tres Presidentes de la República. Hay que recuperar la mística del cambio, del trabajo conjunto, de la unidad. Las sociedades modernas son de equipos y no de caudillos.

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