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¿Educación y derechos humanos?

Daniel Tillería Pérez
Por : Daniel Tillería Pérez Magíster en Educación Artística
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A las históricas deudas con nuestra postergada educación pública se le continúan efectuando retoques a cuentagotas, maquillajes de opereta que nos estancan como sociedad y nos inmovilizan como sujetos. El recientemente finalizado paro del magisterio poco ha servido para dar el salto fundamental que necesitamos como país para avanzar con las transformaciones del sector. Las autoridades de la cartera no aprenden la lección, no entienden que hay que gobernar con los docentes adentro y aplican políticas erradas, entonces siguen reprobando el examen ante la mirada ciudadana, que día tras día exige mejores sustantivas, pero que en definitiva no es escuchada. Los anuncios del Mineduc más parecen borradores y estamos hartos de «planes piloto», son demasiados años esperando cambios que nunca llegan, el currículo del siglo XIX se niega a darle paso al que hoy se precisa para una educación integral e integradora, que forme ciudadanos democráticos, pensantes, libres, solidarios, críticos y reflexivos, perseverantes, cuestionadores y comprometidos, básicas competencias humanas para construir la sociedad plural del siglo XXI.

El viernes 31 del pasado mes, me sorprendió gratamente un anuncio de Adriana del Piano, Ministra de Educación, referido a la implementación de un plan para fortalecer la Educación Ciudadana y los DD.HH. en el currículo escolar. Hasta allí todo bien, celebré la medida, era una comunicación digna de reconocimiento, para comprometerse con ella, pero… ¡otra vez!, algo no cerraba en la propuesta, en pocas líneas quedaba develado el embeleco, no era un proyecto para todos y todas, pues iba dirigido a un acotado número de escuelas, tan sólo 500 establecimientos escolares serían los beneficiados con el «Plan de Formación Ciudadana y Derechos Humanos», proyecto que recién estaría entrando en vigencia a partir de marzo de 2016.

[cita] La idea del Mineduc es acertada, incluso proponerlo ya es un avance significativo; no obstante, el plan que se anuncia lleva un título pobre, mezquino, restringido, frágil para estos tiempos de creciente corrupción, pues en él falta un concepto sustancial para su completitud: Ética. [/cita] 

En Chile hay 5.500 establecimientos de educación pública y similar cifra de privados de escuelas medias, entonces, ¿por qué 500 beneficiados?, ¿sólo 500 colegios en todo el territorio nacional pueden acceder a los citados contenidos? ¿La Formación Ciudadana y los DD.HH. no son acaso temas transversales en una sociedad expulsiva como la nuestra, con desigualdades e inequidades, más un pasado irresuelto de exilios, torturas, exonerados, presos políticos y desaparecidos? El plan tampoco se pensó para todos los cursos que integran la Enseñanza Media, únicamente es para los 3ros y 4tos años de aquellos 500 establecimientos seleccionados. Sospechoso, por decir lo menos. La Formación Ciudadana y los DD.HH., son contenidos ineludibles del currículo escolar, con problemáticas cada vez más amplias y complejas, que deben y tienen que ser expuestas, debatidas y desarrolladas a diario en la educación chilena, sin excepciones, sesgos ni parcialidades de ningún tipo.

La idea del Mineduc es acertada, incluso proponerlo ya es un avance significativo; no obstante, el plan que se anuncia lleva un título pobre, mezquino, restringido, frágil para estos tiempos de creciente corrupción, pues en él falta un concepto sustancial para su completitud: Ética; o sea, no puede llamarse solamente «Plan de Formación Ciudadana y Derechos Humanos», porque precariza las ideas y diluye lo sustancial del análisis, se debería implementar como un proyecto mucho más ambicioso, profundo y abarcativo, cuyo título podría ser «ética ciudadana, trabajo docente y DD.HH.»

Ahora, ¿quiénes dictarán la materia, qué perfil docente será el propuesto y con qué criterio de selección? Otra vez asoma la nebulosa. No se sabe. Y eso es igualmente tan sospechoso como la muestra elegida para su implementación, porque no son contenidos que puedan dictarse de buenas a primeras ni de la noche a la mañana o voluntariosamente, tampoco desde la creencia; quienes estén a cargo de la materia deberán tener un recorrido formativo que garantice dominio de estos saberes disciplinares y compromiso ético con los mismos. Igualmente, sería necesario conocer qué y cómo se enseñarán y desarrollarán los distintos temas en su tratamiento específico.

Dejo de manifiesto que no me interesa la crítica sin argumento y si critico fundamentando siempre hago propuestas superadoras. Mi propuesta, entonces, es inclusiva y globalizadora, me interesa el horizonte de totalidad que el tema amerita, por lo que el Mineduc tendría que capacitar a todos y cada uno de los docentes del sistema educativo nacional, como parte sustantiva del «perfeccionamiento en servicio» y éste tendría que responder a un plan nacional de formación y capacitación docente, de cursada continua, gratuita y obligatoria, que incluya a todos los educadores en actividad plena -de todas las áreas y disciplinas, de todos los niveles y modalidades- y al mismo tiempo, paralelamente, estos contenidos deben ser parte constitutiva del entramado curricular de los Institutos de Formación Docente; tal vez, también debería pensarse a futuro como un postítulo e incluso, por la dimensión del tema, hasta da para formular una Maestría en Derechos Humanos. Es una problemática que nos atañe a todos y todas, por lo tanto, exige una formación de excelencia.

Estos contenidos a desarrollar -conceptuales, procedimentales y actitudinales- que hoy se anuncian casi como un acto de generosidad, no pueden ser abordados -única y excluyentemente- en los terceros y cuartos medios, son saberes para toda la escolaridad, desde el nivel inicial hasta la universitaria, incluso deben incorporarse en las instituciones educativas donde se forman militares, carabineros, gendarmes y la policía de investigaciones; ¡entendámoslo!, son contenidos para la sociedad en su conjunto, contenidos transversales, contenidos para una sociedad plural, abierta y democrática, comprometida y tolerante, es la apropiación y construcción de saberes esenciales para el debate, la reflexión y el análisis, para exponerlos, discutirlos, interpelarlos y mejorarlos día a día y todos los días, acciones que  hacen a la calidad institucional, a la calidad educativa y a la calidad democrática. Hablo de una educación en y para la democracia, en y para los derechos humanos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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