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¿Somos todos Jorge Pizarro?

Diego Schalper
Por : Diego Schalper Consejo Superior FEUC 2008
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La decisión del senador Jorge Pizarro es indignante. Y no solamente porque sea representante de la zona mayormente afectada y – en esa posición – responsable de canalizar las inquietudes de las víctimas y de contribuir a mitigar los problemas causados. Es indignante porque denigra el oficio de la política, el cual implica la enorme capacidad–responsabilidad de adoptar decisiones que afectan a muchos y que atañen al bien común. Ese oficio exige ciertas actitudes y virtudes, que permitan asumir con plenitud el desafío encomendado y servir de referencia para la ciudadanía. No se trata de divinizar ni de pedir una pulcritud burda. Se trata de estar a la altura y de entender a cabalidad el rol que se tiene. Así, lo esperable era quedarse en Chile, poniéndose al servicio de sus representados y privilegiando el deber por sobre el placer y la empatía por sobre la indolencia. Si eso ya era exigible para cualquier político y autoridad, lo es aún más para alguien que preside un partido que se inspira en los principios cristianos.

Por todo lo anterior, es esperable el huracán de críticas que ha recibido, a las cuales poco ha contribuido con sus sorprendentes declaraciones. No obstante, resulta interesante reflexionar una cosa. ¿Es el deber de solidaridad con los afectados un patrimonio exclusivo de los políticos o nos involucra a todos? En otras palabras: ¿nuestra condición de ciudadanos se reduce a cortarle la cabeza a nuestros representantes cuando cometen imprudencias como la del senador Pizarro, aplicando las comodidades de las redes sociales para ese propósito? ¿O era esperable de nosotros que modificáramos nuestras (legítimas) celebraciones del 18 de septiembre y contribuyéramos a las necesidades de las víctimas de alguna manera?

Detrás de este asunto se esconden reflexiones profundas sobre qué entendemos por sociedad y cómo creemos que debe ser nuestra participación en ella. Una carta publicada en El Mercurio por el Sr. Blanco Vidal nos ayudará a dilucidar estos temas. Ella sugiere que el viaje al Mundial de Rugby pertenece a la vida privada del Senador, la cual debe ser respetada y, por ende, no es posible hacerle reproche alguno a su decisión. Ese planteamiento supone que la esfera privada es algo apartado de la vida pública y que respecto de ella la comunidad debe tener una actitud de respeto, que en realidad implica indiferencia. Dicho en simple: ¿Qué le importa a Ud. lo que haga el Senador Pizarro en su vida privada? Esa visión entiende que la sociedad es una suma de individuos, en la que cada uno vive “su vida” y en la que cada una aporta “en lo de uno”. Lo que pase con el de al lado me implica, en la medida que afecta mis intereses o solo en cuanto yo tengo una actitud equiparable a la filantropía, que por cierto no se me puede exigir.

[cita] La decisión del Senador Pizarro es indignante, especialmente pues como representante se le exigen parámetros más altos. Pero eso no quita que sea fundamental meditar sobre las propias conductas y decisiones, de manera de emitir un juicio sobre ellas. No vaya a ser que en la práctica este “pedir a los demás pero no practicar” implique que todos – en mayor o menor medida – seamos como Jorge Pizarro.[/cita]

Pues bien, no sería antojadizo afirmar que la tan criticada decisión del Senador responde (quizás, inconscientemente) a esa visión individualista sobre la sociedad y el ciudadano. En ella se funda el reproche que puede hacérsele en cuanto a la indolencia, a la falta de empatía y indiferencia que implicó su decisión. Ahora: este análisis, que si bien puede ser más riguroso para él por ser Autoridad, también se hace extensivo a nosotros los ciudadanos. Insisto en la pregunta: ¿era esperable de nosotros que modificáramos nuestras (legítimas) celebraciones del 18 de septiembre y contribuyéramos a las necesidades de las víctimas de alguna manera? ¿O nosotros sí podíamos permitirnos hacer “nuestra vida”, seguir en “lo de uno” y no mirar para el norte? ¿No hacemos propia esa visión indiferente, indolente e individualista que tanto criticamos?

[cita]nsisto: la decisión del Senador Pizarro es indignante, especialmente pues como representante se le exigen parámetros más altos. Pero eso no quita que sea fundamental meditar sobre las propias conductas y decisiones, de manera de emitir un juicio sobre ellas. No vaya a ser que en la práctica este “pedir a los demás pero no practicar” implique que todos – en mayor o menor medida – seamos como Jorge Pizarro.[/cita]

Detrás de este asunto se esconden reflexiones profundas sobre qué entendemos por sociedad y cómo creemos que debe ser nuestra participación en ella. Una carta publicada en El Mercurio por el Sr. Blanco Vidal nos ayudará a dilucidar estos temas. Ella sugiere que el viaje al Mundial de Rugby pertenece a la vida privada del Senador, la cual debe ser respetada y, por ende, no es posible hacerle reproche alguno a su decisión. Ese planteamiento supone que la esfera privada es algo apartado de la vida pública y que respecto de ella la comunidad debe tener una actitud de respeto, que en realidad implica indiferencia. Dicho en simple: ¿Qué le importa a Ud. lo que haga el Senador Pizarro en su vida privada? Esa visión entiende que la sociedad es una suma de individuos, en la que cada uno vive “su vida” y en la que cada una aporta “en lo de uno”. Lo que pase con el de al lado me implica, en la medida que afecta mis intereses o solo en cuanto yo tengo una actitud equiparable a la filantropía, que por cierto no se me puede exigir.

Pues bien, no sería antojadizo afirmar que la tan criticada decisión del Senador responde (quizás, inconscientemente) a esa visión individualista sobre la sociedad y el ciudadano. En ella se funda el reproche que puede hacérsele en cuanto a la indolencia, a la falta de empatía y indiferencia que implicó su decisión. Ahora: este análisis, que si bien puede ser más riguroso para él por ser Autoridad, también se hace extensivo a nosotros los ciudadanos. Insisto en la pregunta: ¿era esperable de nosotros que modificáramos nuestras (legítimas) celebraciones del 18 de septiembre y contribuyéramos a las necesidades de las víctimas de alguna manera? ¿O nosotros sí podíamos permitirnos hacer “nuestra vida”, seguir en “lo de uno” y no mirar para el norte? ¿No hacemos propia esa visión indiferente, indolente e individualista que tanto criticamos?

Insisto: la decisión del Senador Pizarro es indignante, especialmente pues como representante se le exigen parámetros más altos. Pero eso no quita que sea fundamental meditar sobre las propias conductas y decisiones, de manera de emitir un juicio sobre ellas. No vaya a ser que en la práctica este “pedir a los demás pero no practicar” implique que todos – en mayor o menor medida – seamos como Jorge Pizarro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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