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¿Qué esperar de una Pedagogía Constitucional?

Alexander D. Hutinel
Por : Alexander D. Hutinel 5to año Pedagogía en Historia, Geografía y Ciencias Sociales, PUCV
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La Educación, como todo acto social, es siempre imparcial, pero podemos hacer de ella un espacio de discusión y debate.

Todo el que pasó por la escuela sabe que el profesor de turno no mostró todas las posibilidades, teorías, datos, procedimientos o miradas sobre un problema. Por suerte, el debate de este año demostró que los profesores, para evitar esto, necesitan tiempo y voluntad, así que daré por entendido este obstáculo.

En la situación más óptima, el profesor podrá, para el caso de la historia, mostrar al menos tres perspectivas sobre un mismo problema. Por ejemplo, para el caso del conflicto chileno-boliviano, se podrá mostrar: a) la Guerra del Pacífico (mirada chilena); b) la Invasión chilena (mirada boliviana) o; c) La Guerra del Salitre, mirada que reúne a las anteriores y les da un metarrelato: un “problema en común” (las empresas extranjeras), no un problema “entre ellos”.

[cita] Para el caso de la Constitución hay que preguntarse cuál es el “problema en común”, mirar más allá de las visiones antagónicas frente a la Carta Magna y avanzar a una “mirada país”. Cuando se publica “La Constitución chilena. Una revisión crítica a su práctica política”, LOM 2014, sus múltiples autores se preguntan antes a quién va dirigido y, citando a Häberle, responden: “a los ciudadanos que viven la Constitución”.[/cita]

Para el caso de la Constitución hay que preguntarse cuál es el “problema en común”, mirar más allá de las visiones antagónicas frente a la Carta Magna y avanzar a una “mirada país”. Cuando se publica “La Constitución chilena. Una revisión crítica a su práctica política”, LOM 2014, sus múltiples autores se preguntan antes a quién va dirigido y, citando a Häberle, responden: “a los ciudadanos que viven la Constitución”.

Entonces ocurre un problema que John Rawls atestigua como “Concepto” versus “Concepción”. Así, se abren (a lo menos) dos discusiones o “contenidos” a debatir: 1. ¿Qué es una Constitución? Y 2. ¿Es legítima la Constitución? De ese modo, podemos llegar a un consenso general sobre el concepto de Constitución (en términos jurídicos y filosóficos), pero no así sobre su Legitimidad.

El deber ético de todo acto pedagógico es incluir la diversidad y motivar la cohesión social, tal como la Constitución. Así, en la escuela podremos encontrarnos con la Socialización Primaria sobre la cual se refiere Jean Masoliver citando a Berger & Luckmann: “El niño absorbe el mundo social […] con la coloración idiosincrática que le han dado sus padres”. Es este un primer obstáculo a sortear en el espíritu democrático de una Educación Cívica.

Cuando se debata entonces sobre la “Legitimidad” de la Constitución, un mínimo de rigor ético nos obliga a exigir una perspectiva plural de enseñanza. Presentar por ejemplo, la postura de José Francisco García de Libertad y Desarrollo, o la de Cristóbal Bellolio de Red Liberal. Asimismo, las lecturas desde el progresismo de Fernando Atria o Claudio Fuentes, o las de Fernando Muñóz de Red Seca. Hasta las del socialcristianismo de Patricio Zapata, Ignacio Walker o Jorge Correa Sutil que presentó con novedad su visión sobre la Constitución: “la Constitución política de los ciudadanos”, lo previo a la Carta, y se pregunta ¿qué necesita la gente para participar? ¿Por qué debe ser la elite la que vaya a “enseñar” y no al revés?

Es lógico asumir que los alumnos y las personas tienen una opinión formada desde antes. Entonces, ¿Debe el profesor “persuadir” a sus alumnos? Si el currículum exige enseñar y profundizar la Democracia, ya se les está limitando sus posibilidades pero aceptamos dicha persuasión porque como sociedad la tomamos como un “problema común”, sin embargo, el aniversario del “NO” fue celebrado por un solo grupo político, en un espacio cerrado… Siendo las cosas así, ¿con qué criterio vamos a persuadir o exigir a nuestros alumnos que participen o que piensen con “mirada país” cuando ni siquiera nuestra elite parece hacerlo? ¿Acaso el NO debiese ser una celebración nacional? Cuando Andrés Allamand y Camilo Escalona se telefonean la noche del 4 de Octubre de 1988, el primero, al asumir la derrota le dice: “Camilo, quédate tranquilo. Nosotros mañana no vamos a desteñir”, lo hace pensando en el “pacto político” que se armó hace 25 años.

¿Cómo será es el “pacto político” que queremos como país? Quizás, podamos utilizar los esfuerzos y los dos mil millones de pesos invertidos para hacernos antes esa pregunta. Así, pese al resultado constitucional podamos afianzarnos como comunidad política y ser consecuentes con lo que exigimos a nuestros millones de ciudadanos: participar de la vida Cívica con tolerancia y responsabilidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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