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La violencia no la ponen los trabajadores

Nolberto Díaz
Por : Nolberto Díaz Vicepresidente de la CUT
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A propósito de la discusión de la Reforma Laboral, el proyecto original enviado por el gobierno a la Cámara de Diputados incluía un acápite que no estaba en el programa de Gobierno de la Presidenta Bachelet, ni en los cálculos de los trabajadores y sus organizaciones sindicales. El proyecto incluía sanciones a los dirigentes por el ejercicio de fuerza física en las cosas y de fuerza física o moral sobre las personas como causal de práctica antisindical y eventual pérdida del fuero para los dirigentes. Incluir este tema en la discusión laboral por parte del Gobierno, fue criticado no solo por los dirigentes sindicales sino también por parlamentarios y dirigentes oficialistas, viéndose obligado el Gobierno a sacar este tema en el primer trámite legislativo en la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados.

El proyecto hoy se encuentra en su segundo trámite legislativo en el Senado, y ya surgen las voces “de siempre” que están solicitado reponer este punto en el proyecto, señalando que fue el propio Gobierno el que había incluido las sanciones. Conforme van pasando los días y más se desata la campaña del terror por parte del empresariado, el debate de la reforma se va centrando en la huelga, y otros temas vinculados a la negociación colectiva, llenándose la discusión de verdades a medias, mitos que lo único que hacen es ratificar lo distantes que están los actores políticos de lo que efectivamente sucede en el mundo del trabajo.

Hace algunos meses conocimos los datos del Observatorio de Huelgas Laborales del año 2014 del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), con datos compilados de la Dirección del Trabajo, sobre varios aspectos muy interesantes relacionados con la huelga, su duración, el tipo de empresas en las que se lleva a efecto, y los niveles de violencia que se producen en ella. La publicación, señala que el año 2014 en Chile se concretaron 367 huelgas entre huelgas “legales” (193) e “ilegales” (174). En materia de duración de las huelgas, las “legales” duraron 11,64 días en promedio, mientras que las huelgas “ilegales” solo 4,48 días, y el 40,98% de las huelgas se llevan a cabo en la Región Metropolitana, siendo por lejos la región donde más se llevan a cabo huelgas, siguiéndola la Región del Bío-Bío con un 8,74%.

[cita] La verdad es que han sido los trabajadores y sus dirigentes los que han tenido que soportar la violencia en la huelga y en el trabajo, han sido ellos los principales damnificados, no las empresas y sus dueños. Muy por el contrario, la mayoría de las grandes empresas siguen disfrutando sus utilidades, y otros, además de eso, logran impunidad cuando se coluden para los precios de los pollos, los remedios, las farmacias, la electricidad, el agua, las pensiones, etc.  [/cita]

Otro tema interesante que aborda la encuesta, y que actualmente es objeto de debate de la Reforma Laboral, dice relación con la expansión de la huelga en la pequeña y mediana empresa. Se observa que durante el 2014 las huelgas (“legales” e “ilegales” en su conjunto) se concentraron por un amplio margen en la gran empresa (74,7%), siguiéndola la mediana empresa (14,7%), luego la pequeña empresa (5,8%) y finalmente la microempresa (4,9%) entendiéndose por tamaño de empresa la cantidad de ventas anuales en UF, declaradas por la empresa contribuyente al Servicio de Impuestos Internos (SII).

Por último, otro dato interesante de destacar a propósito de la discusión de la violencia en la huelga. Del total de huelgas registradas para el 2014, en un 7,6% se registró la presencia de la policía en la huelga. Se reportaron enfrentamientos, detenciones y heridos sólo en un 4,1%, 3,5% y 1,1%, respectivamente. Respecto a los lockouts, o cierre temporal de la empresa, sólo se reportaron dos casos, correspondientes al 0,5% del total de las huelgas del año, mientras que las autoridades intervinieron en un 12% de los casos registrados. A juzgar por estos datos, las huelgas durante el 2014 presentaron por lo general un bajo nivel de violencia y de visibilidad pública.

Los datos son claros, la huelga es una herramienta que los trabajadores utilizan como última opción, no es una herramienta utilizada comúnmente por los sindicatos en el proceso de negociación colectiva, ni fuera de ella. A los trabajadores y a los sindicatos no les gusta ir a huelga, ¿a qué trabajador le puede gustar ir a huelga contra la empresa en que trabaja? A ninguno. La huelga es la última respuesta frente al que no quiere compartir lo que legítimamente ha sido ganado por todos.

Además de lo anterior, los bajos niveles de violencia involucrados en ella dan cuenta de que no son los trabajadores la que la ejercen, sino que han sido los dirigentes sindicales y los propios trabajadores involucrados en ella los que han tenido que soportarla en su contra. Ejemplos, desgraciadamente tenemos, y nos han golpeado con fuerza en los últimos días. Nelson Quichillao López, contratista de Codelco muerto por un disparo de Carabineros en una huelga, trabajaba para una empresa contratista. Marco Antonio Cuadra, muerto el 27 de junio de 2014. Se quemó a lo bonzo acusando acoso laboral por parte de su empresa por su condición de dirigente sindical. Era dirigente de un Sindicato del Transantiago. Por último, no podemos dejar de mencionar el caso de Juan Pablo Jiménez, dirigente sindical de una empresa contratista que prestaba servicios para Telefónica, y que murió en extrañas circunstancias en su propio trabajo en febrero de 2013, causas que aún no son esclarecidas del todo y que tienen movilizados a su familia y amigos.

La verdad es que han sido los trabajadores y sus dirigentes los que han tenido que soportar la violencia en la huelga y en el trabajo, han sido ellos los principales damnificados, no las empresas y sus dueños. Muy por el contrario, la mayoría de las grandes empresas siguen disfrutando sus utilidades, y otros, además de eso, logran impunidad cuando se coluden para los precios de los pollos, los remedios, las farmacias, la electricidad, el agua, las pensiones, etc.

La violencia no la ponen los trabajadores, la violencia la ha puesto por 35 años el Plan Laboral de José Piñera, y en especial, el subcontrato, que precariza el empleo y reproduce las desigualdades existentes, condenando a los trabajadores a ser pobres de por vida, y a un “emprendedor” que con un contrato y sentado en su oficina gana más que lo que gana el trabajador al que se supone debe “administrar”. Desgraciadamente, al interior de las empresa, el subcontrato termina generando trabajadores de primera y segunda clase, donde estos últimos deben realizar las mismas prestaciones, pero con diferencias de remuneraciones, altos grados de inestabilidad y dificultades para articularse con otros trabajadores para efectos de la acción colectiva.

Seguiremos denunciando que es el subcontrato el origen de la violencia en el trabajo, subcontrato que persiste en los guardias «privados» o Aseo del Ministerio de Hacienda entre otros ministerios, e incluso en la propia sede chilena de la OIT, o el que sufren miles y miles de trabajadoras y trabajadores en los ministerios, servicios, empresas públicas y privadas, injusticia tristemente arraigada en la ley. Saludamos el gesto de la Universidad de Chile que, a instancias de la Fech, logra acuerdo triestamental, para dar lucha al subcontrato en Aseo y Vigilancia, y erradicarlo definitivamente de la Universidad de Chile… Un ejemplo de la Casa de Bello que vale la pena destacar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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