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Aborto: potenciales consecuencias mentales en la mujer

Francisca Decebal-Cuza
Por : Francisca Decebal-Cuza Médico psiquiatra adultos y académica de la Universidad de Chile.
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asumir que la autonomía de la mujer es éticamente más importante que la no maleficencia hacia el feto, implica que el feto es menos persona merecedora de derechos que su madre porque tiene un nivel de desarrollo menor. ¿Entonces un recién nacido tiene menos derechos que un bebé de seis meses?


En relación al debate sobre el aborto es fundamental aclarar que desde la ciencia resulta imposible afirmar que la salud mental a largo plazo de la madre que aborta a un feto inviable o producto de una violación, será mejor o peor que aquella que no aborta. Lo cierto es que existe evidencia publicada en ambas direcciones y a la fecha no sabemos realmente cuál de las dos opciones es más conveniente para la salud mental de la mujer, de modo que argumentar un daño o beneficio psíquico a partir de un aborto (o un “no aborto”) resulta igual de falaz para cualquiera de las dos posturas.

En virtud de lo anterior, centrar el debate en las potenciales consecuencias que puede generar en la salud mental de la mujer puede llevar a juicios precipitados y no siempre correctos. En este sentido, creo que la discusión debe apuntar a temas aún más básicos, en relación al feto como sujeto merecedor de derechos.

Si bien el derecho de la mujer de decidir sobre su cuerpo responde al principio bioético de autonomía, no podemos olvidar que existe un orden jerárquico. Por sobre este principio, está el de no maleficencia, que claramente se vulnera en el feto cuando se pone fin a un embarazo precipitadamente.

En medicina hay consenso en que tras la fecundación existe un individuo de la especie humana que tiene vida. Es decir, desde una perspectiva biológica, hay acuerdo en que el cigoto es un ser humano en un estadio inicial de desarrollo. Sin embargo, donde no existe consenso, es en qué momento preciso dicha vida se considerará como digna de ser protegida y es esta discrepancia la que suele convertir la discusión en un diálogo de sordos.

¿Es el derecho de la madre de decidir sobre su cuerpo más importante que el derecho del feto a vivir por el tiempo que sea? ¿Es el principio de autonomía más importante que el derecho a la vida misma? El análisis bioético serio exige que las conclusiones obtenidas producto del proceso deliberativo sean extrapolables a otras situaciones similares; asumir que la autonomía de la mujer es éticamente más importante que la no maleficencia hacia el feto, implica que el feto es menos persona merecedora de derechos que su madre porque tiene un nivel de desarrollo menor. ¿Entonces un recién nacido tiene menos derechos que un bebé de seis meses?

Sería bueno que empecemos a hacernos estas preguntas y así aportemos al debate con argumentos serios y, por sobre todo, libre de descalificaciones hacia la contraparte. Como sociedad debiésemos además, trascender la obligatoriedad impuesta por la ley (ética de mínimos) y preocuparnos genuina y concretamente de apoyar (ética de máximos), a las mujeres que se ven enfrentadas a este tipo de situaciones, a todas luces devastadoras, generando instancias que garanticen que en ellas sí se vele por el derecho más elemental; ser consideradas como un ser humano.

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