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Oportunidades y desafíos en este invierno santiaguino

Fernando Orellana
Por : Fernando Orellana Ingeniero de Transporte UCV
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«Es válido plantearse si los ejes viales son lo suficientemente adecuados o si la infraestructura de soporte en la superficie requiere ser reforzada con un estándar que se asemeje a la del metro, para mejorar el servicio de transporte de superficie, sin tener que majaderamente tener respuestas que solo apuntan a rigidizar el transporte público mediante líneas de metro, o restricciones que gravan la economía de los habitantes de esta ciudad».


Los indicadores del episodio crítico referido a la mala calidad del aire que respiramos en Santiago para este año, sumaban 30 hasta el lunes 22 de junio y que corresponden a 23 alertas ambientales, 6 preemergencias y una emergencia. Estas son cifras, que más que enumerar o entregar datos en un cuadro de siniestros, nos indican que hemos cruzado un umbral peligroso y que de no revertirlo asistiremos a una catástrofe ambiental severa. Esta situación peligrosa, al parecer ha sido entendida como tal por los automovilistas de la capital, quienes han reaccionado favorablemente frente a la medida de la autoridad de dejar los autos y movilizarse en el transporte público. Podríamos afirmar que este acontecimiento catastrófico para la salud, nos ha permitido reencontrarnos en tanto ciudadanos y habitantes de un mismo ethos.

La exigencia impuesta por la autoridad medioambiental, de contar con parámetros cada vez más exigentes en el control de emisiones, en – especial del material particulado fino – es una medida de enorme valor y que permite mejorar la calidad del aire, así lo han entendido autoridades, conductores y pasajeros, al enfrentar el viernes de manera correcta una situación de por sí muy complicada.

Frente a un problema de salud severa, agravado por la falta de lluvias los Santiaguinos tuvieron un comportamiento solidario ejemplar, no se abusó del “yo no sabía”, o “no estaba informado”, ni ningún artilugio para evitar bajarse de sus vehículos. Esto inmediatamente permitió despejar calles y avenidas, menos autos en las vías, mayor velocidad en los desplazamientos de buses y aportes adicionales de todo tipo, uno de estos que si bien pueden ser peligrosos para la salud, también cuentan a la hora de las evaluaciones, esto es que se generaron filas frente a los dispensadores de bicicletas, para inscribirse y acceder a ese tipo de transporte.

Esto es ni más ni menos el esfuerzo que se requiere para tener un ambiente más saludable, el aporte de sus habitantes al dejar permanentemente de lado los autos, las autoridades estiman en alrededor de 300 mil personas que utilizaron los modos de transporte público, que fácilmente debieran alcanzar unos 180 mil autos menos circulando por las calles de Santiago que indiscutiblemente ayudó a superar la emergencia. Esto constituye una disminución de emisión de contaminantes significativo y de ahorro no solo para la ciudad, sino que directamente al bolsillo de los automovilistas. En consecuencia es válido plantearse lo siguiente, es que si los ejes viales son lo suficientemente adecuados o si la infraestructura de soporte en la superficie requiere ser reforzada con un estándar que se asemeje a la del metro, para mejorar el servicio de transporte de superficie, sin tener que majaderamente tener respuestas que solo apuntan a rigidizar el transporte público mediante líneas de metro, o restricciones que gravan la economía de los habitantes de esta ciudad.

Esto es relevante, porque en tanto existan los incentivos para que más usuarios de automóviles se transfieran al transporte público, mayores serán las velocidades de traslado y proporcionalmente y/o en buena parte se disminuirá el consumo de combustible. Es en este punto, en que efectivamente comenzaremos a ser más responsables con el cuidado de la comunidad y esta no solo es referida al cuidado de la salud, también al económico, en adquirir nuevos hábitos de conducta, para avanzar a un estado de convivencia de mejor calidad en todos los sentidos.

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