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¿Y las otras violencias?

Danny Monsálvez Araneda
Por : Danny Monsálvez Araneda Doctor © en Historia. Académico de Historia Política de Chile Contemporánea en el Depto. de Historia, Universidad de Concepción. @MonsalvezAraned.
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¿Qué está pasando para que una persona tome un arma y dispare, matando a dos jóvenes que están manifestándose, o bien que Carabineros las emprenda violentamente contra muchachos que se están movilizando en las calles? Qué decir del Gobierno y la autoridad política que, recién transcurridas unas cuantas horas, expresan su preocupación y apoyo a los jóvenes heridos, después de afirmar que fue un “hecho fortuito”. Asimismo, ¿dónde estaba la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, senadora Jacqueline van Rysselberghe para expresar públicamente su condena ante la represión de la cual son objeto nuestros estudiantes? Y los defensores de la vida, especialmente su brazo político la UDI, parece que solo levantan la voz y salen a marchar cuando se trata de temas de sexualidad.

Tanto que le cuesta a la derecha expresar algún cuestionamiento o crítica por el accionar represivo de Carabineros, ¿tan internalizada tienen su concepción del orden social autoritario?

[cita]Deténgase un minuto, observe a su alrededor cuando camina por el centro de su ciudad y preste atención en lo que se oculta o esconde detrás de lo material (mall, edificios, tiendas) y los mensajes (propaganda, avisos, publicidad). Piense cómo determinadas construcciones discursivas y simbólicas se convierten, por ejemplo, en justificadoras de formas de explotación, discriminación, estigmatización, marginación, construcción de prototipos/estereotipos. [/cita]

Indudablemente que todo tipo de violencia es condenable, sin embargo, cuando esta viene de los agentes del Estado o sus instituciones, tiene un carácter más grave y peligroso, ya que se convierte en violencia política e institucional. Entendida esta como aquella relación y conflicto que se da entre gobernantes y gobernados, en donde los primeros tienen la capacidad de hacer e imponer determinadas leyes con el objetivo de aplicar la dominación y el control psicológico y físico contra un sector o grupo de la sociedad que desafía las normas legales.

Estas leyes buscan la legalización de determinados procesos y criminalización de los grupos a los cuales se les aplican aquellas leyes. El uso de la violencia política e institucional no solo busca penalizar una determinada acción, también busca ampliar y consolidar la dominación.

Por eso nos preguntamos: ¿qué materias se enseñarán en el área de los Derechos Humanos a los Carabineros que se están formando en sus escuelas? Sería bueno conocer aquello para poder entender (en algo) determinados discursos, prácticas y formas de actuar de la policía uniformada.

Pero la violencia política, institucional o aquella que se aplica de manera directa y física no es la única violencia que desde unos cuantos años se hace presente en nuestra sociedad. También están las otras violencias, por ejemplo, la violencia estructural (sistémica), aquella que se relaciona con los procesos de estructuración social, como las desigualdades, exclusión, pobreza e injusticia social. Es decir, una violencia que no satisface las necesidades básicas de las personas.

En nuestro país, este tipo de violencia se ha acrecentado en el último tiempo y es posible constatarla al ver cómo aumentan los niveles de desigualdad, concentración económica, la precarización del empleo, el sistema de las AFP y las míseras jubilaciones, los problemas en materia de salud y educación, y así podríamos seguir enumerando.

Y qué decir de aquellas violencias que son difíciles de percibir, ya que están “naturalizadas”. Me refiero a la violencia simbólica-cultural que el actual sistema ha instituido socialmente en nuestro país. Es una violencia que se construye desde las ideas, normas, valores y cultura. Violencia que está directamente relacionada con las ideologías, lenguaje, arte, ciencia, derecho, religiones, medios de comunicación y la educación. Una violencia que ha instituido prácticas socialmente compartidas (naturalizadas).

Deténgase un minuto, observe a su alrededor cuando camina por el centro de su ciudad y preste atención en lo que se oculta o esconde detrás de lo material (mall, edificios, tiendas) y los mensajes (propaganda, avisos, publicidad). Piense cómo determinadas construcciones discursivas y simbólicas se convierten, por ejemplo, en justificadoras de formas de explotación, discriminación, estigmatización, marginación, construcción de prototipos/estereotipos.

Allí podemos situar los comentarios y propaganda alienadora; la manipulación que se realiza, de manera sesgada e intencional, de ciertas ideas para perpetrar con éxito un adoctrinamiento generalizado. Por ejemplo, el concepto de ‘anarquista’ para todo aquel que comete algún acto de transgresión o alteración del orden. También está la mala información u omisión que realizan los medios con tal de construir determinadas realidades, más aún con medios tan concentrados. Así también algunas costumbres, ritos y actos institucionales que se convierten en dispositivos que difunden la utilidad de la violencia como forma de control y disciplinamiento social.

Por eso es importante que pensemos que, detrás de una determinada acción (léase material, discursiva), hay un por qué, y detrás de ese por qué existen intenciones, y detrás de aquellas intenciones determinados valores e ideas de sociedad y personas que han terminado por justificar y “naturalizar” la violencia simbólica-cultural en nuestra sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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