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El Abrazo de Charaña, ¿tiempo de reflotar la idea?

Máximo Quitral
Por : Máximo Quitral Historiador y politólogo, Instituto de Estudios Internacionales, U. Arturo Prat.
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El pasado jueves 24 de septiembre la Corte Internacional de Justicia (CIJ) rechazó lapidariamente la objeción preliminar propuesta por Chile en contra de la demanda boliviana. Por catorce votos en contra y dos a favor -que en realidad tampoco apoyaban la propuesta chilena- el Tribunal Internacional se consideró competente y aceptó la demanda interpuesta por el Presidente Evo Morales. Pero, ¿qué es lo que solicitaba Bolivia en su demanda? Ya en mayo y junio de 2014 me referí a los puntos centrales que propuso Bolivia desde un comienzo, el cual descartaba de plano desconocer el tratado de 1904. Bolivia estaba solicitando a la CIJ que obligue a Chile a negociar una salida al mar, sustentando su presentación en tres hitos históricos de tremenda relevancia para la relación diplomática de Bolivia y Chile. Primero, los acercamientos entre los gobiernos de Gabriel González Videla, por lado chileno (1946-1952), y de Enrique Hertzog, por lado boliviano (1947-1949). El Abrazo de Charaña de 1975, encuentro bilateral entre los dictadores Augusto Pinochet, por parte de Chile (1973-1990), y Hugo Banzer, por Bolivia (1971-1978). Finalmente, se consideró como importante la agenda de los 13 puntos, instancia de diálogo abierta por la actual Presidenta, Michelle Bachelet, en 2006. Todo esto Bolivia lo transformó en los llamados “derechos expectaticios” que con el paso del tiempo, se transformaron en actos unilaterales por parte del Estado chileno. Estos actos implicarían que Chile le prometió o se comprometió con Bolivia a negociar una salida al mar, en algunos casos, con soberanía entre 1920 y 2006. A mi juicio, los dos casos que desde un punto de vista político y no jurídico tienen fuerza histórica dentro de las relaciones diplomáticas de ambos países, serían 1950 y 1975. Pero quisiera detenerme en el Abrazo de Charaña de 1975. Sostengo en este punto que el Abrazo de Charaña representó una de las mejores posibilidades de acceso al mar para Bolivia a lo largo de su historia diplomática. Sin embargo, una serie de aristas entorpecieron el proceso y provocaron que su resultado final no fuera favorable para las pretensiones políticas de los regímenes del momento.

¿En qué consistió este acercamiento entre Chile y Bolivia?

La dictadura de Pinochet y la dictadura de Banzer comenzaron a allanar el camino a un encuentro bilateral ya en el año 1974, producto de la Declaración de Ayacucho de ese año. Este acto de conmemoración efectuado en Perú con motivo del sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho (1824), sirvió de espacio diplomático para predisponer a los dictadores, a dialogar sobre la mediterraneidad que inquietaba a Bolivia. La consecuencia final fue el llamado Abrazo de Charaña del 8 de febrero de 1975, momento en el cual Bolivia reanudaría relaciones diplomáticas con Chile, siempre y cuando se abriera a la opción de dar acceso soberano al mar. El resultado fue que Bolivia propuso el siguiente petitorio:

a)  Cesión a Bolivia de una costa marítima soberana entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de la ciudad de Arica. Esta costa deberá prolongarse con una faja territorial soberana desde dicha costa hasta la frontera boliviano-chilena, incluyendo la transferencia del ferrocarril Arica- La Paz.

[cita] El Abrazo de Charaña representó una de las mejores posibilidades de acceso al mar para Bolivia a lo largo de su historia diplomática. Sin embargo, una serie de aristas entorpecieron el proceso y provocaron que su resultado final no fuera favorable para las pretensiones políticas de los regímenes del momento.[/cita]

b)  Cesión a Bolivia de un territorio soberano de 5 kilómetros de extensión a lo largo de la costa y 15 kilómetros de profundidad, en zonas apropiadas a determinarse, alternativamente, próximas a Iquique, Antofagasta o Pisagua.

c)  Elementos complementarios que deberían caracterizar tanto la cesión que se pedía al norte de la ciudad de Arica como la extensión territorial considerada en las zonas próximas a Iquique, Antofagasta o Pisagua.

Chile en cambio, propuso lo siguiente:

a)  Chile tenía interés en un entendimiento de mutua conveniencia que contemple los intereses de ambos países y que no contenga innovación alguna a las estipulaciones del Tratado de Paz, Amistad y Comercio, suscrito entre Chile y Bolivia el 20 de octubre de 1904.

b)  Chile expresaba su voluntad de ceder a Bolivia una costa marítima soberana unida al territorio boliviano por una franja territorial de la misma naturaleza.

c)  La cesión comprende la zona marítima ubicada entre los paralelos de los puntos extremos del área que se trasferiría (mar territorial, zona económica y plataforma submarina).

d)  Chile recibiría en cambio una superficie compensatoria equivalente al menos al área de tierra y mar cedida a Bolivia.

e) El gobierno de Bolivia autorizaría a Chile a utilizar la totalidad de las aguas del río Lauca.
El territorio cedido por Chile sería zona desmilitarizada y el gobierno boliviano se obligaría a obtener garantía expresa de la OEA respecto de la inviolabilidad de la franja territorial cedida.

Si se analizan objetivamente estos ofrecimientos, es imposible negar que ambos países en 1975 estuvieron más cerca que nunca de dar solución al encierro geográfico boliviano. Por eso la diplomacia boliviana siente que este episodio de la historia de ambos países se encuadra perfectamente en la tesis de los actos unilaterales. Pero mientras el Canciller Muñoz y la Presidenta Bachelet sostengan la equivocada idea que no existen temas pendientes con Bolivia; que el fallo de La Haya favorece a Chile y debilita la posición del país vecino y que considera imposible que Bolivia obtenga mar con soberanía, lo cierto es que podemos sufrir una nueva derrota por la tozudez y la soberbia que hoy nos tiene (nuevamente) en un tribunal internacional. Por eso es tiempo de dialogar abiertamente con Bolivia y encontrar soluciones políticas que dejen satisfechos a ambos Estados por sana convivencia vecinal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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