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Manos al fuego: la batalla perdida por el respeto a la diversidad sexual

Pamela Romero y Ana María Castillo
Por : Pamela Romero y Ana María Castillo Pamela Romero Docente e investigadora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado. Dra. (c) en Ciencias Humanas por la Universidad Austral de Chile. Ana María CastilloDocente e investigadora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado. Dra. En Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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El cuerpo, los cuerpos de todos y cada uno de nosotros, son los preciosos enclaves en los que se libran complejas transacciones de poder

Paul B. Preciado. Testo Yonqui, 2008

Esperamos que a nadie haya dejado indiferente el primer capítulo del programa Manos al Fuego de Chilevisión en su temporada 2015. El martes 07 de julio alcanzó un rating de 24.8 puntos. La gran “atracción” fue la aparición de una joven transexual venezolana, llamada Priscilla, quien debía coquetear con un muchacho para saber si engañaba a su actual pareja, en medio de un montado gimnasio repleto de cámaras ocultas. Hasta allí, todo corresponde a las prácticas comunes de este tipo de programas de entretenimiento: apelar a la morbosidad del público, poner la relación a prueba y ver cómo el joven cuestionado niega o engaña, y luego es enfrentado. En definitiva, exponer los problemas íntimos de una pareja y verlos humillarse.

Pero lo preocupante de este capítulo fue la forma negativa en la que se presentó la diferencia sexual. Pudo verse desde el primer momento un tratamiento despectivo de parte del coanimador y del equipo, señalando entre risas que la escultural joven era en realidad un hombre y se llamaba Luis. El periodista-animador demostró un gran desconocimiento en temáticas de género con frases como “Si Javier cae con él se va a encontrar con una tremenda sorpresa”, “¿Bonita o bonito?” y “Me da risa que esté coqueteando con un hombre, o sea, que no se dé cuenta que es Luis”. Llegado el momento de la prueba del beso, el animador recalcó nuevamente que el joven le iba a dar un beso a otro hombre, en tono de espanto, considerando que era heterosexual: “Te recuerdo que él es Luis y Javier no sabe que es Luis. Y si le da un beso, le va a dar un beso a un hombre”.

La reacción no se hizo esperar en redes sociales. Los seguidores de programa fueron expresando sus opiniones en tiempo real con cada uno de los hechos mientras estos se iban sucediendo tanto en Facebook como en Twitter. Muy pocos fueron críticos y la gran mayoría cayó en el juego de las burlas hacia el muchacho, abundando los populares memes.

El Movilh, por su parte, pidió una entrevista con Chilevisión, señalando que se mostraban en desacuerdo con el tratamiento que se le había dado a Priscilla y la manera en la que se la había presentado, especialmente en lo que hace relación a su identidad de género, puesto que el programa la nombraba como él, cuando ella se definía y se sentía actualmente como una mujer.

[cita] Un hecho lamentable es también ver cómo Priscilla se hace cómplice de esta vulneración a su dignidad, aceptando el trabajo de modelo en este programa y sabiendo que será utilizada como “carnada” y objeto de deseo, pero también considerando que será explotada y exhibida como una “atracción”, principalmente por su condición sexual. Ella parece no dimensionar  el efecto que esta actitud tendrá en el público o en los demás jóvenes transexuales de nuestro país, que obviamente tendrán en ella un referente y modelo. [/cita]

Por su parte, el Frente de la Diversidad Sexual, que une a organizaciones pro LGBTI, señaló que había un profundo desconocimiento de las temáticas de identidad de género, y consideraron imprudente el tratamiento de la joven transexual como “cazahombres”, considerando que esto induce también a la proliferación de los crímenes de odio.

A partir de estos hechos, surgen varias preguntas: ¿El tratamiento y la recepción del público serían iguales si Priscilla hubiera nacido como una “mujer”? ¿Se trató de una práctica de explotación de la figura de la joven transexual como un espectáculo? ¿Están los medios de comunicación cumpliendo con su rol de formadores y mediadores sociales o siguen fomentando y perpetuando los estereotipos sexuales y la discriminación a la diferencia? ¿La discusión en redes sociales sirve para ofrecer perspectivas más abiertas e informadas o alienta la mantención de estereotipos y prejuicios?

Los medios de comunicación en general, y también en Chile, están viviendo transformaciones. Si bien los estudiosos de la industria no pueden coincidir en cómo se darán los cambios, los datos demuestran que, por ejemplo, los niños con acceso a tablets y otros tipos de dispositivos móviles consideran el visionado de televisión como un castigo. Un alto porcentaje de audiencia en Chile no tiene ese acceso, y ellos perciben los cambios en la industria televisiva de forma diferente. El castigo es inevitable.

En este escenario de cambio, la actitud de los medios chilenos y del público se contradice los temas de interés actual. La Ley de Acuerdo de Unión Civil, que reconoce la unión de parejas del mismo sexo (y también de sexos diferentes) es síntoma de una sociedad más abierta y con la necesidad de abordar temas que por mucho tiempo fueron negados, y realidades y condiciones humanas que por mucho tiempo fueron consideradas de carácter negativo. Durante estos días el Acuerdo de Unión Civil ha cobrado mayor notoriedad, puesto que desde el pasado jueves 09 de julio de 2015 las parejas pueden comenzar a solicitar hora en el Registro Civil. Además, el parlamento nacional se encuentra discutiendo la Ley de Identidad de Género y la posibilidad de la adopción homoparental.

Por otra parte, la creación de la Ley Zamudio, llamada así en recuerdo del joven Daniel Zamudio, víctima de un ataque homofóbico, abrió las puertas a que toda discriminación arbitraria (entre ellas las de origen sexual o de identidad de género) sean juzgadas por los tribunales penales en Chile.

Entonces, vemos una evidente contradicción: por un lado, un Chile abierto a aceptar las diferencias sexuales y cuyos legisladores aprobaron un acuerdo que reconoce a las parejas del mismo sexo como válidas y como constitutivas de familia, y por el otro lado, medios de comunicación cerrados y evidentemente discriminadores.

Un hecho lamentable es también ver cómo Priscilla se hace cómplice de esta vulneración a su dignidad, aceptando el trabajo de modelo en este programa y sabiendo que será utilizada como “carnada” y objeto de deseo, pero también considerando que será explotada y exhibida como una “atracción”, principalmente por su condición sexual. Ella parece no dimensionar  el efecto que esta actitud tendrá en el público o en los demás jóvenes transexuales de nuestro país, que obviamente tendrán en ella un referente y modelo.

Lo que perturba es la manera de abordar el tema de lo transgénero y la transexualidad desde los medios en Chile. Aun en programas de mero entretenimiento hay interesantes ejemplos desde donde se pueden sacar muchas lecciones. Uno de ellos es Catfish, serie del canal estadounidense MTV. En este programa se descubren mentiras y engaños entre parejas que tienen una relación a través de las redes, pero no se conocen cara a cara. En el capítulo ocho de la cuarta temporada, los animadores descubren que el gran secreto de la joven Ari es su transexualidad, condición de la que no había querido hablar por miedo al rechazo.

El tratamiento que se le hace a Ari es desde una tribuna de respeto, intentando comprender la razón del engaño, que tiene la raíz en las inseguridades propias de una persona que ha sufrido experiencias de discriminación. Hay una preocupación real por los sentimientos de Ari, y también se hace educación en la temática, entregando además una dirección web (lookdifferent.org) para que tanto transexuales como su amigos puedan encontrar información y apoyo. Al finalizar, Nev Schulman, uno de los animadores, sostiene: “Las mujeres transgénero como Ari son mujeres reales y no nos están engañando al decir esto”.

Entonces, volvemos a las preguntas que hacíamos en medio del texto: nos asustamos de la maldad humana cuando ocurren asesinatos por odio a quienes son diferentes, pero reproducimos ese odio a través de los medios de comunicación, que tienen un demostrado poder en la forma en que la sociedad entiende el mundo y respeta o rechaza a las personas a su alrededor. En este episodio de Manos al fuego no se explican los complejos procesos de transformación de los transexuales ni se habla de la discriminación que pueden fomentar. No se hacen parte de la discusión en las redes, donde todos esos estereotipos, difundidos por años, se transforman en festines de memes homófobos y chistes malos. Tampoco se hacen cargo de la reproducción de estereotipos femeninos o masculinos basados en los implantes mamarios y los músculos prominentes, que pueden crear confusión en las mujeres y hombres, para quienes ahora el espejo es el castigo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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