Las clínicas cuicas de los fariseos hipócritas
Señor Director:
¿De verdad alguien, en su sano juicio, cree que en Chile, en las clínicas “cuicas”, como dijo la ex ministra Helia Molina, muchas familias conservadoras no han hecho abortar a sus hijas, gracias al dinero que tienen y a los médicos prestos a entregar el “servicio”? ¿Acaso los sacerdotes de las familias más “cuicas”, provenientes de esas mismas familias, no han sido cómplices custodios de estos hechos, cuando el “servicio” entregado por el médico ha tenido un desenlace fatal o cuando han debido hacer frente al arrepentimiento de la madre? El aborto terapéutico y del otro, solicitados por quienes tienen los recursos para financiar a los médicos dispuestos a transgredir la ley, se práctica en Chile desde la Colonia. La prohibición y condena orquestada por la Iglesia Católica y los grupos políticos más conservadores, delata que el aborto se practicaba de manera oculta, a través de diversos métodos naturales, como hierbas o infusiones. También su historia legal: la práctica del aborto se castigó en 1875 en el Código Penal. En 1931, Ibáñez del Campo legalizó el aborto terapéutico en el artículo 226 del Código Sanitario, el mismo que fue nuevamente abolido por la dictadura militar, a través de la Ley 18.826, de 15 de septiembre de 1989, a través del artículo 119 del Código Sanitario que determinó que “no podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar el aborto”.
La práctica del aborto es una realidad en Chile y su legalización provoca un debate permanente, donde lo que se pone en juego son posturas valóricas de intención totalitaria, difícilmente conciliables. ¿Por qué entonces debió renunciar la ministra?
Porque cometió dos errores: primero, olvidó que en Chile el doble estándar asociado a la hipocresía es un deporte practicado en todo el país, de manera transversal. Lo que se practica en privado no necesariamente coincide con lo que se declara en público. Esta actitud hipócrita ya fue denunciada por Jesús, cuando en Mateo 23: 13, 27, 28, dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando (…) ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. La ministra olvidó que hoy, muchos de los políticos, periodistas y analistas que levantaron la voz contra ella no son más que fariseos hipócritas que exponen una máscara que esconde actividades privadas reñidas con su pretendida pureza pública.
Segundo, la ex ministra olvidó que en Chile, y en el mundo en general, la función pública exige un discurso “políticamente correcto” aunque éticamente reprochable. Nuestras sociedades no viven sobre la base de la verdad sino sobreviven arrastradas sobre un mundo de apariencias. No fue correcto decir lo que todos piensan, en un país donde los mitos, desde el trauco hasta las apariciones de la Virgen María, suplantan la verdad de los hechos. Una cosa sí quedó una vez más de manifiesto: en Chile, cuando el funcionario público afirma una verdad que coloca en entredicho a los dueños del país, la clase política entera estrecha filas para sacarlo del camino y permitir que el “sistema” siga funcionando.
En la medida en que seamos capaces de acercar nuestras acciones privadas con nuestros discursos públicos, podremos llevar adelante un debate transparente, honesto y pluralista, capaz de construir un país donde todos tengan los mismos derechos, independientemente de su poder de compra.
Dr. Arq. Rodrigo Vidal Rojas
Director Máster Integrado en Diseño Arquitectónico – mida
Editor General Revista A+C Arquitectura y Cultura
Escuela de Arquitectura
Universidad de Santiago de Chile